En el cajón de una casa de La Florida está guardada una postal con el siguiente mensaje escrito a mano. "Te mando una foto que me sacaron. Guárdala para tu recuerdo de mi estadía en este lugar. Te mando un beso". La misiva está fechada el 26 de octubre de 1926, viene de Montevideo, Uruguay, y su destinataria es Berta Ciudad, hija de un hogar muy estricto. Ella fue mamá hace poco de su primer hijo, Omar Alfonso Arellano Arellano, a quien no pudo darle su apellido. La familia se lo prohibió por la vergüenza de quedar embarazada siendo soltera.
El niño sólo puede llevar la denominación del padre, el mismo que envió la postal durante la participación de la selección chilena en un torneo Sudamericano. Se trata de uno de los mejores futbolistas del momento, una figura que con 24 años está en la flor de su vida, máximo líder y fundador de Colo Colo. Un insider izquierdo que no tiene la menor idea de que pronto pasará a convertirse en una leyenda.
Ese jugador de carácter fuerte e ideas visionarias se llama David Alfonso Arellano Moraga. Es el mismo que, enojado porque Magallanes no lo quiso nombrar capitán, reunió en 1925 a 12 jóvenes igual de impetuosos, en un bar de Santiago, ubicado a metros del Cementerio General: el Quitapenas. El mismo que los instó a formar un nuevo club, proyecto que pocos días después se concretó, con la fundación del Club Social y Deportivo Colo Colo, el 19 de abril de 1925.
Hoy se cumplen 90 años del nacimiento del equipo más ganador del fútbol chileno. Un cumpleaños que, pese a la dura derrota de ayer ante Universidad Católica, igual celebran los colocolinos. Y todo comenzó con Arellano, cuyo amor por este deporte terminó alejándolo su otro gran romance, el que tenía con Berta. Tenía fama de mujeriego, sin embargo, estaba decidido a casarse con ella, para sacarla de la deshonra. Le prometió que a la vuelta de su primera gira por Europa con Colo Colo, la primera también de un club chileno en el Viejo Continente, contraería nupcias y se haría cargo del pequeño Alfonso.
La historia es conocida por todos. David Arellano jamás volvió de ese viaje. El 2 de mayo de 1927, tras sufrir un duro choque con un defensa del Valladolid de España, el futbolista recibió un fuerte golpe en el estómago. Los médicos lo atendieron de urgencia, le diagnosticaron una peritonitis, pero era imposible operar. Falleció al día siguiente.
Murió el hombre, pero nació el mito. Colo Colo y el fútbol en general recuerdan con respeto a una figura que marcó la historia de esta disciplina en Chile. Berta, sin embargo, nunca más volvió a ver a quien soñaba como compañero para toda la vida. La muerte de Arellano, además, le costó la vida a su relación de madre con Alfonso. Sus padres, para ocultar su condición de madre soltera, enviaron al niño a la casa de la abuela, Amadora, para que ella lo criara.
"A mi padre lo ocultaron, porque les daba vergüenza. La mamá no pudo hacer nada. Perdió casi todo el contacto con él, se casó años después y formó su propia familia", explica Tomás Alberto Arellano Cerda, el primogénito del vástago oculto del futbolista. El imprentero de 62 años se emociona al recordar un episodio que sólo conoció por la historia que le contó su padre.
Un relato que nunca escuchó, puesto que Alfonso Arellano nació sordo y, por consecuencia, mudo. "Yo creo que mi abuelo (David) nunca supo que tenía esa enfermedad", apunta Tomás, mientras disfruta una cazuela muy caliente, servida en pocillo de greda, en el mismo Bar Quitapenas donde su abuelo trajo a la vida a Colo Colo. Ahora, eso sí, el local se trasladó a la esquina de Recoleta con Valdivieso, siempre a un costado del Cementerio.
En el almuerzo también está Tomás David Arellano Gumera, hijo de Tomás Alberto y bisnieto de la leyenda. Geógrafo becado de la Universidad Católica, el joven sueña con llevar esta historia a la pantalla. "Estoy estudiando un diplomado producción audiovisual. Mi anhelo es hacer una miniserie con los relatos de David Arellano, hacer el guión, incluso. He pensado en el actor Pablo Cerda para que haga el papel de mi bisabuelo", apunta.
Toda la familia es colocolina ("lo llevamos en la sangre", dicen los dos comensales). Don Alfonso, de hecho, trabajó en la primera etapa de construcción del estadio Monumental, como un obrero más, en la década del 50'. En esa época, no sabía que era hijo del fundador del club.
El ambiente del Quitapenas y la pasión con que describe la vida de su padre, alimentan la conversación. Los Arellano están orgullosos de su apellido, tal como lo estuvo don Alfonso hasta el día de su muerte, el 15 de noviembre de 2011. Su recuerdo sigue vivo en la casa de la Florida, tan vivo como el mito de su abuelo.