El legado de John Updike, el gran cronista de la familia americana

John Updike miró a su alrededor y vio a una multitud de hombres asustados. Tipos que habían crecido con la sombra de la depresión y la guerra, que no tenían el gen de los ganadores ni el ánimo de llevar en sus hombros el peso de la sociedad. Hombres nerviosos como conejos. Corría 1959 y, con ese modelo en mente, Updike creaba a Harry Angstrom, el protagonista de Corre, Conejo. "Me lo imaginé como un ex jugador de baloncesto. Como estudiante de instituto vi mucho baloncesto y yo mismo jugué una buena cantidad, entonces tenía muy presente el esplendor de ser una estrella de baloncesto de instituto como un hecho de la vida americana", contó.
Con ese pasado de esplendor a sus espaldas, Harry vive un presente no tan brillante: es un timorato vendedor de utensilios de cocina, con dos hijos y un matrimonio aburrido. Pero un buen día decide dejar todo atrás y correr. Lejos.
Publicada en 1960, Corre, Conejo fue el inicio de una notable y provocativa saga sobre la clase media americana y puso a Updike en la primera fila de la narrativa estadounidense. Compañero de generación de Philip Roth y Don DeLillo, dos veces ganador del Pulitzer y del National Book Award, Updike murió ayer, a los 76 años, en Massachusetts, producto de un cáncer de pulmón.
Autor de más de 40 libros, entre novelas, cuentos, ensayos y poemas, Updike se había convertido en un gigante literario. "Ningún escritor norteamericano ha escrito tantas obras de tanta calidad durante tanto tiempo", dijo Margaret Atwood.
Hijo de un profesor de matemáticas y de una escritora frustrada, Updike nació en Shillington, Pennsylvania, en 1932. Graduado de Harvard a los 22 años, fue parte de la generación que salió de la oscuridad de la posguerra y descubrió la libertad sexual en los 60. Con humor y desenfado, en su obra exploró el adulterio, el divorcio y la angustia del ciudadano medio.
SWINGERS
Publicada cuando Trópico de Cáncer aún estaba censurada en EEUU, Corre, Conejo llamó la atención por el desparpajo con que abordaba el sexo. Si bien fue aplaudido por la crítica, comenzó la fama de provocador de Updike, acusado -entre otras cosas- de misógino.
Ganador del National Book Award en 1964 por Centauro, cuatro años después publicó su libro más exitoso y polémico, Parejas, novela sobre un grupo de matrimonios que hacen intercambios sexuales en un pueblito de Nueva Inglaterra: swingers de los 60. Acusado de pornógrafo, Updike se convirtió en bestseller: Parejas vendió cuatro millones de ejemplares, fue traducido a 20 idiomas y criticado incluso por amigos suyos: "Su trabajo parece motivado por la codicia, el exhibicionismo y un corazón pedregoso", llegó a escribir John Cheever en una carta que se conoció en forma póstuma.
De todos modos, su gran obra sería la tetralogía sobre Harry Angstrom, que continuó con El regreso de Conejo (1971), Conejo es rico (1981) y Conejo en paz (1991), los dos últimos ganadores del Pulitzer. En ellos completa su crónica sobre las angustias y placeres del sexo, la vida en pareja y la paternidad. Vicisitudes que conoció de cerca: en medio de la gran fiesta de los 60, su primer matrimonio terminó en divorcio.
Entre su amplia producción, también destaca Las brujas de Eastwick, que fue llevada al cine en 1986. El año pasado incluso publicó una inesperada segunda parte de este libro.
Su último gran experimento narrativo es de 2006: se colocó en la piel de un chico musulmán en su novela Terrorista. "En ningún lugar me siento más cómodo que instalado en la realidad, cerca de la gente normal. Es de ellos acerca de quienes escribo, acerca de la clase media, ni los más ricos y privilegiados, ni los más pobres, sino el ciudadano medio", declaró entonces.
LA ESCUELA DE NEW YORKER
John Updike era tan hiperkinético como generoso. De esta combinación nace su abundante obra ensayística, recopilada en tres volúmenes: Odd jobs (1991), More Matter (1999) y Due considerations (2007). Para hacerse una idea: sólo este último pesaba dos kilos. Updike colaboraba desde los años 50 en The New Yorker, tribuna desde la que defendió la obra de Twain, Hawthorne y Babel, pero también pasó revista a sus contemporáneos: García Márquez, Rushdie, Coetzee y Murakami, entre otros. Para Gonzalo Garcés, Updike perfeccionó el método judicial de la crítica: "Enumeraba las características de una obra como si fuera un fiscal que recoge pruebas, para luego emitir un juicio. Al principio, uno no sabe hacia dónde apunta, pero es claro que con ese sistema resultaba sumamente convincente".
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