Histórico

El día en que nació Celia

Este jueves se cumplirá una década del estreno de Vidal con la camiseta de Colo Colo. Diez años de aquel partido ante Melipilla en que Celia Punk saltó a la cancha del Monumental para empezar a convertirse en el Rey Arturo.

Esta es la historia de un partido de fútbol, de un joven jugador que acaba de cumplir los 18, de una carrera de caballos y de una apuesta. Corre el año 2005 y en Santiago empieza a adivinarse el invierno. Colo Colo recibe a Deportes Melipilla por la decimonovena fecha del Torneo Apertura. Con el pitazo de Braulio Arenas, echa a rodar la pelota en Macul, mientras en el hipódromo, los asistentes hacen sus apuestas. La consigna es clara, antes de apostar por un caballo ganador conviene descartar a los perdedores.

“Si soy sincero, no me acordaba de que yo lo había hecho debutar. Soy bastante despistado para recordar algunas fechas, pero lo que sí que recuerdo es que lo hicimos subir al primer plantel porque tenía una gran proyección. Lo metimos primero en un grupo con otros jugadores jóvenes, pero enseguida fue destacando hasta llegar al plantel profesional”. Marcelo Espina no recuerda el día, pero sí la sensación. El argentino era el técnico de Colo Colo aquella tarde, en el último encuentro del campeonato doméstico, en un duelo a primera vista asimétrico.

La escuadra popular tenía importantes ausencias. Los seleccionados Sub 20, Matías Fernández y Fernando Meneses, no estaban en la lista. Tampoco Jorge Valdivia, descartado por decisión técnica. Una circunstancia que no impidió, sin embargo, a Germán Real, lograr a los 25 minutos la apertura de la cuenta. Con 1-0 se alcanzó el entretiempo. Se marcharon a camarines los protagonistas y saltaron a la cancha, a ejercitarse, los suplentes; Luis Mena, Felipe Flores, un joven Claudio Bravo , Enzo Vera y el chico de la población Villa Huasco que iba a entrenar en bicicleta. Le llamaban Celia.

“Era un chico extrovertido y tenía muy buena relación con sus compañeros de camarín. Ellos le decían Celia, por Celia Cruz, y él participaba de las bromas”, recuerda Marcelo Espina, ex jugador colocolino y DT del equipo aquel 28 de mayo de 2005.

“Lo de Celia nació cuando era cadete. Fue el utilero, Nelson Pizarro, quien empezó a llamarle así, porque era muy moreno y porque decían que se parecía a ella”, matiza Hugo González, entrenador del volante en la Sub 15 del cuadro albo y amigo íntimo del jugador.

“Era un futbolista desfachatado, con mucha naturalidad, un magnífico marcador central en sus inicios. El sitio del que él venía le dio mucha personalidad. Procedía de un lugar y un entorno humilde y recuerdo que tenía problemas para venir a entrenar por el tema de la movilización. Pero siempre tuvo las ideas muy claras. Quería ser futbolista”, ahonda Espina, hoy comentarista deportivo de ESPN.

El pleito se reanudó con ventaja mínima para el cuadro albo. Rodrigo Barrera restableció la igualdad a los 48, antes de ser expulsado por un enfrentamiento con Rodolfo Madrid, que también vio la tarjeta roja. No era la primera vez que el técnico de la visita, Guillermo Páez, se encontraba con el joven jugador que aguardaba su turno para saltar a la cancha. Y es que algunos meses antes de llegar a las inferiores de Colo Colo, Celia, Celia Punk, como comenzaron a llamarle más tarde por su característico mohicano, había sido potro. “Él partió en las inferiores de Melipilla y recuerdo que los dirigentes ya hablaban de las condiciones de un chico que en ese momento era infantil. Los jugadores, a esas alturas, cuando provienen de una población como Arturo (Vidal), se desordenan un poco porque quieren crecer rápido, hacerlo todo rápido para conseguir algo de plata que llevarle a la familia”, reflexiona el entonces DT del conjunto melipillano.

Un conjunto que, a los 80 minutos, recibió un nuevo golpe con el tanto de Felipe Flores.  Fue entonces cuando Marcelo Espina se volvió hacia a la banca y lo llamó. Su momento había llegado. El chico que había crecido pateando una pelota en el modesto Rodelindo Román de San Joaquín y que había continuado su formación en Deportes Melipilla -equipo que llegaría a percibir 20 millones de pesos del Bayer Leverkusen por los derechos de formación del jugador-, estaba a punto de realizar su estreno en el fútbol profesional con Colo Colo, el equipo de sus amores. “Uno tiene que estar ahí para decidir si ponerlo o no ponerlo y coincidió que era yo el que estaba, pero nada más. El que no sea capaz de visualizar las posibilidades de un jugador como Arturo (Vidal), poco entiende de fútbol”, sentencia Espina.

En el minuto 82 de partido, en reemplazo de Héctor Tapia y con sólo 18 años y seis días de vida, el fútbol chileno alumbró a Arturo Vidal. “Nosotros estábamos buscando el empate porque ellos ganaban 2-1. Estábamos muy complicados en ese momento y un empate en el Monumental era como un triunfo para nosotros”, recapitula el loco Páez.

Y es que el cuadro del potro se jugaba poco menos que la vida. También Arturo Vidal, ávido por reivindicarse. “Él escuchaba siempre lo que uno le decía, los consejos que le dábamos, pero era muy impetuoso. Siempre quería demostrar, estar presente, dar más de lo que correspondía”. Así describe su ex compañero Miguel Ramírez, capitán de Colo Colo aquella tarde, el carácter insobornable del jugador.  “Arturo tenía unas condiciones fantásticas, pero sobre todo supo aprovechar muy bien la oportunidad que le dio el fútbol. Él siempre decía que quería ayudar a su familia, y lo ha logrado”, prosigue El Cheíto.

Con el tiempo ya cumplido, Felipe Miranda aprovechó la indecisión de Víctor Loyola  para establecer el definitivo 2-2. Un resultado que minó a Colo Colo en vísperas del play off y que no bastó a Melipilla para mejorar su rendimiento en la tabla. Todos, de algún modo, perdieron algo aquella tarde de otoño en Pedreros. Menos el fútbol. Pues aquel día comenzó a escribirse la leyenda de Arturo Vidal, a la misma hora a la que los caballos se batían en duelo en el Club Hípico.

“Los caballos siempre fueron una de sus mayores pasiones. Desde muy chico, desde los 13 o los 14”, revela su formador, Hugo González, quien pese a reconocer que “la técnica individual de Vidal estaba por sobre la media”, el oriundo de San Joaquín ha construido su éxito sobre la base del esfuerzo: “Él era del promedio cuando empezó, pero tenía un sueño, y se le cumplió. Era inimaginable pensar que podría llegar a donde ha llegado, pero la capacidad que ha ido adquiriendo es increíble”.

Una tesis que comparte Guillermo Páez, brillante volante de contención chileno en la década de los 70: “Vidal tuvo algo muy importante que no tuvieron otros jugadores y que yo también viví, y es que, cuando empezó, jugaba de hambre. Cuanto tú vienes de una población tradicional como él, sólo quieres jugar, sólo puedes pensar en eso. Y es de ahí de donde salen los jugadores excepcionales como Arturo”.

“Arturo era de esos jugadores capaces de jugar igual con los amigos en el barrio que en una cancha de fútbol profesional”, agrega al respecto Espina, responsable de su debut hace ahora una década. Un decenio marcado por una explosión futbolística con contados precedentes en la historia del balompié chileno. Una arriesgada apuesta, la de Vidal por el propio Vidal, que terminó siendo ganadora.

Diez años no son nada. Pero dan para mucho. Y en ese lapso de tiempo el jugador ha pasado de defender la casaquilla alba de Colo Colo, a vestir la bianconera de Juventus; de enfrentar a Deportes Melipilla por la decimonovena fecha del Apertura, a disputar la final de la Champions League ante el Barcelona. De Celia Punk a Rey Arturo. Pero será el próximo 6 de junio, en Berlín, donde el cabro chico de Villa Huasco deberá completar su transformación. Porque un rey no es rey hasta que posee la más preciada corona.

“Tenía una gran afición por las apuestas de caballos. Casi una adicción, y un día nos dijo que tenía una fija para una carrera. Un caballo ganador. Que le habían dado el dato. Todos le hicimos caso porque estaba muy seguro y casi todo el equipo apostó. Pero el caballo fue el último en cruzar la meta y perdimos toda la plata”, recuerda Ramírez.

Aquella apuesta no resultó, pero el fútbol, Arturo lo sabe mejor que nadie, funciona de otra forma. Es una carrera de fondo en donde la apuesta ganadora no suele ser la más fácil.

Y es quizás por eso por lo que Vidal ha llegado donde ha llegado, porque supo correr con inteligencia y porque se atrevió a apostarlo todo a algo que parecía improbable. O tal vez porque, como escribió en una ocasión Charles Bukowski: “Un hombre capaz de apostar a los caballos puede hacer todo aquello que se proponga”.

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