El Polo Sur y el norte de Chile tienen una cosa en común: casi nunca están cubiertos de nubes, lo que los hace lugares ideales para la observación astronómica. En plena Antártica, sin embargo, instalar un telescopio resulta una tarea aún más compleja que en el desierto chileno, de ahí que se haya convertido en el lugar preferido para hacerlo, y hará que en la próxima década el 70% de la capacidad de observación esté en Chile.

La corriente de Humboldt, que viene del Polo Sur y enfría la costa, y la Cordillera de los Andes, una barrera para las nubes de la Amazonia, permiten condiciones muy secas casi todo el año, ideales para la instalación de observatorios como el Very Large Telescope (VLT), en Cerro Paranal, Antofagasta, o Alma, en el Llano de Chajnantor, en San Pedro de Atacama.

"La Serena y Antofagasta son lugares excepcionales a altitudes más o menos bajas, de 2.000-3.000 metros, donde el cielo es muy estable, lo que es bueno para observaciones en longitudes de onda alta (óptica). Alma trabaja en frecuencias más bajas, pero es muy sensible a la cantidad de agua, entonces es necesario construir este tipo de telescopios a altitudes muy altas y en un lugar enorme donde desplazar las antenas (66) más o menos 16 kilómetros. Es un lugar muy excepcional, no hay muchos", dice Pierre Cox, director de Alma, sobre el llano donde está el complejo.

Fernando Comerón, representante del Observatorio Europeo Austral (ESO), dueño de observatorios como La Silla, VLT y el futuro E-ELT (de 39 metros), agrega que Chile tiene la infraestructura que hace posible construir estas instalaciones y las normativas jurídicas que permiten proteger el cielo. "La promoción de la astronomía es una política de Estado que se ha mantenido durante décadas. Es algo que Chile valoriza como riqueza natural y tiene estas condiciones naturales que suponen una responsabilidad en cuanto a conservación y como parte de su imagen internacional, interesado en la promoción de la ciencia y tecnología", dice.

La llegada de los observatorios internacionales al país ha permitido aumentar el número de astrónomos y capacidades tecnológicas y de ingeniería. El país no es un mero aporte de territorio, sino también de especialistas. En Alma, por ejemplo, el 80% del personal es chileno, y en cuanto a investigación, el 10% del tiempo de todos los observatorios instalados en Chile está asegurado para los nacionales. Y ya se hace poco.

"Desde que hace medio siglo se instalara en nuestro país el primer telescopio científico internacional, se ha recorrido un largo y fructífero camino que nos permite hoy afirmar que somos la 'plataforma astronómica' del planeta", dice Gabriel Rodríguez, director de Energía, Ciencia y Tecnología e Innovación del Ministerio de Relaciones Exteriores. El embajador agrega que hoy, la mitad de la capacidad astronómica está en Chile, y a inicios de la próxima década sobrepasará el 70% con la llegada de la “primera luz” que verán los nuevos telescopios gigantes  en construcción: E-ELT, GMT y LSST.