En los años 80, la película Footloose contaba la historia del pueblo estadounidense de Elmore City, una comunidad religiosa en la que estaba prohibido bailar. La medida había sido tomada tras la muerte de cinco jóvenes en un accidente de tránsito, cuando volvían de una fiesta.

En la cinta, los adolescentes del pueblo rural se unen para revertir la prohibición y tener una fiesta de graduación, lo que cobra mayor relevancia por la llegada de Ren, un adolescente de Chicago que traspasa su pasión por el baile y la música a los demás jóvenes.

En Chile también hay un sitio que tiene una realidad similar a la que cuenta esta película: San Pedro de Atacama.

Aunque allí no está prohibido explícitamente bailar, una ordenanza municipal no permite la instalación de discoteques y tampoco autoriza que en los locales establecidos como restaurantes se pueda danzar.

"Nos gustaría tener un lugar donde pudiéramos bailar", reconoce la alcaldesa de San Pedro de Atacama, Sandra Berna.

Hace algunos años, incluso estaba prohibido que en los restoranes se pusiera música. Sin embargo, ahora existe la autorización, aunque con volumen moderado y hasta la una de la madrugada, de domingo a jueves. Los fines de semana, la música puede prolongarse hasta las dos de la mañana, que es la hora en la que todos los locales deben cerrar.

Michael Vadel, empresario turístico de San Pedro de Atacama, recuerda que hace más de 10 años había un lugar donde se presentaban grupos en vivo y se tocaba música andina. "Ahí se podía bailar, pero el problema era que entre las 4.00 y las 5.00 de la madrugada, los turistas que iban saliendo a los tours se encontraban con gente borracha que hacía escándalos", relata Vadel.

La alcaldesa, en tanto, explica que la restricción también se tomó porque las casas del pueblo son antiguas, de adobe y no tienen aislación acústica. "En el casco antiguo vive gente y también hay hoteles, y las calles son angostas, por lo que el ruido impediría el descanso de las personas", afirma.

Existe una opción de instalar locales en las afueras del poblado, que atrae cada año a miles de turistas. El concejo municipal zonificó el lugar y autorizó la realización de fiestas en las cercanías de un lugar conocido como Pozo Tres, ubicado a unos tres kilómetros del pueblo.

La restricción genera otro problema, según plantea la alcaldesa Berna: las fiestas clandestinas. Muchas de ellas se realizan en casas particulares, donde se cobra entrada y se vende alcohol. Según estadísticas de Carabineros, en 2013 se recibieron 51 denuncias hechas por los vecinos contra este tipo de eventos.

El comisario de San Pedro de Atacama, mayor Gonzalo Pereira, señala: "Se puede hacer una fiesta en la casa sin molestar al vecino. El problema es que aquí cobran entrada y venden alcohol en ciertos lugares que tenemos detectados". Otro problema, añade, "es que no podemos llegar e ingresar, porque son sitios privados".

Pereira afirma que también se detectan incumplimientos por parte de los locales establecidos como restoranes, en los que no se puede bailar, sino sólo escuchar música a volumen moderado. "Los dueños son responsables de que los clientes cumplan con la ley", indica.

La asociación indígena de ecoetnoturismo Pozo Tres, presidida por Rolando Husmire Coca, está intentando conseguir una patente de discoteque en ese sector distante a tres kilómetros, en una propiedad entregada a nueve comunidades indígenas de San Pedro, luego de ser adquirida por la Conadi en 2006.

"El objetivo es diversificar la oferta turística, estamos en conversaciones con el municipio desde 2013 para tramitar el permiso", afirma Husmire. Y añade que "a las personas que viven en el casco antiguo les molesta incluso el ruido que generan los restaurantes. Por eso nos parecen bien las restricciones".

El dirigente atacameño añadió que con la instalación de una disco, los pueblos indígenas de la zona pretenden "dar una solución a una problemática, porque recibimos muchos reclamos de los comuneros por las fiestas clandestinas que se realizan en los alrededores del pueblo de San Pedro de Atacama".