Cuando José Donoso le pidió matrimonio a María Pilar Serrano, exigió dos condiciones: que ella supiera manejar, pues él no sabía conducir automóviles y, ya a los 37 años, era tarde para aprender. En segundo lugar, le pidió que leyera En busca del tiempo perdido de Proust, de punta a punta, para que tuvieran algo de qué conversar. Donoso, a su manera, estaba siendo claro, incluso transparente: la literatura era la principal razón de su existencia y, como buen artista romántico, era un inútil, alguien incapaz de ordenar qué había que cocinar, de ir solo a realizarse unos exámenes médicos, de pagar cuentas o de cualquier otro trámite que lo distrajera del proyecto literario de turno. "Mi cárcel es mi novela", repetía, aunque tras la lectura de la biografía escrita por su hija Pilar se infiere también que era su bálsamo. Porque vivía encerrado en la escritura, pero al mismo tiempo protegido por ella, con una libertad imaginativa que nunca se permitió en la vida cotidiana. No es extraño que ante el papel aflorara un monstruo.
Correr el tupido velo es el título del volumen que Pilar Donoso presenta el próximo miércoles en la librería Qué Leo y que escribió a partir de los diarios del escritor que se encuentran en la Universidad de Princeton y de las conversaciones que tuvo con él, con la intención explícita de realizar una biografía. "Fueron como seis meses de conversaciones, ya cuando estábamos en Santiago", recuerda ella. "Yo estaba feliz con todo el material, pero cuando lo enfrenté con los diarios me di cuenta de que él estaba ficcionando, dando una idea de lo que quería que se dijera de él: cosas de su infancia, su relación con Neruda, lo importante que fue su Nana, etc. Dentro suyo había un monstruo que lo torturaba, que no lo dejaba vivir en paz ni disfrutar. Creo que nunca lo pasó bien. Tuvo éxito, pero siempre se sintió disminuido, opacado por sus pares del boom, inseguro socialmente, con miedo a que le faltara el dinero".
El libro, que además contiene fragmentos de los papeles privados de la esposa de Donoso y las vivencias de la propia Pilar, es un viaje fascinante al universo creativo del autor y también un recorrido minucioso por su contradictoria personalidad. Así como teme que su matrimonio lo desintegre, basta con que parta de viaje para escribirle a María Pilar que "nunca debemos separarnos" o "me doy cuenta de que sencillamente no existo si tú no estás a mi lado". A su hija llega a tratarla de ladrona, manipuladora y asesina, aunque a vuelta de página escribe que es "el ser que más he amado en toda mi vida".
Los pasajes del primer capítulo son implacables: "Creo que cuando regrese Pilarcita la voy a confrontar con su falta de amor por nosotros. No sé si habrá pasado ya su tercer mes de embarazo y por lo tanto la guagua esté firme y pueda recibir un choque emocional. Espero que sí". Más adelante, define a su hija como "eternamente limitada de mente" y dice que su esposa, a pesar de haber tenido belleza, cultura y una buena posición social, terminó convertida en "una vieja borracha".
Uno de los ejes de la biografía es la tensión permanente que fue socavando el matrimonio. Pilar dice que los ginecólogos y los psicoanalistas gobernaron una relación marcada por los intentos frustrados de tener hijos y por el egoísmo de Donoso.
En 1968, la pareja adopta a Pilar, quien había sido dejada en un hogar de acogida de Madrid administrado por monjas. Tenía tres meses cuando Donoso y María Pilar se trasladaron a Pollensa, en Mallorca, a vivir con su hija adoptiva.
A esas alturas Donoso ya era un escritor reconocido. Había dejado su huella en el periodismo nacional a través de los artículos que publicaba en Ercilla y que fueron recogidos en El escribidor intruso por Cecilia García-Huidobro. Para hacerse una idea, un solo viaje a Italia le sirve para contar la presentación de María Callas en la Scala, entrevistar a Pound y realizar magníficos perfiles de Lampedusa, Joyce y De Chirico. Como novelista, Coronación, Este domingo y El lugar sin límites lo habían colocado en un lugar de privilegio en la escena latinoamericana. En EEUU, lo traducía Knopf. Ya había dirigido el prestigioso taller de escritura creativa de Iowa y en una misma fiesta se podía topar con Saul Bellow, Kurt Vonnegut, John Irving (fue su alumno), Nelson Algren (histórico amante de Simone de Beauvoir) y Paul Schrader (quien más tarde fue guionista de Taxi Driver).
Sin embargo, siempre se sintó inseguro. Como todo ególatra, en el fondo desconfiaba de sus capacidades y en la superficie era carcomido por la envidia. Para su hija, la raíz de su temor está en una posición social ambigua: "Mi abuela era muy insegura socialmente", plantea la autora. "El decía que la inseguridad le venía por la familia Yáñez. Aunque no pertenecían en ese momento a la elite económica, lo colocaron en The Grange y él sentía que sus compañeros eran mucho más pudientes. Es posible que ahí haya sido víctima de lo que se conoce hoy como bullying. Se sentía el patito feo y, además, en su casa los hermanos eran guapísimos. Por ahí empieza todo. Hay partes terribles, como la que describe cuánto le molesta su olor y la suciedad de su cuerpo".
¿De qué manera eso se relaciona con su fantasía del vagabundo?
El no se sentía parte del algo. Por eso la figura del clochard es su marca y en ese sentido tuvo una profunda empatía con mi condición. La fragilidad que implicaba no tener historia era para él también una fuente de creatividad. Eso me gustaba, pero por otro lado me hacía sentir que no era su hija. Aunque me quiso mucho, ahora veo un conflicto no resuelto: ¿Qué lo llevó a adoptar? ¿Qué lo hizo tener una familia convencional?
Cuando Donoso tenía un problema o una obligación, solía encerrarse a escribir. A veces ni se vestía. "Quiero seguir adelante porque amo a mi hija, amo a mi mujer, amo a mi Olivetti", escribe. "Todas tal como son, incompletas, insuficientes, pero horrorosamente necesarias para mí porque me amarran a la vida y me dan vida, como espero dársela en algún sentido yo a ellas".
Desajustado, ambivalente, original. El creador de El jardín de al lado podía comportarse como un cariñoso gato de chalet, como una ave rapaz o como un perro asustado. Fue célebre su hipocondría, la fijación en el dinero y el talento para acumular rencor: un comentario de pasillo o un gesto de desdén lo motivaban a escribir comentarios lapidarios hacia figuras como Juan Marsé, Fernando Alegría, Julio Ortega o Enrique Lafourcade. Era un ser en extremo complejo y quizá la mayor fortaleza de la biografía está en la capacidad para alumbrar la enmarañada madeja de los afectos.
El libro señala que sólo durante los primeros cinco años de matrimonio Donoso y María Pilar mantuvieron relaciones sexuales. Desde fines de los 60 ella escribe que se siente sola, postergada, pues él está siempre escribiendo. Pilar dice que el alcoholismo de su madre tiene que ver con esa sensación de abandono y cita una frase del diario de María Pilar: "Tomé vino, pero es 'la caricia' que tanto me falta. Si me gustaría tener sexo, no es en sí sino por la autoafirmación que significan las caricias. (...) ¡Qué terrible tener que ser perfecta para que me quieran! Un mendrugo de amor gratuito me ayudaría tanto... los perros y los gatos... son los únicos. El corazón se me rompe. Luego, vino Pepe y me besó, y si tengo su amor todo cambia. ¡Ayúdame Dios mío!".
La biografía da a entender que Donoso nunca asumió abiertamente su homosexualidad, si bien su mujer sabía que cuando joven había tenido experiencias con hombres. En una carta a la esposa, precisa: "Hay cientos de miles de cosas que no he hablado aquí: mi homosexualidad, pasiva y latente e imaginativa en este momento, como una huida al miedo de la entrega total a ti. Pero el miedo a esta entrega total no existiría si no existiera la urgencia y el deseo de esta entrega, que mi neurosis transforma en peligro". Cuando visita Princeton, se horroriza al ver que hay tesis doctorales sobre la homosexualidad que lo incluyen: "¡Es increíble que eso sea lo que sacan en limpio solamente, claro que El lugar sin límites se presta para ello! ¡Qué le voy a hacer! A lo hecho, pecho".
Pilar, por su parte, recuerda que sólo una vez recibió una cachetada de su padre: tenía ocho o nueve años, estaba jugando con un amigo en Calaceite y, enojada, le dijo "maricón". Para ella era un garabato más. Su padre se puso furioso, le pegó y la obligó a que pidiera perdón al chico.
Cuando era más grande y su madre le contó, ¿qué impacto le produjo?
Para mí la homosexualidad era muy común. Piensa que Mauricio Wacquez era mi padrino de primera comunión. El problema vino al decir: bueno, y por qué él no ha sido franco consigo mismo. Más que conmigo o con mi mamá, porque yo creo que la amaba profundamente, me pregunto por qué tanto reprimirse. Yo pienso que nunca lo asumió, al menos en el entorno familiar. Ahora, no sé bien si en ciertos círculos se sentía más a gusto y podía...
A veces incluso da la idea de que le gustaban ciertas mujeres.
Creo que tuvo grandes enamoramientos de mujeres y de hombres. O sea, deslumbramientos. Su ego era tan grande que no se podía enamorar.
¿Dejó mucho material fuera?
Aquí hay una selección. Piensa que son 63 diarios de 350 páginas cada uno. Es gigantesco. La mayoría, en todo caso, se refiere a su trabajo: esquemas de novelas, personajes, tramas. Yo traté de ser lo más franca posible.
¿Cómo cambió su visión de él?
Mucho. Me da pena, porque creo que fue bastante infeliz.
¿Lo imaginaba más realizado?
Menos cruel. Con él y con los demás. Creo que fue muy descarnado con mi mamá y conmigo, que no gozó realmente ni siquiera de su cultura, que era enorme.
Correr el tupido velo entrega buenas señas sobre el proceso de escritura de varias obras del autor, especialmente de El obsceno pájaro de la noche, esa historia asfixiante que casi se lo devora: demoró siete años y las imágenes de degradación están sacadas de episodios de la vida del autor que fueron transfigurados en la novela: su iniciación sexual en un gallinero, un niño deforme que ve en el asiento de un lujoso automóvil en el centro de Santiago, las viejas de un convento al que va con su madre para Navidad, una pelea infernal con María Pilar en la que ella termina vomitando y que él, más tarde, recordaba como "una de las noches más memorablemente embrujadas, abyectas, magníficas de mi vida".
Donoso enseñaba en su taller que en las grandes novelas (Madame Bovary, Crimen y castigo, El gran Gatsby) los protagonistas pueden caer en lo más bajo, pero esa caída, ese descenso, tiene que tener grandeza. Algo de esto ocurre también en las grandes biografías, o al menos en biografías como ésta. Cuánta verdad y cuánta tristeza hay en sus páginas. Con las entrañas a la vista, Donoso adquiere ribetes muy parecidos a los de Emma Bovary, Raskólnikov y Jay Gatsby: es débil y avaro y oscuro, pero también es alguien vulnerable, lastimado y profundamente literario.