Cuarenta y dos años le tomó al Frente Nacional (FN) convertirse en la primera fuerza política de Francia. Algo que logró en las elecciones europeas del domingo pasado y que no es necesariamente extrapolable a otro tipo de comicios. Una travesía en la que resulta determinante el relevo de su histórico líder, Jean Marie Le Pen, en 2011, por su hija Marine, quien imprimió un cambio de estrategia y aplacó los aspectos más radicales de su discurso nacionalista.
El FN fue fundado en 1972 por el ex paracaidista y ex combatiente Jean Marie Le Pen, con un discurso nacionalista, xenófobo y populista, en parte inspirado por el neofascista Movimiento Social Italiano. En los primeros años tuvo resultados desastrosos en las elecciones y sólo logró un despegue en las urnas coincidiendo con la llegada de los socialistas al poder. Así, logró captar el voto de los desencantados de la derecha y de la izquierda.
De ahí en adelante, el partido logró mantenerse entre un 10% y un 15% del electorado, hasta que se produjo el golpe de efecto de las elecciones presidenciales de 2002, cuando, favorecido por la división de la izquierda, consiguió pasar a la segunda ronda y enfrentar a Jacques Chirac. Si bien fue un logro, en la práctica se tradujo en un desgaste del Frente Nacional y en el liderazgo de Jean Marie Le Pen. Por eso el relevo asumido por Marine, en enero de 2011, posibilitó un giro en los objetivos y las estrategias.
La nueva dirigenta apostó por reducir los miedos que generaba el FN, moderó su discurso en la forma e hizo gestos como reunirse con los líderes de la comunidad judía para asegurarles que su partido condenaba el Holocausto. Intentaba dejar así en el pasado esas polémicas afirmaciones de su padre, como cuando calificó las cámaras de gas como un "detalle" en la historia de la Segunda Guerra Mundial.
A diferencia de lo hecho hasta ese momento, Marine Le Pen no buscó alcanzar la Presidencia de Francia, sino que jugó sus cartas para crear una base del partido más sólida, ampliar su presencia en todo el país y levantar candidaturas en la mayor cantidad de municipios. Así, desde que asumió la dirigencia del partido, cuadruplicó el número de militantes (más de 70.000) y comenzó a avanzar en zonas que eran tradicionalmente hostiles, como Bretaña o Normandía (noroeste del país). Todo eso, al moderar el discurso más ideológico (el que habla de un control más férreo de la inmigración, además de las proclamas antieuropeas y antiglobalización) y hacer propuestas concretas como mejores servicios y reducción de impuestos. A la luz de los resultados del domingo, según un análisis de Ipsos, el mensaje de Le Pen llegó a los sectores más golpeados por la crisis: los menores de 35 años y los más pobres. No por nada el Frente Nacional fue votado por el 30% de los jóvenes y por el 43% de los sectores obreros.