Nunca imaginó en sus sueños Dalcio Giovagnoli que, estampada su firma y comprometerse de mantener en su categoría a Cobresal, iba a subir al pódium de los vencedores. Comprometerse a no descender era la única consigna. Empezó a entender la experiencia de un desierto no buscado con jugadores en un encuentro ilusorio de vidas. Centró su atención en los estados de ánimo, en la lucha soterrada y tangencial de la rutina. El silencio y la calma iban a ser sus fieles aliados para salvarse del descenso. Empezó a urdir un método para construir de una convivencia desolada a una comunidad no sólo con hambre de gloria sino además con sed de triunfo. Trabajó con ahínco hombro con hombro con cuerpo técnico y jugadores. No fueron sorpresa y convencieron por el simple expediente del trabajo.
Ése es el gran ejemplo para los que creen que sólo lo boyante y sustancioso garantiza el éxito. Al técnico argentino le destacó su humildad y sagacidad, nunca se salió de madre en sus declaraciones en el triunfo ni en la derrota.
Giovagnoli,cual arqueólogo en el subsuelo del fútbol profesional, descubrió potencialidades en hombres que querían reivindicarse ante los ojos del mundo futbolero. Convenció a sus jugadores de que no eran, como se dice en jerga minera, el relave del crudo mineral o el raspado de la olla.
Con la convicción de los pertinaces empezó a delinear su estrategia social y futbolística. Su lenguaje conceptual fue ruta, cancha, trabajo, sudor y sueños. No había margen para el aburrimiento, pues estaban instalados en una atmósfera comprensiva de un mundo común. A través de un balón de fútbol revivían el tiempo, no lo mataban.
Horas y horas de trabajo en pos del objetivo inicial, no caer a la Primera B. Para alcanzar los propósitos no hay otro modo que ser rigurosos y soñadores. La preparación física, los trabajos tácticos, la persistencia en mejorar lo técnico y nunca perder la humildad fueron trabajados con desvelo. Las presiones de estar en la cima preocupaban. La labor social se realizaba en cualquier lugar del campamento.
Se juramentaron hacer historia. Con errores y aciertos ascendían y se alejaban de los últimos lugares. También se distanciaban de los egos que provocan tanto daño. El técnico argentino sabía que incluso ganando eran realmente un equipo sin magia ni glamour pero con efectividad y entrega les alcanzaba. Fueron escalando posiciones paso a paso, sin perder el norte. Con sudor y fe creyeron que podían pisar una alfombra roja o una tarima con la fanfarria del campeón.
El liderazgo de Dalcio se hacía sentir. Lo que no lograban los astrónomos, ellos como equipo podían hacerlo. Ganar a la Universidad Católica y Colo Colo fue clave. Sucumbían los grandes del fútbol chileno y se elevaba la fe. Giovagnoli con poco hizo mucho, reflexivo de las debilidades optó por resguardarse de las potencialidades de los grandes.
Conformó una defensa con un arquero de experiencia y cuatro defensas en el fondo, cuatro en el mediocampo y, según las circunstancias, dos en el ataque. Y si se daba el resultado, uno de ellos socorría al mediocampo. 19 goles en contra (una de las tres vallas menos batidas) ratifican su certeza. Buscó los puntos fuertes y conformó un eje que sostenía el andamiaje: un buen arquero como Peric, Martorell en defensa, Fuentes en mediocampo y Donoso en ataque. 28 goles a favor y solo tres derrotas hablan de su estrategia.
Siempre escuché a algunos connotados técnicos chilenos lamentarse de no poder acceder a equipos de categoría para saborear los manjares del éxito. Con clubes sin historia ni dinero no se puede, reclamaban. Con jugadores de segunda categoría es imposible, insistían. El técnico argentino les recordó que sí se puede hacer historia enviando señales claras. Que los sueños colectivos pueden ser realidad. Que con un discurso coherente y una respuesta del esfuerzo mancomunado todos están calificados para recibir la lluvia de papel picado.
En el desierto hay astrónomos que observan con potentes telescopios el nítido cielo en busca de nuevas galaxias, también caminan silentes aquellos que cabizbajos horadan la tierra con la esperanza de hallar a sus seres desaparecidos y del mismo modo los arqueólogos que hormiguean escarbando la tierra en el subsuelo de la realidad. Ésa es la nostalgia del silencio.
Los astrónomos seguirán explorando el universo, la gente paciente y sufrida buscará el camino de la verdad, los arqueólogos continuarán dilucidando el pasado. Dalcio Giovagnoli y sus jugadores son privilegiados, tocaron una estrella en tiempo presente que ya es pasado.