Nueva Orleáns se celebra hoy el carnaval pagano de Mardi Gras, con los ritmos del blues y el jazz de sus calles, el brillo y color de los collares, la sensualidad de su gente y el deseo de olvidar las penas de la vida.
El carnaval más famoso de Estados Unidos supone para la ciudad un paréntesis en su quehacer diario y de la crisis anímica y económica abierta tras el huracán Katrina, en agosto de 2005.
Buena parte del optimismo se debe a los Saints, el equipo de Nueva Orleans que el 7 de febrero pasado ganó por primera vez la final del fútbol americano, el Super Bowl, todo un hito deportivo para el equipo de 40 años que se ha convertido en el símbolo de la resurrección de Nueva Orleans.
El símbolo de estas fiestas, que comienzan cada año el 6 de enero, son los collares, que se arrojan a los transeúntes desde las carrozas integrantes de la treintena de desfiles populares que recorren las principales calles de la ciudad.
Para el Martes de Carnaval o Mardi Gras se reservan algunas de los mayores cortejos, los mejores disfraces y la celebración más intensa y desenfadada de estas fiestas.
Las autoridades la ciudad de la flor de lis, calculan que cerca de medio millón de personas han disfrutado del jolgorio que se inició el fin de semana pasado en esta ciudad de influencias mediterráneas, caribeñas y del África occidental.
Pero, sin duda, el centro de la versión más carnal de este carnaval se vive en Bourbon Street, donde los colgantes se pueden conseguir de una forma menos prosaica, ya sea con un pequeño coqueteo o mostrando anatomía.
El ambiente desenfadado del carnaval permite comportamientos que en una sociedad como la estadounidense serían reprochables en otras fechas y circunstancias, como el hecho de que un casi adolescente se disfrace de religioso y ofrezca "plegarias a cambio de pechos". Tradición que llama la atención de los miles de turistas que estos días visitan la ciudad y que a la primera ocasión se unen para exclamar: "¡Enseña tus pechos!".
En clara inferioridad numérica, grupos de creyentes portan carteles en los que recuerdan que el perdón de los pecados todavía es posible e instan a los jóvenes, un tanto ebrios ya, a abandonar comportamientos reprochables, y aunque consiguen entablar con alguno de ellos un debate teológico-carnal no parecen tener mucho éxito.