El "hombre chocolate" camina por la ciudad. Va con la cara llena de risa y las chicas no pueden resistirlo. Se le abalanzan con besos y mordiscones. Con el vértigo de lo que te supera, de lo que no puedes controlar. Es el aviso de un desodorante para hombres y el efecto de maquillaje y producción es notable, realmente divertido. Pero nada sería lo mismo sin la canción que suena de fondo. Una hecha de soul y swing sureño, con piano y pandero y más artesanía que academia. Una de Allen Toussaint (71), leyenda viviente del jazz de Nueva Orleans, que encontró de la manera más insólita (nada menos que en un spot del "Axe Dark Temptation"), la mejor carta de presentación para sus más de 40 años de carrera como cantante, pianista y compositor.
Su último disco es distinto, es de otro estilo, más instrumental que bailable, pero provoca lo mismo que la "tentación negra" entre las alborotadas mujeres del aviso. The bright Mississippi salió a fines de abril al mercado (ver ficha) con la bella paradoja de que hay títulos que podrás encontrar en los estantes de "jazz", pero cuya nobleza de interpretación obligaría a montar una nueva repisa. Este es el jazz de la calle, ese que no se estudia en partituras, que se hace a pulso, con gracia y más ganas que dogma. Al estilo de Nueva Orleans.
Tanto así que hasta Allen tenía sus reparos: con cierto ánimo de rescate como hizo Rick Rubin con Johnny Cash, el productor Joe Henry le ofreció versionar a Louis Armstrong, Thelonious Monk, Sidney Bechet y Django Reinhardt y varios otros legendarios del género de las síncopas en un disco de jazz con sesionistas de lujo.
Formado con la lógica del "hombre que se hace a sí mismo" y más acostumbrado al trabajo por encargo que al protagonismo de nombre y apellido, Toussaint se la pensó un rato. Hasta que aceptó. Y se sentó al piano como lo hizo mil veces. Con más ganas de entretener que pasar a la posteridad. Una tropa de jazzistas ilustres, de jóvenes talentos como el trompetista Nicholas Payton, el guitarrista Marc Ribot, el pianista Brad Mehldau y el saxofonista Joshua Redman, aceptaron ser los acompañantes de uno que se pasó la vida escribiendo a pedido y haciendo arreglos para otros. Para The Meters, Dr. John y hasta Paul McCartney para el disco Venus and Mars (1975), de Wings.
Finalmente había llegado el turno de Mr. Toussaint, uno que aceptó con algo de pudor el honor de ser finalmente el "frontman" y sacar adelante uno de los mejores discos de la temporada.
El "Moisés de Nueva Orléans"
La tapa de The bright Mississippi es de una dulce ironía. Un chiquillo equilibrándose arriba de un grifo esquinero, otros dos mirando la acrobacia y tres baldes en el suelo que, de seguro, son son usados para percutir. Para hacer música. Es la postal de una calle cualquiera en la vieja Louisiana, pero es también el retrato de cómo se hacen las cosas en una ciudad que terminó bajo el agua hace cuatro años para el huracán Katrina.
A Toussaint lo dieron por refugiado en el Domo que vio espantos y miserias dignas del tercer mundo y tuvo que salir a dar explicaciones. Que estaba bien, que sólo había perdido su casa (mal menor para todos los que murieron) y que estaba disponible para lo que fuera.
De ahí lo del "Moisés de Nueva Orléans", el primer y último gran apodo para un tipo que poco después participó en un show para recaudar fondos, donde conoció a Elvis Costello, que le rogó para que grabaran algo juntos. The river in reverse (2006), el de la sociedad Costello/Toussaint, tuvo nominación al Grammy y actualizó el nombre de uno que envejece como se debe: sin mirarse las canas. The bright Mississippi tiene mucho de eso. De la calma y buena mano de los que saben como llevar una canción sin atropellarse, que tocan con todo el tiempo del mundo. Ahí está la joya de Day dream, original de Duke Ellington, hecha con piano y saxo, y la voz de Allen que asoma en Long long journey, original de Leonard Feather, con guitarras, aire de cantina y cierto tono testimonial.
Ha sido un largo viaje, pero aquí está este disco precioso para confirmar que valió la pena.