El loco Bielsa en Bilbao
Marcelo Bielsa comenzó esta semana los entrenamientos oficiales con el Athletic de Bilbao. El primero fue el lunes, bajo una neblina espesa y una persistente lluvia. Los jugadores quedaron desconcertados con su rutina de ejercicios. No son los únicos: la hinchada, repartida detrás de la reja del complejo deportivo y por toda la ciudad, también está acostumbrándose al nuevo DT. Así se vive en Bilbao el aterrizaje del Loco. Y así vive Bielsa a la ciudad y al club que lo cautivaron.
Excepto en la fantasía de las comedias románticas, los amores duraderos no nacen de un flechazo. La afición del Real Madrid recibió a Manuel Pellegrini celebrando su ecuanimidad, sus modales de caballero y su forma de ser exitoso sin estridencias. Un año después fue despedido y la hinchada se entregó a un nuevo idilio, pero con características opuestas: apasionado, delirante, ciclotímico. Muy acorde a lo que inspira Mourinho.
En Bilbao, todo parece indicar que el amor entre Marcelo Bielsa y la hinchada del Athletic no será de esos a primera vista.
Su primer entrenamiento oficial con el club en las instalaciones de Lezama -ciudad deportiva y escuela de fútbol del equipo- fue el lunes 25 de julio. Antes ya lo había hecho una vez, pero había sido más un reconocimiento del lugar y su presentación ante los jugadores. De modo que ese lunes algo flotaba en el ambiente: una gran expectativa por verlo. Eso, además de una neblina espesa y una lluvia persistente.
Era uno de esos fríos y borrascosos días de verano en Bilbao. Ese lunes, además, era feriado.
El entrenamiento estaba anunciado para las 10.
Cuando los primeros jugadores aparecieron, unas 300 personas ya los estaban esperando alrededor de la malla metálica que rodea el campo número 1, donde se suponía que iban a entrenar.
Había familias enteras. Adolescentes en busca de un autógrafo. Parejas tomadas de la mano. Gente vestida con buzos o camisetas del Athletic de la temporada 2011-12. Bufandas, guantes y paraguas con el león o las rayas blanquirrojas del club. Aplausos y saludos.
Los jugadores devolvieron los saludos, pero no se quedaron a entrenar. Cruzaron el campo y salieron por otra puerta, rumbo a un bosquecito de pinos que rodea las instalaciones de Lezama. Allí trotaron una hora. Luego volvieron a atravesar el campo 1 y se fueron a duchar.
A Bielsa no lo vio nadie.
-Hoy Bielsa ha metido un poquito la pata- se quejaba Juan Carlos, antiguo socio del Athletic que, pegado a su nieto, llevaba esperando desde las 9-. ¿Qué le costaba haber dejado que los jugadores entrenaran 15 minutos? ¡Es el primer entrenamiento! Lo podía haber hecho por darles el gusto a los chavales que han venido hoy, un día festivo y con lluvia.
El fútbol, entre otras cosas, es la ansiedad del aficionado.
La frase es de Bielsa y define la esencia de este deporte como fenómeno social. "Vine por ti, hazlo por mí", escribió una vez un hincha en una pancarta y al entrenador argentino se le pone la piel de gallina cada vez que la recuerda. El papel del aficionado nace de esa frustración esencial: sufre, se euforiza y se deprime porque no puede ser jugador ni entrenador del equipo de sus amores. Su condena es sentir el juego a través de 12 representantes.
Aquel lunes 25, el Athletic regresó a entrenar por la tarde. Muchos hinchas que estaban esa mañana se enteraron por boca de los propios jugadores, quienes, al salir de las duchas, se quedaron en el estacionamiento haciéndose fotos y firmando autógrafos. Otros lo leyeron en la web del club. Y otros, en los mensajes que dejaron en internet jugadores como Javi Martínez, uno de los twitteros más activos.
Hacia las seis, la hora fijada, había casi el doble de aficionados que ocho horas antes. En todo el día no había parado de llover.
Entonces, durante dos horas, Bielsa fue todo lo que se esperaba de él, y más. Tardó en decidir en qué campo iban a empezar. La gente se sentó en las tribunas del 3 -Lezama tiene ocho campos-, que parecía estar listo, con el césped demarcado por zonas y esas varas y siluetas metálicas que hacen las veces de jugadores rivales. Pero no. Hubo que moverse a las tribunas del campo 2. Bajo los gritos de Bielsa y las indicaciones de sus asistentes -entre los que destacaba la figura pequeña de Gabriel Aravena, su fiel asistente con la selección chilena-, el equipo se entregó a unos ejercicios tan extraños como extenuantes.
El fútbol es un deporte que se juega con arcos y cuyo objetivo es meter goles. Esto, que es tan obvio, no lo fue esa tarde para los jugadores del Athletic: ninguno de los ejercicios que les ordenó Bielsa tenían como objetivo meter un gol ni impedir que les marcaran uno. Ni ataque ni defensa. Los jugadores debían realizar desplazamientos sincronizados en zigzag, pasándose la pelota unos a otros, por turnos, y la mayoría de las veces acababan lanzando el balón a un punto muerto -meticulosamente señalado por Bielsa, eso sí-, donde nadie lo estaba esperando.
Más que un entrenamiento de fútbol, parecía el ensayo de un grupo de danza preparando una coreografía con botines y pantalones cortos. Para Bielsa, en cambio, eran ejercicios de rapidez y precisión con la pelota. Los jugadores de su nuevo plantel parecían desconcertados. Algo muy similar a lo que les había ocurrido a los jugadores chilenos, hace cuatro años, cuando Bielsa arribó a la selección nacional.
Cuando esa tarde en Bilbao un jugador fallaba, Bielsa los reunía a todos en círculo alrededor de una de las dos laptops con imágenes grabadas que usa para explicar qué espera exactamente de cada movimiento y de cada jugador.
Por momentos, la lluvia obligaba a proteger las computadoras con unas telas impermeables.
Bielsa no dejaba de gritar: "Mirá la jugada. Mirá siempre la jugada. No estás haciendo atletismo, ¡estás jugando al fútbol!". "El fútbol es movimiento, flaco, no existe ningún motivo para que estés parado en la cancha". "Muy bien, ¡muy bieeen! Copien ese toque. ¡Memorícenlo!". "¡Nooo, así no sirve! Es que no mirás, no mirás. Estás poniendo el énfasis en el desplazamiento, no en la pelota".
Gaizka Bilbao, fotógrafo del diario As, resumió la escena contando las diferencias entre el aún incipiente trabajo de Bielsa y el de los últimos entrenadores del Athletic: "No hay punto de comparación. Con otros todo era rondos (pases diagonales en movimiento a un solo toque), futvóley, tiros libres, centros a Fernando Llorente (el delantero goleador) para que cabecee a portería y, venga, a jugar".
Javi Martínez es una de las jóvenes estrellas del equipo. Fue uno de los que estuvieron en la cancha cuando Chile perdió 1-2 ante los españoles en Sudáfrica. Ese día, recuerda, supo cómo jugaba un equipo de Bielsa: "Me tocó sufrirlo. Todos corrían mucho, presionaban arriba, tocaban bien y querían tener siempre el balón".
La tarde de su primer entrenamiento con el argentino, Martínez estaba contento: "Creo que es la primera vez desde que juego en primera que un míster me pone a hacer un saque de banda".
Acabada la sesión de trabajo, mientras el equipo permanecía en el campo haciendo estiramientos, Bielsa empezó a caminar hacia las duchas. Fuera de la malla metálica lo aguardaban muchos aficionados que esa mañana se habían quedado con ganas de verlo. Risueño y bromista, les dio la mano a los niños y posó junto a quienes se lo pidieron. Borja Agudo, de El Correo de Bizkaia, esperó hasta el final.
-Marcelo, ¿le puedo hacer una última foto?- le pidió.
-Usted es periodista, ¿no?
-Sí.
-Entonces no- dijo Bielsa.
Y se fue. Sonriente.
***
José Antonio es vigilante del San Mamés, el estadio del club, apodado "la catedral". Es bilbaíno y si alguien le pregunta cómo se comporta la hinchada cuando el equipo juega de local, exclama: "¡Acojonante!".
Traducción de acojonante: familias enteras hacen colas eternas para conseguir una de sus 40 mil localidades, el estadio se repleta "hasta los topes" y todas las calles aledañas se llenan de banderas y de decenas de miles de personas vestidas para la ocasión que se citan en los bares a beber suritos de cerveza o comer esos sofisticados platos en miniatura que los vascos llaman pintxos.
Laura González no es vasca, pero desde niña es hincha del Athletic y se conoce de memoria los nombres de los jugadores. Hace tres años que vive en Bilbao y desde entonces no ha dejado de ir al San Mamés. Se le pone la piel de gallina al recordar los hinchas saltando y cantando sin parar. "Y no sólo desde el minuto uno, sino desde que el equipo sale a calentar".
Juan Villoro, escritor y maestro de la crónica futbolera, ha comparado a la hinchada del Barcelona con el público que asiste a ver un espectáculo de ópera. Así de educados, así de contenidos, así de silenciosos, aunque a su lado tengan hordas de ingleses borrachos dejándose la vida en las gargantas.
La afición del Athletic puede ser igual o más respetuosa que la del Barça, pero tiene la garganta afinada al estilo británico. No por casualidad el fútbol se empezó a jugar en Vizcaya con los ingleses que trabajaban en las minas de hierro a finales del siglo XIX, y de Bilbao sale un ferry que une la ciudad con el puerto de Portsmouth.
"Son cánticos que no cesan", dice Laura González. Voces que hacen temblar al estadio gritando cosas como "Jo ta ke, irabazi arte", que en euskera significa algo así como "Sin descanso hasta la victoria".
Cuando Bielsa aterrizó en Bilbao, el miércoles 13 de julio, dio una rueda de prensa de 41 minutos. Uno de los periodistas reunidos en Lezama había viajado desde Italia con una sola pregunta en su libreta: "Saber quién era ese entrenador argentino que le había dicho que no al Inter de Milán". Entre los motivos para elegir el Athletic y descartar otras ofertas, como la selección de Estados Unidos, el Inter o su adorado Newell's Old Boys de Rosario, Bielsa dijo que se había sentido seducido por la obstinación de un club que sólo admite en su plantel a jugadores formados desde niños en su cantera.
-Esta institución- dijo- se mueve en un escenario similar al de una selección nacional, donde está exacerbado el sentido de pertenencia, el orgullo, la representatividad y la identificación. El sentido de pertenencia es lindo para un entrenador, porque crea una zona de estímulo genuino alejado de los lugares comunes del fútbol, que son el profesionalismo, el dinero y el reconocimiento.
Si uno camina por las calles de Bilbao y habla con la gente, descubre que la hinchada del Athletic no sólo está de acuerdo con Bielsa, sino que no le cabe en la cabeza que su club funcione de otra manera.
El lugar común más difundido sobre el Athletic dice que su plantel sólo puede estar integrado por vascos. Esto no es exactamente así, pues ha habido notorias excepciones, y los vascos, en general, y los bilbaínos, en particular, lo saben. Lo que sucede es que el club cuenta con un complejo sistema de selección de niños jugadores que comienza, en efecto, en los 15 municipios de Vizcaya, de la que Bilbao es su capital. Cada año, un promedio de 20 chicos de 10 años son seleccionados en toda la provincia para iniciarse en la escuela de fútbol de Lezama. En teoría, estos chicos son los que deberían, una vez cumplidos los 16 ó 17 años, pasar a formar parte del primer equipo del Athletic. ¿Pero qué pasa si una categoría necesita a un jugador con determinadas características que la escuela no tiene? Un portero, digamos. En ese caso, la búsqueda se amplía al resto del País Vasco.
Desde hace unos años, la inmigración a España de familias llegadas de otros continentes ha hecho que en la selección que realiza el Athletic entren niños que no son bilbaínos ni vizcaínos ni vascos. Es decir, el criterio para llegar a la máxima categoría del club sigue siendo el mismo -sólo jugadores formados en sus canteras-, pero con un aire más cosmopolita y multicultural.
En España es muy común que los hinchas de un equipo se agrupen en peñas y se reúnan en bares a ver los partidos o viajen a alentar al equipo cuando está de por medio un encuentro decisivo. Las peñas no forman parte de ninguna directiva, pero están reconocidas por los clubes y reciben entradas y facilidades para realizar sus actividades. Invitar a un jugador a una cena de aniversario, por ejemplo.
Patxi Pérez, de la peña Garrote, cree que ese espíritu gregario, tan propio del fútbol, está ligado en Bilbao a esa voluntad del Athletic de contar sólo con jugadores provenientes de su cantera. En el fondo, lo que más le gusta al hincha bilbaíno es que sus ídolos sean chicos a los que pueden llamar por sus nombres de pila, a los que de pequeños veían yendo a comprar el pan a la panadería del barrio o golosinas al quiosco de la esquina.
Bilbao es una ciudad pequeña de poco más de 355 mil habitantes, o 900 mil si se cuentan otros municipios que la urbanización ha ido juntando a ambas orillas del río Nervión antes de su desembocadura en el Cantábrico.
Lo que algunos ven como un anacronismo en esta época en que cualquier equipo del mundo puede comprar al jugador que se le antoje para cubrir un puesto, en Bilbao se ve como una tradición nacida del arraigado nacionalismo vasco, sí, pero que hoy representa, en palabras del propio Bielsa, un acto "romántico". Una resistencia al fútbol como mero negocio.
-Lo mejor de esta filosofía -dice Josemari Amorrortu, ex jugador del Athletic y actual director deportivo del club- es que ese dinero "ahorrado" entre comillas se invierte en la formación de menores. El Athletic destina el 15% de su presupuesto anual a la escuela de fútbol de Lezama y a la residencia de Derio, donde los chicos completan su educación. Hay clubes, y no sólo en España, que destinan lo mismo a la compra de un solo jugador.
***
Los chilenos no olvidan a Bielsa. Por mail le pregunto de ese tema a un par de amigos que viven en Santiago. Pablo González me dice que si el argentino es considerado en Chile como un dios es porque ha sido el único entrenador que le hizo creer al país que su selección "le podía ganar a cualquiera". El periodista Juan Pablo Meneses me agrega que Bielsa es "la figura pública mejor evaluada en la historia de Chile desde la vuelta de la democracia". Su marcha a dirigir el Athletic, escribe, "se vive acá como un exilio o como un destierro".
Bielsa tampoco olvida a Chile. Lo dijo el día en que pisó Lezama por primera vez: "Cada vez que le vaya bien a Chile, mucho más en el fútbol, voy a estar contento".
Esa misma mañana había un cartel en Lezama que lo saludaba con estas palabras: "Ongi etorri, Loko Bielsa, beti zurekin!". Bienvenido, Loco Bielsa, siempre contigo.
Dos semanas después, hay aficionados que se resisten a su carácter y a su protagonismo, pese a que todo el mundo sabe que no hablará fuera de las ruedas de prensa y que no aceptará posar para fotos exclusivas.
Si para algo sirven los foros de internet -esos refugios idealizados por los opinadores anónimos- es para soltar aquello que nadie se atreve a decir en voz alta. En uno de ellos, alguien ha expresado su temor de que Bielsa sea un "chisgarabís", un astuto embaucador, que es la fama que algunos argentinos tienen en España.
En el bar Gautxori funciona la peña Txorigaldu. Allí llega un parroquiano que, a modo de saludo, le pregunta al mesonero a voz en cuello:
-¿Qué, Maxi, cuánto tiempo le damos al Loco para que se regrese a su casa?
-¡Que no, hombre!, si acaba de empezar… -le responde Maxi Sánchez, uno de los hinchas del Athletic más escuchados de la calle Zugastinovia, conocida en Bilbao por concentrar el mayor porcentaje de peñas y bares consagrados al club que, junto al Real Madrid y al Barcelona, jamás ha descendido a Segunda División.
Bielsa, en Rosario, era el vecino más conocido del Boulevard Oroño, su calle a orillas del Paraná. En Bilbao se aloja provisionalmente en un hotel que está a unos metros del Guggenheim. Desde su ventana también puede ver un río. En este caso, el Nervión.
En Lezama, alguien le preguntó si aquí pensaba vivir también dentro de las instalaciones deportivas del Athletic, como lo hizo en Santiago mientras entrenó a la selección chilena. Bielsa se rió:
-Estoy en mejor condición económica, así que creo que voy a buscarme algo.
Marcelo Bielsa, el Loco, tiene por ahora un hogar en Bilbao. Pero aún anda buscando casa.
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