Escribir El juego de Ripper no presentó muchos problemas, ya que era fácil encontrar la información que necesitaba, el gran desafío en este género es mantener el suspenso. Es un juego entre el autor y el lector. El autor tiene que plantar todas las claves, pero también tiene que mantener distraído al lector con claves falsas, de modo que no descubra al culpable. La novela negra tiene seguidores fieles de ojo entrenado, no se dejan engañar.

El proceso de escribir este libro no fue distinto a otros que he escrito.  Primero imagino vagamente el tema, decido el lugar y el tiempo en que ocurrirá la acción y me pongo a investigar. Eso me da el "teatro" donde se moverán mis actores. El 8 de enero me siento frente a mi computadora con un nudo en el estómago y una tremenda curiosidad por descubrir lo que va a pasar; respiro hondo y procuro relajarme, porque este oficio no resulta con nervios, es como bailar, hay que dejarse llevar por el ritmo sin ir contando los pasos. En el lento ejercicio de la escritura, día a día, se va perfilando el argumento y se van revelando los personajes. Al principio esos personajes son difusos, pero a medida que transcurre la acción se convierten en seres reales. A veces busco una persona que me sirva de modelo para un personaje. Por ejemplo, tuve un soldado americano, un navy seal, de modelo para Ryan Miller; a una sanadora argentina para Indiana; a mi nieta Andrea para Amanda. Andrea también me enseñó a jugar el juego de Ripper en línea y me dio ideas para los otros chicos que juegan con Amanda en mi novela. Bob Blake es el abuelo que me hubiera gustado tener. Otros personajes son imaginarios y algunos son sacados de la realidad, como la anciana fotógrafa de North Beach, a quien sólo le cambié el nombre.

Todavía no sé si podré seguir escribiendo novelas de este tipo, pero si lo hiciera me gustaría que reaparecieran algunos personajes de El juego de Ripper a quienes les tengo cariño, como Amanda, su abuelo y su madre. Tal vez el perro Atila deba jubilarse, ya está viejo, pobrecito, pero espero que haya otro animal para reemplazarlo.

No escribo novelas con fines didácticos o con la intención de dar un mensaje, sólo quiero contar una historia lo mejor posible. La ficción debe estar firmemente plantada en un contexto real para que sea creíble. El problema, por ejemplo, con la novela rosa o con la mayoría de las novelas policiales, es que se ciñen a una fórmula y los personajes son simples y se mueven en una especie de vacío, sin asidero social o político. El juego de Ripper está situado en San Francisco en el año 2012. Para mí fue fácil ubicarla, porque conocía muy bien el lugar y estaba escribiendo en el mismo año en que vivían mis personajes. Al describir San Francisco y su población fueron apareciendo inevitablemente las capas y pliegues sociales de la ciudad.

No podría escribir si me sintiera presionada. Procuro escribir con la mayor libertad, sin pensar en cómo el libro va a ser recibido por los lectores o por los críticos.  He escrito por más de 30 años y llevo 20 libros publicados, he aprendido que la ansiedad, los nervios y las expectativas son un pesado lastre cuando se trata de contar una historia.  A mí me funciona mucho mejor una actitud juguetona. Por dramático que sea el tema, el proceso siempre es un placer. El Premio Nacional de Literatura es el más importante que he recibido, porque me lo dio Chile. Me hace muy feliz y no lo siento como responsabilidad, sino como lo que es: un reconocimiento.

Si hubiera una fórmula o un secreto para conectarse con los lectores, estoy segura de que ya  lo estarían vendiendo en Amazon. Se publican miles de novelas anualmente y nadie, ni editores, ni agentes y ciertamente tampoco los autores, puede adivinar si va a pegar o no. Es una lotería. Yo he sido afortunada y he contado con lectores muy fieles que leen mis libros y los recomiendan, pero nadie puede predecir si eso va a durar.  Toda carrera literaria tiene un apogeo y luego declina, es la ley natural de casi todo lo que existe.

Me gusta siempre meterme en algo nuevo, en un territorio sin mapa. Mi mayor reto siempre fue escribir una novela erótica, pero para eso tengo que esperar que mi mamá muera y, cuando eso ocurra, yo tendré por lo menos cien años y mis hormonas no estarán para eso. El 8 de enero comencé unas páginas por superstición, para no dejar pasar mi fecha mágica, pero estoy completamente agobiada por la promoción de El Juego de Ripper, debo hacer giras de promoción en Europa y los Estados Unidos, además de innumerables entrevistas en el resto del mundo; no tendré tiempo para volver a la escritura hasta mediados de febrero. Entonces, veremos si esas primeras páginas sirven para algo...