Una iglesia y el Campus Oriente. De todos los lugares del mundo, Alberto Vega dijo que era a esos dos donde más quería ir cuando un computador especial al fin le permitió comunicarse. Más de tres años han pasado desde esa declaración. Recién ayer cumplió la segunda parte de ese anhelo.

Guirnaldas de colores dicen "Bienvenido Alberto" en la entrada de la pequeña sala 4 de la Escuela de Teatro UC. Estudiantes, profesores, amigos, fotógrafos, camarógrafos y periodistas repletan el lugar en que al frente, a la derecha, el actor y director se presenta por primera vez en siete años como lo que siempre fue: un activo hombre de teatro dispuesto a hablar de sus proyectos.

Hay novedad. Vega viene, a sus 62 años, a presentar un adelanto de su debut como dramaturgo. Pero también hay emoción. Vega vuelve a la escuela en la que estudió y que dirigía cuando un lomo de toro encaró su bicicleta el 5 de marzo del 2006, lanzándolo hacia un golpe que lo dejaría atrapado en su cuerpo. Diagnóstico: síndrome de enclaustramiento. Consciente y lúcido, pero sin poder moverse, hablar, siquiera tragar. Sólo la risa, el llanto, el parpadeo y la oscilación de sus pupilas le han permitido comunicarse desde entonces. El 2010, un computador que lee sus ojos le facilitó la tarea, que de todas formas sigue siendo lenta, difícil.

"Pirandello y Shakespeare, dos enormes dramaturgos". Veinte minutos le llevó escribir esa frase en su computador y un tercio de ese tiempo lo pasó buscando la "s" que le daría el plural al sustantivo y el punto que indicaría que ya no tenía más que decir, por el momento. Perfeccionista, emocionado y alegre, así se vio ayer a Vega.

"Lo hicieron magnífico", escribió -tilde incluido- en su computador  cuando terminó la lectura dramatizada de Los gigantes de la montaña presentan a Lear.  Con los actores detrás de él, no pudo verla; pero reía mientras la escuchaba. Y el público también lo hacía. Es que la escena era cómica, aunque la historia no lo es tanto. La obra en la que Vega trabaja es la de una compañía teatral decadente que llega a una comunidad extraña, donde nadie  se interesa por su arte. El texto es un cruce entre Los gigantes de la montaña, de Luigi Pirandello; El rey Lear, de  Shakespeare, y las reflexiones del propio Vega junto a sus apuntes de una dirección que no puede hacer.

Está escribiendo desde abril. Embalado, dice Macarena Baeza, organizadora del  proyecto que, Fondart mediante, espera estrenarse el 2014 en el Teatro UC. El equipo es grande, ya suma a buena parte de la compañía La Calderona como potencial elenco, y a Andrea Franco y Roxana Gómez como codramaturgas. Sucede que Vega pidió ayuda en la parte escritural. De La madrastra a Art, su larga carrera en televisión y teatro no lo tuvo nunca antes en la función de escribir, de ahí su deseo de asesoría. En este proceso, se vio actuar a sí mismo en el video del montaje de Lear con traducción de Nicanor Parra de 1992.

Antes de la lectura dramatizada, Baeza leyó un texto escrito por Vega que comenzaba con una oración atribuida a Santa Teresa y terminaba así: "Este ha sido un proceso de investigación apasionante; ver, por vez primera, El rey Lear fue una emoción indescriptible.  Ustedes verán el resultado de dicho proceso; el resto es silencio (Shakespeare)".

Tras la lectura, lo último que comentó Vega fue: "'El rey Lear', el amor filial".  Luego vino un aplauso,  largo, aunque pequeño en comparación a la fila de personas que se acercó a felicitarlo y a la sonrisa de la señora que lo cuida hace años, que todo el tiempo sonreía tras él, orgullosa.