En una cinematografía como la asiática, acostumbrada a dar estilizados ejemplos de violencia cinematográfica, el caso del surcoreano Park Chan-Wook es probablemente el más brillante de todos.

Autor de la celebrada Trilogía de la venganza (2002-2005), Park le ha dado un nuevo aire al tema a partir de estilizadísimas puestas en escena, historias a menudo inesperadas y un tono que de tan brutal y descarnado, desemboca en una especie de parodia que disparan sus cintas en varias direcciones. Es el caso de Simpatía por Mr. Venganza, Oldboy y Simpatía por Lady Venganza, un grupo que situó al realizador como un cineasta de culto y principal renovador de varios géneros como el terror, la acción y el suspenso.

Con ese estatus, Park ha hecho noticia recientemente por su virtual llegada a Hollywood. Ya hace un par de años Steven Spielberg, fascinado con la intensa visualidad de Oldboy, pretendió hacer un remake que naufragó por problemas legales con la editorial que publicó el cómic en que se inspiró el cineasta coreano. Pero esta vez Park estaría cerca de confirmar su inclusión en Stoker, una cinta escrita por el protagonista de la serie Prison Break, Wentworth Miller, que narra un conflicto familiar en que una joven, luego de la misteriosa muerte de su padre, ve llegar a su enigmático tío y comienzan a sucederse extrañas desapariciones en el barrio.

La película está siendo producida por el tándem de Tony y Ridley Scott y los primeros rumores hablan de que estarían casi confirmadas Carey Mulligan y Jodie Foster. Se informa además en varios sitios especializados que el personaje principal lo podría interpretar Johnny Depp. Estos nombres demuestran que el nombre de Park Chan Wook despierta gran interés en Hollywood y sería una verdadera novedad para el cine surcoreano, cuyos cineastas no están muy acostumbrados a salir fuera de su país pese al enorme prestigio que han cosechado en Europa y a través del circuito de festivales.

La venganza como arte
La carrera de Park Chan Wook cobró un impulso inusitado cuando en el 2000 realizó su tercer filme, Joint Security Area, una cinta que narraba una intriga criminal que se desarrollaba en la zona desmilitarizada en la frontera entre ambas Coreas. Luego de algunos filmes en que no logró mayor repercusión masiva, este filme reventó la taquilla de Corea del Sur convirtiéndose en el filme más visto de su historia, y consagró a su director gracias a su depurada narración y un estilo visual que empezaba a encontrar las coordenadas que lo harían famoso: lúgubre y preciosista a la vez; de brutal fiereza y refinado sentido compositivo.

Si bien la cinta lo transformó en uno de los directores más aclamados del país (incluso con la que llegó al país en un ciclo de cine coreano exhibido a inicios de década), Park logró la consagración internacional con la Trilogía de la venganza, una serie de filmes en que le dio una vuelta de tuerca a temas como la crudeza, el humor, la tragedia, el sentido poético de las imágenes, todo dentro de una originalidad aplastante que le valió ser convertido instantáneamente en un director de culto.

De aquella tríada, Oldboy es probablemente una de las cintas más intensas y atrapantes de los últimos años. Historia de una brutal venganza que emprende el protagonista luego de haber sido recluido inexplicablemente por 15 años, el filme examina los brutales instintos de un hombre por entender las razones de su encierro a la vez que indaga en la soledad, el amor y la furia, todo a través de una creciente ambiguedad moral en que cualquier certeza termina por derrumbarse.

"Desde los mitos más antiguos a las historias más modernas, la venganza es el tema más popular de los escritores. Me intriga", expresó Park al momento del estreno del filme. Aclamada en Cannes (ganó el Gran Premio del Jurado en el 2004) y triunfadora en Sitges ese mismo año, la cinta se dio a conocer en momentos en que otros títulos del cine coreano sorprendieron al mundo, dando a conocer al país como una potencia de singular originalidad: Tale of cinema, de Hong San-Soo, The host, de Joon Ho-Bong, y Hierro 3, de Kim Ki-Duk.

Luego de un interludio cercano a la comedia romántica en I'm a cyborg but that's ok –la que desorientó a sus fans-, Park estrenó el año pasado en Cannes una vuelta de tuerca al género de vampiros en Thirst, una sorprendente historia que nace de las habituales premisas insólitas de sus filmes: un sacerdote católico recibe en una transfusión la sangre de un vampiro. A medio camino entre el relato clásico del género y  un naturalismo poco transitado por el cineasta, el filme extrañó a muchos en el festival francés pero dejó claro que es uno de los pocos cineastas que actualmente pueden transitar libremente por cualquier género entregando variantes nuevas y por lo general sorprendentes.

Un realizador de semejante inventiva es difícil que pueda encontrar un lugar cómodo en Hollywood. La maquinaria industrial deja poco espacio para la libertad autoral, pero la versatilidad de Park podría soslayar estas limitaciones si es que se les permiten sus ya famosas trasgresiones a las convencionalidad. Por lo pronto, su posible llegada a la meca del cine es ya uno de los tópicos más recurrentes en internet y coincide con un nuevo proyecto para hacer un remake de Oldboy, donde se dice que la productora Mandate Pictures ha reflotado el guión de Mark Protosevich (Soy leyenda), que fue abandonado por Spielberg.

Según la web especializada Pajiba, se busca que los muy cotizados Matthew Vaughn (Kick-ass) o Danny Boyle (127 horas) puedan dirigir el filme, lo que deja claro que Park Chan-Wook ya es un nombre de moda en un lugar donde hasta hace poco tiempo era muy difícil imaginarlo. Habrá que esperar como se desarrolla esta relación que en el papel suena tan poco común.