El estrés del cumpleaños
Encontrar una fecha disponible, escoger el local, cotizar precios, definir la decoración, preocuparse de las invitaciones, mandar a hacer la torta, agradecer los regalos. ¿Matrimonio? No. Comenzó la temporada de cumpleaños infantiles.
Castillos inflables, camas elásticas, tortas que tienen tanto trabajo que da pena partirlas, cupcakes, spa, peluquerías, princesas, animales exóticos, monitores o ponys. La mesa con suflitos y globos, y los juegos caseros como "póngale la cola al burro", ya no bastan para celebrar a los preescolares y escolares. Hoy se necesita espacio, producción, tiempo… y plata.
El negocio de los cumpleaños infantiles ha crecido en la última década y hay ofertas cada vez más completas y, como consecuencia, los niños también esperan más. Por eso, cuando se acerca la fecha, las billeteras y las mamás, que siguen siendo las que en general asumen la organización del "evento", tiritan.
Primero está el tema del local, para lo que existen dos grandes opciones: hacerlo en la casa o buscar un lugar afuera. En el caso de los más chicos, se recomienda invitar a todos los compañeros para que nadie se sienta excluido. De hecho, muchos colegios han normado ese ítem y no reparten las invitaciones en la sala a menos que la clase entera esté considerada o, en el caso de los mixtos, todos los del mismo sexo del o la que organiza la fiesta. El problema es que con cursos de 30 o 40 niños pocas casas resisten la convocatoria y hay que empezar a mirar para el lado.
La segunda opción, menos íntima, pero más cómoda, es hacerlo en un local. Se lleva a los niños y a las dos o tres horas, los padres salen con la criatura arrastrando una bolsa de basura llena de regalos, aliviados y felices de haber sobrevivido una vez más al cumpleaños de su propio hijo, sin tener además que barrer floreros rotos, sacar frugelés del sofá ni huellas digitales de chocolate de los vidrios. Tradicionalmente los clubes ofrecen este espacio, pero sólo para sus socios, por lo que han aparecido otras alternativas, y ejemplos de cómo ha crecido el negocio hay por montones. Hoy se pueden hacer celebraciones en parques de entretenciones (como Kidzania, donde un paquete vale $14.500 por niño) y locales de comida rápida (en Chuckecheese los precios van desde los ocho mil a 13 mil por invitado dependiendo de las actividades) o en la Granja Aventura del Parque Mahuida (entre $6.900 a $8.900, sin comida). El Spa Mund ofrece una tarde de piscina a partir de 7.500 pesos y en el Teatro de la Aurora hay opciones de teatro, circo o baile por 14 mil pesos por persona. También se ha popularizado la versión salón de belleza (por ejemplo, Spalicious en Bilbao con Tomás Moro, cobra 17 mil por el servicio full que incluye maquillaje, peinado, manicure y desfile de moda), princesas, repostería, disco-peque (en Funplay de Ñuñoa cuesta cerca de ocho mil con bola de luces, karaoke y máquina de burbujas). Las plazas y parques también se han convertido en escenario de celebraciones infantiles, una alternativa gratis, pero que puede ser un poco más complicada cuando son muchos niños porque son espacios abiertos.
Serpiente o pony
Cuando un niño es pequeño los cumpleaños son planeados y diseñados por sus padres. Cuando el hijo crece comienza a manifestar sus propios gustos, empiezan a jugar un papel importante las modas y la competencia con sus pares. "Pero de todas formas hay un juego de identidad, la madre siempre va a tratar de poner su sello porque tiene que funcionar. Existe el riesgo de que algo falle y eso es lo peor que podría pasar. Suena absurdo, pero realmente en este tipo de situaciones hay muchas cosas en juego", explica la directora del Programa de Antropología de la Universidad Católica, Marjorie Murray.
La antropóloga austríaca Alison J. Clarke realizó un estudio llamado Consuming Children and Making Mothers: birthday parties, gifts and the pursuit of sameness, donde asegura que en la última década las fiestas de cumpleaños infantiles han emergido como una herramienta de consumo. "Una intersección entre comercio y maternidad, cuya organización no es un tema de padres e hijos, sino que es parte de una red de negocios y regalos que actúa recíprocamente", dice.
Por eso no basta con tener un espacio para celebrarlo y tener a los niños reunidos. Hay que preocuparse de que los invitados lo pasen bien y de que todo se vea lindo, pero realmente lindo. A la oferta del supermercado y la fascinante calle Meiggs, se ha sumado una industria más sofisticada de tortas temáticas, cupcakes, cakepops y todo tipo de queques de colores, sorpresas hechas especialmente para la ocasión, confeti (un pariente elegante de la challa) y tenedores de madera decorados, tal como se puede ver a través del surgimiento de tiendas como Que linda es mi fiesta, Saltibamqui, Punchi eventos, Chips no more o Abeja Reina que ayudan a lograr cumpleaños y fiestas "con estilo". La pyme TanBonito, hasta personaliza accesorios como banderines o guirnaldas con nombre. "Vi un mercado tan interesado en este tipo de productos que incluso compré una máquina que me ayuda a armar parte del trabajo que ofrecemos", explica Victoria Martínez.Varias de estas empresas tienen cuentas en Instagram donde sus numerosos seguidores ven el último modelo de torta o decoración.
A los niños, además, hay que mantenerlos interesados. "En el caso de los hombres no es tanto el estrés, la gente contrata un profesor de gimnasia o juegan fútbol, pero con las niñitas es más complicado", dice María de los Ángeles Reyes. Junto a su socia, tiene En nuestras manos, un servicio que ofrece babysitters por hora y que en el último año se han expandido al rubro cumpleaños. Ellas ofrecen monitoras que entretienen a las niñitas haciendo actividades de peluquería en las que se peinan y hacen pinches con cintas y otros de orfebrerías. El servicio cuesta 70 mil pesos por dos horas. "A muchas mamás les da angustia que alguien se aburra. Que alguien no quiere participar en las actividades. Pero siempre hay un grupo chico al que no le gusta sumarse porque son más tímidas o les gusta estar más tranquilas, es inevitable", explica.
Génesis Lagos lleva sólo algunos meses en el negocio de las animaciones a través de su empresa Bibidi Bobidi Bu y dice que la demanda crece cada día. Lo suyo son las princesas. Trabaja con actrices a las que entrena hasta el último detalle para que lleguen a hablar como las de los cuentos o películas. El paquete básico vale 150 mil pesos e incluye canto y baile de la princesa, cuenta cuentos, coronación y fotos Polaroid con la cumpleañera y el full que además de todo eso contempla manicure, peinado y maquillaje por 230 mil. Su público mayoritario son las niñitas entre tres y siete años.
Francesca Gorrini, dueña de una empresa que se llama Candy Chic, se encarga de la comida y ambientación de fiestas. "Hoy día los cumpleaños parecen matrimonios, la gente está cada vez más exigente, quieren diferenciarse, exigen cosas únicas. Incluso no quieren que se vean las marcas de los productos que se usan. Muchas veces me han pedido eventos basándose en ideas que han visto fuera de Chile a través de internet", explica. El suyo es un servicio caro -25 mil pesos por niño-, pero tiene la agenda copada y muchas veces trabaja viernes, sábado y domingo en celebraciones agendadas con meses. ¿Y los papás? "Casi siempre se quedan y transforman esto en una reunión de amigos, por lo que muchas veces piden además un cóctel para ellos y un mozo que los atienda".
A eso se suman servicios novedosos que ofrecen serpientes y tarántulas a domicilio (entre tres y cuatro mil pesos por niño con demostraciones) o ponys para que paseen a la princesa por el jardín, a 80 mil el caballito por tres horas.
En oposición a la fiesta demasiado producida y externalizada, también prolifera la mamá ultra hecha en casa. Esa más vintage que prepara naranjitas con gelatina, fabrica la piñata con sus manos, les hace capas y tutús a los invitados, y transpira decorando la torta. Eso abarata costos, pero requiere un tiempo que no todas tienen y por eso, según Alison J. Clarke, este anticomercialismo abierto y evidente también "puede ser la más alta forma de ostentación y traición de la madre contemporánea. Mientras el cumpleaños 'natural y hecho en casa' puede parecer ideal, no lo es frente a los ojos de una madre presionada, que está obligada a tomar 'atajos' y optar por cosas previamente hechas".
Qué hay detrás
¿Qué motiva a algunas familias a gastarse hasta 500 mil pesos o invertir semanas diseñando el cumpleaños número cuatro de su hija?
A la psicóloga Vinka Jackson, quien trabaja en Chile y Estados Unidos en temas de cuidado de los niños, el asunto le sorprende, no sólo desde lo profesional, sino también desde lo personal. Ella tiene dos hijas, una de 26 y otra de seis años: "A mediados de los noventa, los cumpleaños a los que iba la mayor eran en las casas de sus amiguitos, había torta y golosinas, se invitaba a todo el curso y los apoderados sólo iban a dejar y a buscar. Se le podía pedir a un hermano o prima que ayudaran con juegos y animaciones". En esa época se fue a vivir a Estados Unidos y no se encontró con algo muy distinto. "Hubo algunas fiestas más producidas, pero durante la enseñanza media todos los cumpleaños fueron en las casas y en horarios razonables. No sé si tuve suerte, pero no recuerdo ni una sola oportunidad en que mi hija volviera triste o accidentada de una fiesta durante su vida escolar, tampoco que ella o sus compañeros compitieran en esta esfera, ni que exigieran a sus padres mucho más que una torta y quizás con un personaje o un mensaje especial junto a las velas. Ni siquiera en el imperio del consumo vi mayores estreses en esa época". Cuando volvió a Chile en 2011, le tocó empezar la historia otra vez con la menor y la sorprendió el nivel de producción que había hasta en el jardín infantil. "Comencé a preguntar en todos lados, y me di cuenta de los esfuerzos, a veces al punto de importantes endeudamientos, que hacían las familias para celebrar los cumpleaños".
Sin embargo, pese a que hoy hay más alternativas y oferta, para Marjorie Murray el fenómeno no es tan nuevo. Según ella, tiene que ver con que vivimos en una sociedad completamente centrada en el niño. "Ahora en países anglosajones está de moda una tendencia llamada Child Centered, que ha elevado al niño dentro de la organización familiar, pero la verdad es que en Chile eso ha existido históricamente, sobre todo en las clases bajas y medias. Hoy todos hablan de apego, colecho y maternidad extendida, pero eso siempre ha ocurrido. Por una cuestión cultural y de fuerte raigambre religiosa, en nuestro país el niño es sagrado, un 'angelito' y, por lo mismo, el centro de la vida. Acá una mujer no se valida cuando se hace adulta, profesional o esposa, sino que cuando se transforma en madre".
Para esta profesional, el mejor termómetro para medir cómo funciona la dinámica familiar y de los colegios son las celebraciones. "Un tema que cruza todas las clases sociales. El cumpleaños es importante y lo ha sido siempre, la gente que tiene menos se gasta sumas impresionantes de dinero en estas fiestas -o en los bautizos que son rituales sorprendentes en ese sentido-, en que aunque se tenga poco se hace en grande".
A la directora del Colegio Villa María Academy, Ana María Tomasini, el tono de las celebraciones y regalos le preocupa. Según ella, las actividades muy grandiosas crean en el niño una sensación de superioridad, "una autosatisfacción de que lo que se ha hecho es mejor que lo de los otros, lo que hace perder el sentido de las proporciones, pues un niño no es capaz de evaluar lo que se ha gastado en una fiesta". Sobre todo porque trabaja con alumnas de familias con alto poder adquisitivo, trata de promover la sencillez, y el tema de las celebraciones se ha discutido en las reuniones y charlas de admisión con los padres. "Es perfectamente legítimo y adecuado vivir sin privaciones, pero también es importante empatizar con la sociedad y el país, evitando excesos y ostentaciones. Es vital que los padres tengan cuidado en conservar el mayor tiempo posible la infancia, por lo que pedimos que estas celebraciones sean eso: fiestas con payasos, juegos, magos y animadores infantiles, y no estilistas, manicuristas ni DJ, que corresponden a una edad distinta".
Equilibrio
No hay que olvidar que detrás del énfasis en los cumpleaños hay amor. La gente quiere mucho a sus niños y quiere demostrárselos a ellos y a los demás, y en la medida en que sea así, que cada uno celebre como quiera. El problema es que el cumpleaños se vuelve una exigencia y se produce una escalada de nervios o recursos.
Para la antropóloga Marjorie Murray tiene que ver con la crianza y la formación, con que exista un continuo y una coherencia en los regalos, la importancia de las fechas y, en ese sentido, el entorno educativo es muy importante. "Muchas familias se meten en un entorno que puede superarlos y terminan viviendo en pos de eso. La sociedad aspiracional es la clave, entender cuánto de 'reparación' existe en estos papás que le ofrecen a sus hijos celebraciones absolutamente fuera de norma".
¿Es posible ser austero? "Siempre que te instales en un medio que lo haga posible. En las familias jóvenes el entorno educacional es clave y es por eso que esa elección temprana es tan importante, porque es la que va a formar la identidad de las familias en un país donde las desigualdades siguen siendo muy fuertes, no sólo en lo económico", explica la profesional.
La directora del colegio Villa María cree que "una actividad más sencilla no tiene por qué ser aburrida. Al revés. Lo que queremos transmitir a las niñas es que las cosas cuestan, que no siempre se puede tener lo que uno quiere o lo que está de moda. En general ellas no reclaman, pero los niños responden a los cánones de sus padres y si ellos no creen en la simpleza, sus enfoques serán distintos. Ojalá los adultos nos acordáramos de lo que hacíamos hace 25 años: jugar en la calle, andar en bicicleta, juntarnos en la plaza, disfrutar la magia y las sorpresas… la imaginación y el juego ya no están de moda y eso hace que los niños de hoy se declaren frecuentemente aburridos", explica.
Según Vinka Jackson, siempre existen opciones. "Habría que preguntarse, además de las preferencias de cada familia y las consideraciones específicas en relación a nuestros hijos, si entre la producción épica y masiva del cumpleaños, y formas más sencillas de hacerlo, no habrá otras modalidades intermedias donde los niños puedan disfrutar de sus festejos, y los papás y mamás disfruten también, con menos presiones. Lo más valioso de los cumpleaños tiene que ver con el significado de celebrar. Y en ese sentido también son instancias de aprendizaje y junto a otros valores como la familia, la amistad, el compartir, convivir, asimismo es un valor el cómo nos acercamos a los ritos, cómo aprendemos a celebrar, a pasarlo bien, qué necesitamos y qué sentido le damos. Hay más matices que sólo la fiesta y los esmeros que muchos papás realizan amorosamente".
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