Los médicos describen al hambre como una señal del cuerpo al ser humano que lo insta a comer. Un hambre permanente lleva a la desnutrición.
Según una definición de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO), está desnutrido aquel que come menos de lo que necesita para mantener su peso trabajando ligeramente.
Según la FAO, la cantidad de alimento necesaria para ello es de entre 1.800 y 1.900 kilocalorías diarias. A nivel mundial, hay 1.020 millones de personas por debajo de ese valor, la cifra más alta desde 1970, cuando por primera vez se hizo una estadística mundial del hambre.
Con menos de 1.400 kilocalorías diarias, es decir, cuando se cubren las necesidades energéticas mínimas, se habla de desnutrición extrema y hambre crónica.
Si esa situación persiste, el cuerpo se debilita. También bajan las defensas a las enfermedades. Los niños desnutridos se desarrollan con un fuerte retraso.
UNA AMENAZA MUNDIAL
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), anualmente nacen 17 millones de niños faltos de peso de madres desnutridas. El hambre es la amenaza número uno a la salud en el mundo.
En personas debilitadas por el hambre, muchas enfermedades inofensivas son letales. En niños subalimentados, están especialmente extendidas las enfermedades de las vías respiratorias y la diarrea.
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) diariamente mueren 25.000 personas como consecuencia del hambre. De ellas, 13.000 son niños.
En países en vías de desarrollo, hay 146 millones de niños y niñas menores de cinco años por debajo de su peso, es decir, uno de cada cuatro. Más del 70 por ciento de ellos vive en diez estados, la mitad de ellos en el sur de Asia.
Según estima el PMA, la vida de 684.000 niños malnutridos podría salvarse cada año con vitamina A. La falta de vitamina A es considerada la causa de muerte de un millón de niños cada año.