Iban apenas 68 minutos de juego. Restaban aún 21 de juego. Y las tribunas del Estadio Mineirao de Belo Horizonte comenzaron a vivir la estampida de los hinchas. Brasil acababa de recibir el sexto cachetazo por parte de Alemania, y el público entendía que no había nada más que hacer. A lo más, ser testigo de una goleada histórica en contra, como terminó ocurriendo con quienes se quedaron en las graderías. La tragedia ocurrida sobre el pasto también se había trasladado a la gente que llegó a la cancha con la ilusión de ver a los verdeamarillos llegar a la final. Pero eso no estuvo ni cerca de ocurrir.
Incluso, quienes quedaban en el estadio, a la altura del minuto 78, con el séptimo tanto de la Mannschaft, no pocos aplaudieron de pie la exhibición futbolística brindada por los germanos.
Entre las lágrimas y la decepción, la ira también se focalizó en un hombre: Fred. El delantero que nunca fue factor en el torneo, se ganó el repudio generalizado por su bajo rendimiento. Y la incredulidad ante la goleada alemana se canalizó descargándose con el delantero, pero no fue el único. Cuando el Scratch volvió de vestuarios tras el entretiempo, se llevó una rechifla generalizada. Es que nadie se salvaba en el equipo de Luiz Felipe Scolari.
Entre el sexto y el séptimo gol, el público local, hastiado por la inoperancia de Brasil, hacía bajar los "ole" desde la tribuna ante cada toque de una Alemania de Löw perfecta.
Tras el último tanto de los germanos, los alemanes que habían llegado hasta las tribunas del Mineirao empezaron a corear un tibia "Brasil, Brasil", como reconocimiento a la amabilidad de la hinchada local, pero con un dejo de ironía.
La tragedia había comenzado a fraguarse en el primer tiempo. Desde el descanso en adelante, los brasileños transformaron sus lágrimas y frustración en repudio hacia un equipo totalmente deslucido y que rápidamente se quedó sin, siquiera, espíritu de lucha.