El día en que Neruda amó a la mujer de Siqueiros

<p>La historia está en las propias memorias del poeta, aunque la atractiva escritora lo negó hasta el día de su muerte.</p>




El 7 de agosto de 1985, cinco párrafos del diario Las Ultimas Noticias informaban de la muerte de una mujer cuyos funerales se llevarían a cabo en el Cementerio Santa Inés, de Viña del Mar. "Víctima de un cáncer al pulmón falleció ayer en Santiago la escritora y poetisa Blanca Luz Brum", decía el encabezado. La fallecida tenía 80 años y era ni más ni menos que la protagonista de uno de los líos de faldas más curiosos de la intelectualidad latinoamericana. Sus otros actores: Pablo Neruda, Federico García Lorca y David Alfaro Siqueiros.

El episodio, ocurrido en septiembre de 1933, ha alimentado varios documentales y memorias, pero dentro de cuatro meses será, además, el argumento central de la película El mural, del veterano director argentino Héctor Olivera. Responsable de cintas como La Patagonia rebelde (1974) y No habrá más penas ni olvido (1983), Olivera ahora busca encontrarle una versión en 35 milímetros a la pasión que Blanca Luz Brum despertó al mismo tiempo en Neruda, Siqueiros y un multimillonario transandino.

"Esta película será muy cara para el cine latinoamericano. Más de un millón de dólares, aunque menos de 10 millones", afirma Olivera. Durante estos días, el cineasta se encuentra formalizando el elenco definitivo, integrado por algunos de los nombres más conocidos del continente: el mexicano Daniel Giménez Cacho como David Alfaro Siqueiros, el chileno Benjamín Vicuña como Pablo Neruda, la uruguaya Natalia Oreiro en el rol de la escritora Blanca Luz Brum y los argentinos Cecilia Roth como Salvadora Medina y Miguel Angel Solá como su esposo, el empresario Natalio Botana.
El filme se toma una particular libertad creativa. "Transcurre en  1933 y situamos en ese año la llegada de los restos de Gardel, suceso que ocurrió en realidad dos años después", explica Olivera.

ENTRE EL SÓTANO Y LA TORRE
Uno de los centros narrativos del filme es la aventura amorosa de Neruda con Blanca Luz Brum, a la sazón esposa del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. Comunista de carné y agitador, Siqueiros llegó en mayo del 33 a Argentina, invitado por el magnate periodís-tico Natalio Botana, suerte de Ciudadano Kane local, poseedor del diario Crítica, donde se incluían desde artículos de Borges y Einstein hasta la más pedestre crónica roja de la mañana.

Siqueiros había conocido a la escritora uruguaya Blanca Luz Brum tres años antes, entregándole la protección necesaria a una chica que ya a los 20 era viuda.

Juntos abrazaron la causa de Lenin con una fe a prueba de cualquier amenaza, viviendo un romance tan enérgico como corto, herido ya a los tres años por las continuas estadías de Siqueiros en las cárceles de su país. Así, medio desgastados por la militancia y la persecución, ambos llegaron a Argentina como huéspedes de Botana, quien quería que el muralista pintara la bóveda del sótano de su hacienda, ubicada en San Torcuato, cerca de Buenos Aires.

El todopoderoso Botana es objeto de una particular descripción de Neruda en Confieso que he vivido: "Hombre rebelde y autodidacta que había hecho una fortuna fabulosa con un periódico sensacionalista. Su casa, rodeada por un inmenso parque, era la encarnación de los sueños de un vibrante nuevo rico".

Con sólo 29 años, el vate nacional era cónsul en Buenos Aires y venía de publicar El hondero entusiasta y Residencia en la tierra. Su fama, entonces, comenzaba a incrementarse y, atendiendo a esta razón, Botana los invitó a él y a Federico García Lorca (que supervisaba el montaje de Bodas de sangre en el país) a una cena de honor. Siqueiros, por otro lado, sólo vivía para pintar con urgencia febril el mural del sótano, cuyo gran motivo no era otro que repetidos desnudos de su esposa Blanca Luz.

Aunque muchos dudan hasta hoy de las escaramuzas románticas nerudianas, Olivera dice que su filme tiene base real: además de documentos de la época, está el libro de memorias Confieso que he vivido. Ahí Neruda define su affaire como una "aventura erótico-cósmica", de la que García Lorca (a quien recién había conocido) fue testigo y encubridor, mientras Siqueiros (con el que el poeta aún no trababa amistad) trabajaba en la inclemencia de los subterráneos.

Tras una serie de miradas y sonrisas cómplices con Blanca Luz Brum ("una poetisa alta, rubia y vaporosa, que dirigió sus ojos verdes más a mí que a Federico durante la comida"), el autor de Crespusculario se escabulló con ella hacia el piso más alto de una torre blanca, aledaña a una piscina.

En aquella habitación Neruda dice no haber resistido más a la tentación ("me di cuenta de que era una mujer carnal y compacta, hecha y derecha"), desvistiendo a la chica y tendiéndola en el piso ante la mirada asombrada de un García Lorca estupefacto. Luego, y presa de gran impaciencia, el poeta le pidió a su amigo que se largara de una vez por todas y las oficiara de guardia en la puerta, presto a avisarle de cualquier visita inoportuna. La mala suerte, sin embargo, quiso que el atolondrado García Lorca terminara rodando por las escaleras cuesta abajo, medio asustado por la misión de vigía que el chileno le pidió improvisar.

En el acto, Neruda y Blanca debieron interrumpir de mala gana  su apasionado encuentro para socorrer al accidentado.
La película de Olivera transitará después por la relación que Blanca Luz Brum  mantuvo con Botana, de quien fue amante hasta que éste murió, en un accidente, el año 1941.

AYUDANDO A SIQUEIROS
Cuando Neruda protagonizó esta aventura (negada por Blanca Luz Brum en sus memorias, ver recuadro) aún no era un autor comprometido, estaba lejos de la militancia contingente de sus años posteriores. Por el contrario, Siqueiros (ocho años mayor) ya había soportado la prisión de Lecumberri, en México, e incluso terminó siendo expulsado después por el propio presidente argentino, tras ser considerado "peligroso" para la nación. De vuelta en su país, Siqueiros fue uno de los que participaron en el atentado fallido contra León Trotski, en mayo de 1940, debiendo escapar de la tierra azteca para evitar una condena.

Neruda, ahora ya comprometido como nadie y con la experiencia de la Guerra Civil Española, era en ese tiempo el cónsul general de Chile en México. La ayuda del camarada comunista que siete años antes había desvestido a la mujer de Siqueiros no se hizo esperar y el poeta tramitó una visa hacia Santiago de Chile. Quizá se trató de una vuelta de mano. O tal vez fue la orden del partido.

Así, mientras Blanca Luz Brum se desencantaba de su ideología de juventud después del pacto de Stalin con Hitler de 1940 y vivía su aristocrático romance con Botana en Buenos Aires, su ex pretendiente ayudaba a salir con vida a su ex esposo

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