Para Sergio Barrientos, el director del Centro Sismológico Nacional dependiente de la U. de Chile, haber vivido el terremoto del 60 fue un privilegio que muchos científicos del mundo envidian. Y aunque era sólo un niño, el sobrevivir al peor terremoto de la historia del planeta -medido instrumentalmente- fue una oportunidad única que sin duda marcó su futuro profesional al mando de una institución oficial clave en el país más "terremoteado" del orbe.
Hoy, cuando se cumplen 55 años de ese fatídico domingo 22 de mayo a las 15 horas con 11 minutos, aún recuerda "como las chimeneas en las casas se caían sobre sí mismas, los cables de alta tensión se golpeaban, y era absolutamente imposible mantenerse en pie. Dormimos varios días a la intemperie en carpas y las réplicas se repitieron por mucho tiempo" comenta Barrientos. El terremoto de Valdivia, que hundió la ciudad en dos metros, generando nuevas islas y cerros, fue precedido por otro gran terremoto el 21 de mayo, con epicentro en Concepción, y posteriormente por un maremoto con olas de hasta 10 metros de altitud. A eso se sumó el riesgo de un eventual desborde del lago Riñihue que estuvo a punto de arrasar con lo que quedaba de ciudad. Dos días después, producto del movimiento de las placas, el volcán Puyehue, a 200 kilómetros del epicentro, hizo erupción. Los efectos del terremoto de Valdivia se extendieron desde Arauco hasta Aysén, dejando 2.300 muertos, tres mil heridos, y un millón sin hogar.
Si hacemos una comparación, señala el investigador, entre el 27/F y el terremoto de 1960, los efectos son inimaginables debido a la multiplicación exponencial de la energía liberada entre un sismo grado 8 y un 9, en que crece 32 veces. "Todo es a escala, el 8.8 del 27/F duró 120 segundos, su longitud de ruptura fue de 400 kilómetros, y su desplazamiento máximo (de las placas) de 20 metros. Sin embargo, el 9.5 de Valdivia duró eternos cinco minutos, su longitud de ruptura fue de casi mil kilómetros y la tierra se desplazó hasta 40 metros. Todo crece pero no linealmente, sino en escala logarítmica o exponencial" explica Barrientos.
Megaterremotos destructivos como el de 1960, claramente son hechos excepcionales. Sin embargo, podrían repetirse en el país de acuerdo a la evidencia científica. "De acuerdo a la medición de sedimentos que dejan los tsunamis en el continente, los megaterremotos ocurren aproximadamente cada 300 a 400 años. El próximo, tan grande como el del 60, tendría que darse en el año 2200 aproximadamente". Sin embargo, explica el científico, "eso no significa que entre medio no se produzcan terremotos más pequeños, de 8 grados, como el terremoto de Iquique del año pasado, y que igualmente producen mucho daño a nivel local".
Chile es así uno de los países más sísmicos del planeta, junto a Japón, sin embargo tiene particularidades que lo transforman en un imán para la comunidad científica. "A diferencia de Japón, no sólo se producen megaterremotos muy grandes sino que además son más frecuentes, entonces si uno quiere estudiar terremotos en relación a lo uno debiese esperar en un lugar determinado, lo ideal es venir a trabajar a Chile y estudiar este escenario como un laboratorio para después trasladar ese conocimiento a otras partes del mundo".
Eso es lo que están haciendo en la costa noroeste del Pacifico, en EE.UU., luego de descubrirse hace un par de años que hubo en esa zona un megaterremoto en el 1700, similar al de Valdivia, previo a la ocupación humana. "Para poder estudiar qué podría pasar ahora en EE.UU. , es muy útil para los científicos norteamericanos venir a Chile para saber qué podría ocurrir en esa región. Como ya se sabe que hubo un megaterremoto ahí en el pasado, es seguro que va ocurrir otro grande en esa zona".