Las Eliminatorias arrojan un montón de historias. Unas de triunfos y otras más crudas, en donde el fútbol se cruza con hechos lamentables. Una de las notas más altas de las clasificatorias para el Mundial de Rusia la da el seleccionado de Siria. Pese a todos los problemas que vive su nación, está en la pugna por un lugar en la Copa del Mundo.
Siria no tiene historia en los Mundiales adultos. Por eso, esta campaña es histórica. En la tercera ronda clasificatoria, finalizó tercero en el grupo A, con 13 puntos, aventajando por diferencia de gol a Uzbekistán. En el último minuto del juego ante Irán, el 5 de septiembre, Omar Al Somah anotó el 2-2 final y dio el pasaje al repechaje.
Aunque fuera por un momento, las calles cambiaron estruendos por la algarabía. Desde 2011, el país está en una guerra civil con un saldo extremadamente trágico: más de 450 mil muertos. Sólo en septiembre pasado, fallecieron 3.055 personas (955 civiles) según los datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El conflicto ha alcanzado preponderancia internacional, por el éxodo de cinco millones de personas. Además, esta división entre el apoyo o el rechazo al régimen del presidente Bashar al Assad alcanzó al deporte, ya que algunos jugadores se perdieron partidos.
Se ganaron la opción de enfrentar al tercero del grupo B, Australia. Quien gane esta llave jugará otra repesca con el cuarto de la Concacaf, algo que puede generar mucha repercusión si es que se da un determinado choque. Hoy, a las 9.30 horas de Chile, es el partido de ida… en Malasia.
Por razones obvias, Siria no puede jugar en su territorio. Ante esto, durante la eliminatoria ha debido ser anfitrión en dos países distintos: Omán (Muscat y Seeb) y Malasia (Seremban y Melaka). "Haber alcanzado este repechaje es casi un milagro, nadie contaba con que llegásemos a esta situación", afirmó el seleccionador Ayman Hakeem, el artífice de la campaña.
Con una serie de resultados, podría darse un enfrentamiento (deportivo) entre Siria y Estados Unidos por un pasaje al Mundial, como para añadir un ingrediente más a una historia que ya tiene condimientos de todo tipo.