El Libro de la Selva llega a la era digital
A 49 años de la adaptación animada al libro de Kipling, la historia que fue la última obsesión de Walt Disney regresa con sorprendentes efectos visuales y un elenco estelar en las voces.

En 1963, la película animada La espada en la piedra se transformó en un éxito de taquilla, recaudando más de cinco veces su presupuesto y siendo una de las cintas más vistas de ese año. Pero Walt Disney estaba decepcionado. La crítica había sido tibia con el filme, algo a lo que el cineasta y animador no estaba acostumbrado. Por eso, en su siguiente proyecto, decidió estar encima de todo el proceso de producción, algo que había dejado de lado con la película del Rey Arturo.
Se interesó en el Libro de la selva, una serie de cuentos que el autor Rudyard Kipling escribió en 1894. Claro, lo que quería era una adaptación libre, con una historia ordenada que apelara a toda la familia. Su visión le costó su puesto tanto al director como al guionista inicial, que insistieron en mantener un aire más oscuro y en atenerse a la novela original.
Con un nuevo equipo, la presencia de Disney marcó cada detalle de la cinta, desde cómo hablaban los personajes hasta las técnicas de animación. Pero el productor no alcanzó a ver su más reciente obra terminada. A fines de 1966, casi un año antes del estreno de la película, Disney falleció de cáncer al pulmón.
Con el peso de ser la última obra del nombre más importante en la industria del entretenimiento familiar, El libro de la selva fue un éxito tras su estreno en 1967. No sólo recaudó más de 20 veces su presupuesto, sino que significó toda una revolución para las técnicas de animación de animales, marcando la vara para las cintas de los mismos estudios Disney en las décadas siguientes.
49 años más tarde la misma cinta se vuelve a transformar en una revolución animada. Bueno, casi la misma cinta. Ayer se estrenó en las salas locales El libro de la selva, versión 2016, un remake con un niño de carne y hueso como el protagonista Mowgli, y animales con animación 3D para revivir a queridos personajes como el oso Baloo, o la pantera Bagheera.
La nueva versión, menos musical y más aventura, destaca de forma inmediata por sus efectos visuales. Cerca del 90% de lo que ve el espectador en pantalla fue creado desde computadores, que engañan fácilmente al ojo, desde la vegetación hasta el brillo de la humedad. Básicamente toda la jungla. Resulta difícil de creer que todo fue grabado en un estudio en Los Angeles y desde ya la crítica ha comparado la cinta a otros hitos de efectos especiales, como Avatar y Gravedad.
La nueva fórmula
En los últimos años las adaptaciones live action (con actores de carne y hueso) de los clásicos animados de Disney han sido éxitos de taquilla, pero criticadas, como Maléfica y La Cenicienta.
Por eso, cuando la producción del remake comenzó en 2013, se eligió un nombre que sabe de éxitos para encabezar el proyecto: Jon Favreau. El director sabía de cambiar fórmulas; ya lo había hecho con los cuentos navideños en Elf (2003) y luego sentó las bases de gran parte de las películas de superhéroes modernas con Iron Man (2008).
Esta vez, su Libro de la selva logra mantener el respeto por la cinta original, con algunos cuadros calcados a los de 1967 y con una historia similar; la de un niño criado en la selva y que debe escapar de la furia de un tigre. Pero Favreau también le dio su propio toque a la producción, lo que es particularmente notorio en las secuencias de acción, desde el escape de Mowgli (Neel Sethi) de una estampida de búfalos, hasta una versión bastante más agresiva del Rey Louie, que en el filme original era un orangután, mientras que acá es un Gigantopithecus, un gigante ancestro del primate rojizo. También se da un gusto personal en la escena de la serpiente Kaa, más amenazante que su contraparte de 1967, y esta vez hembra, con su voz interpretada por Scarlett Johansson. “Sentía que ya habían muchos personajes masculinos”, declaró el director consultado por el cambio. El resto del elenco mantiene el alto perfil, con la voz de Bill Murray como el oso Baloo, Ben Kingsley como la pantera Bagheera, Christopher Walken como el rey Louie e Idris Elba como el villano Shere Khan, en un papel cuya voz calza a la perfección.
Las expresiones faciales y los movimientos de los animales son parte también de la producida animación de la cinta. El realismo de personajes como Baloo es tal, que cada cuadro en donde aparece demoraba cerca de cinco horas en generarse por completo. El clímax, con el encuentro definitivo entre Shere Khan y Mowgli, le saca el máximo partido a los efectos especiales.
Si bien varias escenas son originales, hay espacio para la nostalgia. Los números musicales no están del todo ausentes; Baloo canta (aunque brevemente) la alegre Busca lo más vital, mientras que el rey Louie hace lo mismo con Quiero ser como tú, aunque la voz de Christopher Walken transforma la escena en algo bastante más perturbante.
Si bien la cinta no se estrena en Estados Unidos hasta la próxima semana, ya ha sido aclamada por la crítica. “La excepcional calidad visual y las representaciones casi reales de los animales te acompañan toda la película”, afirmó The Hollywood Reporter, mientras que Variety escribió, “no puede igualar el goce del clásico de 1967, pero brilla por sí misma, por lo que las comparaciones son casi innecesarias”.
Con estimaciones exitosas respecto a la taquilla, el último legado de Walt Disney parece haber entrado airoso al futuro de la animación que tanto lo obsesionó.
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