Una tarde de octubre, entre Tailandia y Myan-mar, Muhamad Ismail desapareció. Funcionarios de inmigración tailandeses dijeron que había sido deportado a Myanmar. En realidad, habían vendido a Ismail, de 23 años, y a cientos de otros musulmanes rohingyas, a los traficantes de personas, y luego fueron llevados a campos en la selva.
A medida que miles de rohingyas huyen de Myanmar para escapar de la persecución religiosa, una investigación de Reuters en tres países reveló una política clandestina para sacar a los refugiados rohingyas de los centros de detención de inmigración de Tailandia y entregarlos a los traficantes de personas.
Los rohingyas son transportados a través del sur de Tailandia y retenidos como rehenes en una serie de campos ocultos cerca de la frontera con Malasia, hasta que sus familiares pagan miles de dólares para liberarlos. Miles de rohingyas han pasado a través de este gulag. Un número indeterminado ha muerto allí. Algunos han sido asesinados por los guardias del campo o han perecido de deshidratación o enfermedad, dijeron los sobrevivientes en las entrevistas.
Las autoridades tailandesas dicen que el traslado de los rohingyas por su país no equivale a la trata de personas. Pero en las entrevistas para esta historia, la Policía Real de Tailandia reconoció, por primera vez, una política encubierta llamada "segunda opción", que se basa en las redes de contrabando de humanos establecidas para librar a Tailandia de detenidos rohingyas.
Ismail dijo que terminó en un campamento en el sur de Tailandia. También Bozor Mohamed, un rohingya, cuyo frágil cuerpo lo hace parecer más joven que sus 21 años.
Lo que pasa finalmente a los rohingyas que no pueden comprar su libertad sigue siendo poco claro. Un contrabandista con sede en Tailandia dijo que algunos se venden a las compañías navieras y las granjas como trabajadores manuales por US$ 155 a US$ 1.550 cada uno.
Los rohingyas son musulmanes de Myanmar y Bangladesh, donde por lo general son apátridas y despreciados al ser inmigrantes ilegales. En 2012, dos erupciones de violencia entre rohingyas y la mayoría budista en el estado de Rakhine, en el oeste de Myanmar, mataron al menos a 192 personas. Ciento cuarenta mil quedaron sin hogar. La mayoría eran rohingyas, que viven en miserables campamentos o bajo la segregación de apartheid con poco acceso a la atención sanitaria, escuelas o puestos de trabajo. El sesgo generalizado contra los rohingyas en la región hace que sea difícil para ellos encontrar refugio seguro y también que sea fácil de caer en manos de los traficantes.
Los hombres, mujeres y niños rohingyas se van muy apretados en barcos de pesca para cruzar el golfo de Bengala. Su destino deseado es Malasia, un país de mayoría musulmana donde al menos 31.000 rohingyas viven. Cientos de rohingyas fueron detenidos en dos redadas hechas por las autoridades tailandesas el 9 de enero en las ciudades de Padang Besar y Sadao, ambas cerca de la frontera con Malasia.
Ismail y Mohamed estaban entre los 393 rohingyas que la policía tailandesa dice que detuvieron ese día en Padang Besar. También estaba Ismail Ediris, de 22 años. Los tres jóvenes procedían de Buthedaung, un barrio pobre en el norte del estado de Rakhine. Su historia revela cómo Tailandia, un país en rápido desarrollo en el corazón del sudeste de Asia, pasó de tomar medidas enérgicas contra los campamentos de trata de personas, a facilitarlos.
POLITICA SECRETA
Después de su detención, Ediris e Ismail fueron llevados a un centro de detención de inmigrantes (IDC) en Sadao, donde se unieron a otros 300 rohingyas.
Con cerca de 1.700 rohingyas en todo el país, el gobierno tailandés fijó como plazo julio pasado para deportarlos y abrió conversaciones con Myanmar sobre la manera de hacerlo. Las conversaciones no llegaron a ninguna parte, porque el gobierno de Myanmar se negó a asumir la responsabilidad de lo que considera inmigrantes ilegales de Bangladesh.
Por su parte, Tailandia no podía arrestar, enjuiciar y encarcelar a los rohingyas por infringir la ley de inmigración de Tailandia, porque había simplemente demasiados de ellos. Ese problema cada vez mayor dio a luz a la "segunda opción", en octubre, una política secreta de deportar a los refugiados de regreso a Myanmar que llevó a los rohingyas a que fueran vendidos a las redes de trata de personas.
Central en esta política era Ranong, una provincia tailandesa escasamente poblada. A finales de octubre, cientos de rohingyas estaban siendo llevados en camiones de inmigración y conducidos a Ranong para el procesamiento y la deportación. Entre ellos se encontraban Ismail y Ediris. Luego fueron llevados a un embarcadero de Ranong y después de unos 30 minutos en el mar, fueron cargados a bordo en otro barco y navegaron hasta que llegaron a una isla.
Ismail dijo que vio alrededor de 200 otros rohingyas en ese centro. No había agua ni comida. Se le dijo que debía pagar 60.000 bahts US$ 1.850 ). Ismail tenía algo de dinero, pero no lo suficiente. "Tenemos que escapar", le susurró a Ediris . Después de una hora en el campo, justo antes del amanecer, los dos hombres hicieron su movimiento. Un guardia disparó al aire mientras corrían a través de la selva y se metieron a través de un río para llegar a la parte continental. Sobrevivieron y se encontraron con un hombre birmano que prometió llevarlos a Malasia por unos 8.000 bahts (US$ 250) cada uno. Ellos estuvieron de acuerdo y fueron llevados a una casa en el sur de Tailandia.
Bozor Mohamed , el tercer joven rohingya de Buthedaung, dijo que estuvo durante 10 días en un campamento en la selva en Padang Besar. El también dijo que había sido entregado por funcionarios tailandeses para el tráfico en embarcaciones.
El general Chatchawal Suksomjit, de la Policía Real de Tailandia, en Bangkok, admitió que había una política no oficial de deportar a los rohingya de Myanmar. El llamó a esto "una forma natural o la segunda opción". Pero dijo que los rohingyas fueron voluntariamente. Los rohingyas en los centros firman declaraciones en la presencia de un líder islámico local, en las que están de acuerdo en que quieren regresar a Myanmar. Sin embargo, éstas a veces se producen en ausencia de un traductor de idiomas ro- hingya.
Hasta ahora, el gobierno tailandés ha negado la complicidad oficial en el contrabando o el tráfico de ro- hingyas. Pero en una ruptura con esa declaración, Chatchawal dijo que las autoridades tailandesas podrían haber recibido dinero previamente a cambio, pero ya no. También admitió que los centros descubiertos por Reuters violan las leyes de Tailandia. Se refirió a ellos como "refugios temporales". En cuanto a las estaciones de tráfico, el policía señaló: "Creo que podría haber más campos como estos. Podrían estar escondidos en la selva".
(Traducción y edición hechas por La Tercera)