Hemos transformado a Hungría, hemos convertido un auto viejo con los neumáticos reventados en un auto de carrera", proclama. Apuntalado por la recuperación económica, la debilidad de la oposición y, según sus críticos, por controvertidas tácticas políticas, el primer ministro conservador Viktor Orban se perfila como indiscutible vencedor de las elecciones legislativas de mañana en Hungría. Según las encuestas, todo indica que el controvertido y excéntrico abogado de 50 años seguirá adelante con su "revolución conservadora", pese a la preocupación que su cuestionado gobierno ha generado en el seno de la Unión Europea (UE).

Orban, líder en 1989 de las protestas estudiantiles contra el comunismo en su país, fue por primera vez jefe de gobierno entre 1998 y 2002. Volvió al cargo en 2010, con la promesa de poner de pie al país después de ocho años de gestión socialista y de tres de crisis económica mundial. Amparado por una mayoría de dos tercios en el Parlamento en las elecciones de hace cuatro años, el ejecutivo de Orban, graduado de Derecho en Oxford, ha reforzado su control sobre las principales instituciones del país, incluida la Judicatura y el Banco Central, lo que le ha valido duras críticas internacionales. Algunas medidas fueron denunciadas por grupos de defensa de derechos humanos y por socios de Hungría en la UE, por considerar que amordazaban a la prensa y limitaban la acción de la justicia.

Con esa arrolladora mayoría parlamentaria también redactó y aprobó en solitario una Constitución, que ha sido criticada por la oposición por su fuerte tinte nacionalista y religioso. Para asegurarse una mayoría absoluta, Orban modificó el sistema electoral: dio derecho de voto a medio millón de húngaros residentes en el extranjero, rediseñó circunscripciones y adoptó el sistema de voto uninominal por distrito.

En la primera mitad de 2011, justo cuando Hungría presidía la Unión Europea, Orban comparó a Bruselas con la Unión Soviética y aseguró que "Hungría no tolera que le dicten" lo que debe hacer, al tiempo que acusó a los funcionarios de la UE de estar influidos por la izquierda.

También se le acusa de haberse acercado demasiado a Rusia. "Orban se convirtió en el perrito de (el Presidente ruso, Vladimir) Putin, que se sienta y se acuesta", afirmó el candidato del bloque de izquierda Attila Mesterházy, al denunciar el contrato firmado por su rival en enero para que Moscú financie la construcción de dos reactores en la planta nuclear de Paks, por 12.500 millones de euros. "Para Orban, la amistad con Putin y el europeísmo no son contradictorios", asegura Csaba Tóth, analista político del Instituto Republikon de Budapest, ya que "esas dimensiones de los valores europeos no son suyos".

Ex jugador semiprofesional de fútbol, Viktor Orban no duda en hacer visible su poder. En su pueblo de infancia, Felcsut, construye un estadio para 4.000 personas, que llevará por nombre Ferenc Puskas, en honor a la máxima estrella del fútbol húngaro que en 1977 incluso entrenó a Colo Colo. Claro que la localidad donde se emplaza el coliseo, que costará US$ 17 millones, sólo tiene 1.700 habitantes.