El Metro y su música por las líneas
Están casi tematizadas. La Línea 4 reúne a músicos que hacen del jazz o el folclore su pasión; la 4A, a raperos y baladistas. En ambos casos existe una organización tácita que permite que cada artista pueda trabajar y ganar un sueldo.
Rompe la rutina. Eso es lo que hace una banda de música en el Metro. El público, los pasajeros que día a día toman este transporte, no quedan indiferentes cuando un grupo compuesto por cinco integrantes se sube para intentar transformar "un aburrido viaje de Metro" en una experiencia más agradable.
La melodía que sale de los instrumentos es acompañada con la voz de Kristel Nielsen, quien interpreta It don't mean a thing, canción que alguna vez hizo popular Ella Fitzgerald. Sin importar la edad, cabezas y pies se mueven al ritmo del jazz. En cada estación se sube más gente y todos observan el show itinerante que la mayoría de los usuarios agradece.
En los últimos años se ha multiplicado el número de grupos que participan en "tocatas" dentro de los vagones. Detrás de ese "boom" hay un acuerdo tácito entre los distintos músicos que se suben para respetar los turnos: la idea es que todos puedan obtener una remuneración, a pesar de que estas pre- sentaciones no son permitidas por la empresa de transportes. Algunos, de hecho, pueden ganar hasta $ 400 mil con los aportes voluntarios de los pasajeros.
Pero, además, existe un orden que busca descifrar los gustos del público: en la Línea 4 se suben los grupos de jazz y folclore; en la 4A, los hiphoperos, y en la Línea 5, aún tímidamente, comienzan a sonar los sones de la cumbia. Incluso, es la misma música la que explica que la Línea 1 no sea un escenario común. "Es cierto que siempre está colapsada, pero como pasa habitualmente en el subterráneo, la música se escucha mal", describe Nielsen.
El día jueves, a las 11.20 horas, alrededor de 10 artistas, entre solistas y bandas, esperan su turno. En la Línea 4 son casi 100. De ellos, 64 pertenecen a un sindicato que el año pasado se comenzó a manifestar para que exista una normativa que les permita su función. "Metro Jazz es parte de esta organización. Ultimamente no nos hemos juntado, pero sí se han hecho manifestaciones para protestar contra los partes que dan. Para Navidad me llegó uno de la municipalidad. Decía que tenía que pagar $ 130 mil", agrega Nielsen. Luego de apelar, asegura, logró zafarse de la amonestación.
Según ella, la gente agradece, "porque es música a la que no están acostumbrados y no tienen tiempo ni plata para ir a un concierto".
Isabel Carrasco es una pasajera de la Línea 4 y dice que estos shows "ayudan a amenizar el viaje, creo que debería haber espacios para estos artistas". Mientras observa cómo Vladimir Illanes, integrante de Metro Jazz, toca la batería, agrega: "A veces uno va estresado y el hecho de tomar el Metro y encontrar buena música, para mí, es genial". Silvia Soto, otra pasajera del tren, dice que le gusta la música del grupo, aunque advierte que "deberían estar en lugares más públicos".
¿HORA DE ALMUERZO?
Tímidamente, los pasajeros sacan sus celulares para grabar el espectáculo que la banda presenta, otros toman fotos. Nadie queda indiferente a la música. "Es agradable, el viaje se hace más corto y este tipo de música es muy bonita. Metro debería dejar que los músicos suban, siempre que sean así, de calidad", comenta Eugenio Herman (74).
Cuando el show termina, los aplausos se expanden por el vagón, contagiando incluso a pasajeros muy lejos del centro del espectáculo. Héctor Albuquerque, guitarrista, y Cristián Villagra, contrabajista, agradecen, mientras otros integrantes pasan sus gorros entre los pasajeros. Reciben varias monedas, también algunos billetes.
En la Estación Colón, cuando ya han terminado su presentación y esperan llegar a Tobalaba, un guardia los aborda. "¿Ahora van a almorzar, cierto?", pregunta, y saluda a los integrantes de forma muy amable. Ya los conoce. La pregunta es una manera cordial de echarlos del Metro.
"La cosa de pelear con los guardias ya no se da. Hay que tenerles buena onda. Al fin y al cabo, ellos están siguiendo órdenes. No es que sean malos y les guste sacar a los músicos. Ellos se suben, te miran y dicen 'chicos…' y hacen un gesto para que nos bajemos. Después nos volvemos a subir", comenta Nielsen.
Desde Metro la respuesta para los artistas es clara. Rodrigo Terrazas, gerente de Operaciones y Servicios de Metro, dice que "estamos comprometidos con la seguridad de los pasajeros. El comercio ambulante y los cantantes generan aglomeraciones y perturban el tránsito de las personas, lo que genera condiciones de riesgo para nuestros usuarios, así como también para quienes realizan estas actividades. Tenemos una coordinación permanente con Carabineros, que busca, precisamente, que las faltas que se cometen no se conviertan en delitos".
RUTA HIPHOPERA
Jorge ProUrbano y JergaMC. Esos son los nombres artísticos de Jorge de la Paz (18) y Cristián Riquelme (26), quienes han hecho de los vagones de la Línea 4A su escenario. Ambos deciden subirse juntos e improvisar rimas. Al público del sector le gusta el hip hop y ellos reconocen que pueden obtener, mensualmente, más del sueldo mínimo. "En un mes, yo creo que puedo hacer entre 300 mil y 400 mil pesos. Son como 20 mil por día la cuota que hago", comenta De la Paz.
Ya en el vagón, piden permiso a los pasajeros para poder iniciar el espectáculo. Nadie se opone.
De la Paz asegura que la recepción de los pasajeros es, la mayor parte del tiempo, buena. "A veces hay gente a la que no le gusta, pero hay otros que, por ejemplo, cuando los guardias nos bajan, piden que no lo hagan. La gente también ayuda a los artistas del Metro", agrega.
Debido al éxito de los músicos en el sector suroriente de Santiago, muchos han debido explorar otros escenarios, es decir, otras líneas. José Miguel y Marcos Quiroga, por ejemplo, esperan en Bellavista de La Florida el próximo tren. "Hace algunos meses, debido al colapso que hay en la Línea 4, comenzaron a llegar artistas a esta línea, en la que no hay que hacer fila para subirse. Eso sí, el lugar se respeta. Si hay alguien esperando, se sube él y después el que viene", dice José Miguel.
Esperando el tren ensayan y discuten cuál será la canción con la que iniciarán el viaje. Optan por una de Los Fabulosos Cadillacs, que entonan con un ritmo de cumbia. "El león está escondido en el callejón y sabe bien lo que le va a pasar, entonces saca su revólver y va a disparar", cantan. La recepción es buena.
Como en las otras líneas, el problema principal es cuando son bajados por los guardias. "Ahí la gente nos apaña, nos aplaude", cuentan.
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