En 1956, Albert Camus volvía a Argelia para detener la violencia. El autor de El extranjero no sólo iba a recibir el Nobel de Literatura al año siguiente, también era toda una autoridad moral tras su rol en la Resistencia Francesa y su rechazo a los totalitarismos soviéticos. Pero en su país natal no valían sus credenciales: "¡Muerte a Camus!", se escuchó mientras daba una conferencia en Argel, con la que pretendía poner paños fríos a la sangrienta guerra que enfrentaba a las fuerzas coloniales francesas con los independentistas argelinos. Camus tenía un pecado original: no apoyaba la independencia de Argelia.

Todavía la herida no cicatriza. A 100 años de su nacimiento, en Argelia no habrá ningún acto para recordar al mayor de sus escritores. En Francia, en cambio, el centenario de Camus ha desatado una avalancha de actividades, que incluyen encuentros en torno a su obra, la edición de nuevos libros, exposiciones y, cómo no, controversias. La más bullada se originó en Albert Camus, ciudadano del mundo, la principal muestra sobre su vida, realizada en el centro que lleva su nombre en Aix-en-Provence: abrió a inicios de octubre, tras dos años de disputas públicas, en las que salieron dos comisarios, el historiador Benjamin Stora y el filósofo Michel Onfray. Precisamente, la compleja historia argelina de Camus fue el meollo del conflicto.

Objeto del deseo de la derecha tras su quiebre con Jean-Paul Sartre en 1951 y calificado por Edward Said como un "inconsciente colonial", el pensamiento de Camus, sin embargo, parece capaz de superar las controversias y seguir vivo: "Sigo viendo cómo la obra de Camus resuena en la juventud de hoy. En su discurso sobre la soledad y el rechazo de la injusticia, al hablar de la extrañeza del mundo que aplasta al individuo y sobre los desafíos que enfrentamos. Sus libros, como El extranjero o La peste, aún hablan a las nuevas generaciones, medio siglo después de su muerte", dice Stora a La Tercera.

El historiador escribe desde Francia, robándole unos minutos a una agenda llena de eventos sobre el autor de El primer hombre. Justamente por eso canceló su visita a Chile para participar en las Jornadas Albert Camus, organizadas por el Instituto de Historia UC, el Instituto Francés, la embajada y Liceo Saint-Exupéry, y que convocará a académicos y escritores franceses, colombianos, mexicanos y argentinos, entre el 20 y el 22 de noviembre. Quien sí viene es Marie Thérèse Blondeau, vicepresidenta de la Sociedad de los Estudios Camusianos. Además de dar la charla inaugural del encuentro, participará en una mesa redonda organizada por La Ciudad y las Palabras, el seminario del doctorado de Arquitectura de la UC, junto a Alan Pauls, Marco Antonio de la Parra y Fernando Pérez.

Cinco disparos a un árabe en una playa de Argel. El azar lo condujo ahí, cree Meursault. No hay arrepentimientos, todo es indiferencia. "Me cegó un rayo de sol", dice el protagonista de El extranjero, cuando le preguntan por qué disparó. Publicada en 1942, la novela fue el modo en que Camus sintetizó la alienación del hombre contemporáneo y, a sus 29 años, el inicio de una carrera literaria decisiva para el siglo XX.

Nacido en Argel el 7 de noviembre de 1913, en un casa pobre, su madre era una silenciosa mujer que se ganaba la vida limpiando; su padre moriría en la I Guerra Mundial, peleando para Francia. Antes de instalarse en París en 1940, Camus había sido futbolista, periodista y actor. También se había separado de su primera mujer. Rechazado en el Ejército durante la II Guerra, era un intelectual antifascista y militante comunista -dejaría de serlo- que, al poco tiempo de llegar a Francia, ya era parte del círculo de Sartre y Simone de Beauvoir.

El mismo año que El extranjero publica El mito de Sísifo, donde plasma su teoría del absurdo. Pero la guerra pide acción: en 1943 es el editor de Combat, el periódico de la Resistencia, en el que también escriben Sartre y André Malraux. Son los años del existencialismo comprometido. Tras la guerra publica La peste (1947), una alegoría sobre el nazismo que consolida su lugar protagónico como intelectual público. Su look a lo Humphrey Bogart no es un problema.

"Camus, el burgués", le dirá Sartre para 1951, cuando se quiebra su amistad. La publicación de El hombre rebelde desata la guerra entre ambos: en el libro, Camus fija su posición contra los totalitarismos y, específicamente, la URSS. Sobre todo, era un libertario. Según el historiador Benjamin Stora, desde ahí puede entenderse su posición ante la independencia de Argelia: "Los movimientos independentistas no eran necesariamente democráticos. Ahí está el legado político de Camus: la cuestión de la democracia. Lo había dicho en Los justos (1949), donde rechazaba la máxima muy de moda en la época del socialismo autoritario, 'el fin justifica los medios'", dice.

Stora cuenta que su plan para la muestra Albert Camus, ciudadano del mundo era mostrar distintas facetas de un "intelectual en acción". También pretendía mostrar la consternación del escritor por la violencia argelina, con todos sus grises. Salió del cargo, dice, por la presión de conservadores grupos pieds-noirs (franceses que vivían en Argelia) que pretenden instalar al escritor como un colonialista puro. "Desde su juventud, Camus denunció las injusticias del sistema colonial, pero a la vez estaba en desacuerdo con la perspectiva separatista", dice Stora. "Pensaba que la miserable suerte de los musulmanes argelinos se podría resolver mediante la mejora de la cuestión social. En mi opinión, Camus no entendía la profundidad de la descolonización", agrega.

Tras su fallido intento de paz en Argel en 1956, Camus al año siguiente ganó el Premio Nobel de Literatura. Tenía 44 años. En su país natal, nadie recuerda ese premio y sus libros prácticamente no están a la venta. Los 100 años de su nacimiento no son tema. En Francia, en cambio, 2013 es el año de Camus: además de la polémica exposición en Aix-en-Provence, la editorial Gallimard publica un volumen de cartas inéditas, otro de fotos firmado por su hija Catalina, lanzan una colección con sus mejores artículos en Combat y rescata los tres tomos de sus Diarios.

También en Chile, Perú, Argentina, España y otros países recuerdan al escritor, que el 4 de enero de 1960 murió en un accidente automovilístico. Tenía 47 años. Lo alcanzó el azar: en lugar de tomar el tren hacia París para el cual había comprado un boleto, aceptó viajar en auto con su editor Michel Gallimard. "Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo", dijo alguna vez.