Más de la mitad del público presente en las finales del tenis de mesa olímpico masculino por equipos tenía ojos rasgados y una bandera china en la mano. Otros 90 millones de hogares chinos siguieron la transmisión en vivo, pese a que en Oriente eran pasadas la una de la mañana. Decenas de los hinchas asistentes gritaban al ver a sus héroes, en una escena que en Occidente parece reservada para estrellas de música, el cine y otros deportes.
El aplastante dominio chino en el pimpón (así es conocido allá) comenzó en 1958, cuando el líder del país, Mao Zedong, lo declaró deporte nacional. Al año siguiente ganaron su primer título mundial y desde entonces no han parado de colgarse medallas. En Londres obtuvieron seis de las 12 disponibles, mientras que las otras potencias (Corea del Sur, Japón y Singapur) capturaron otras cuatro, dejando sólo dos para Alemania.
Una situación similar ocurre con el bádminton, un deporte con su origen en China y que es practicado por 100 millones en el país, con todo pagado por el Estado. Otros tantos millones lo juegan en el sudeste asiático, suficiente para dominar desde que se hizo olímpica (1992). En esta ocasión, Oriente se quedó con 11 de 15 preseas.
La confluencia de tradición cultural e inversión también explica el dominio de Estados Unidos en el agua, que comenzó en Saint Louis 1904 con el triunfo de William Dickey y fue continuado por figuras como Mark Spitz y Michael Phelps. La natación es la actividad que más fondos recibe entre todas las disciplinas olímpicas, con US$ 10,6 millones anuales.
GENETICA Y AMBIENTE
Sobre el recortán la supremacía de los atletas caribeños en las pruebas de velocidad: 100, 200 y 400 metros, es palmaria. De las 30 medallas en competencia, los deportistas de esa región suman 17 preseas, donde Jamaica se lleva el honor con 11 podios. La inmigración de esclavos negros desde el Africa Occidental, cuyo genotipo se asocia a la alta velocidad, los factores ambientales que catalizan esa información y la agresiva apuesta gubernamental completan la ecuación.
Un fenómeno similar se da con los atletas de fondo de Africa Oriental, particularmente de Etiopía y Kenia, dominadores absolutos en 3.000 obstáculos, 5.000, 10.000 y maratón, con nuevas amenazas desde Uganda y Somalía. Entre todos se llevaron 19 de las 24 preseas. La gran capacidad aeróbica de estos atletas se asocia al entrenamiento en altura en la zona del Valle del Gran Rift (2.500 m sobre el nivel del mar) y a pantorrillas más livianas. Otro argumento, según un estudio de la Universidad de Kenia, es que un 80% de los fondistas de elite corrían entre 10 y 20 kilómetros entre su casa y la escuela.
En cuanto a las pruebas de máxima fuerza, como la halterofilia o la lucha, la preponderancia de los atletas de Asia Central es una condición histórica que en estos Juegos Olímpicos se grafica con 44 de 97 medallas posibles. Estudios genéticos y étnicos en comparación con el resto del mundo dieron grandes resultados. La longitud de las piernas que son más cortas, el ancho de las caderas, la mayor circunferencia de la pantorrilla, la densidad ósea y el mayor porcentaje de grasa son la base de esta hejemonía asiática.
En la gimnasia artística, el poder del Lejano Oriente y parte de Rusia tampoco tiene comparación. En estos países, al margen de la información genética, existe un fenotipo especial, razones ambientales que explican un éxito evidente a lo largo de la historia olímpica. La concentración y, sobre todo, la disciplina de los nacidos en estas regiones, son la gran base de las preseas. Así, 20 de 42 posibles medallas hacen la diferencia, luego de extenuantes entrenamientos que en muchos de los casos se extienden hasta por 10 horas diarias.
Revisa el mapa de la hegemonía olímpica por regiones (haz click para agrandar):