Por sobre Alemania, Estados Unidos o Nueva Zelandia, Polonia aparece en la décima posición del ranking internacional de educación realizada por la The Economist Intelligence Unit (EIU) y la firma Pearson, que encabezan Corea del Sur, Japón, Singapur, Hong Kong y Finlandia. El listado, dado a conocer esta semana, analiza a 40 países, desarrollados y emergentes, en la llamada Curva del Aprendizaje que cruza una serie de factores e índice. Sin embargo, ya no es una novedad que Polonia alcance posiciones altas en los estudios comparativos sobre educación. De hecho, en el último informe Pisa (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), de 2012 y cuyos resultados se dieron a conocer en diciembre pasado, Polonia ocupa la 13ª posición en cuanto a competencia matemática, la 10ª en comprensión lectora y la 9ª en lo que se refiere a competencia científica.
Lo cierto es que esto no siempre ha sido así, ya que en 2000 los estudiantes polacos estuvieron muy por debajo del promedio de la Ocde. El cambio se comenzó a producir en 1998, cuando el Ministerio de Educación polaco puso en marcha una reforma para elevar el nivel de los estudiantes. Para eso se efectuaron cambios en la estructura del sistema del sector, se reorganizó una red de transporte escolar, se hicieron cambios en la supervisión, retoques en el currículum y la reorganización financiera de las escuelas con subsidios locales.
En todo caso, la reforma se basó en tres ejes fundamentales. El primero fue agregar un nuevo año a la secundaria, eso sí con una forma que se aplica en algunos países. Hasta ese momento la educación escolar polaca estaba dividida en ocho años de educación primaria y cuatro o cinco de secundaria, pero fue reemplazado por el esquema 6+3+3, es decir, primaria (seis años), una fase intermedia de tres años y otros tres años de bachillerato que con tres opciones a seguir formación profesional, técnica o académica. De esta forma se aplazó en un año la elección entre secundaria superior y formación profesional. "Proporcionar un año adicional de estudios académicos para los estudiantes que de otro modo habrían pasado ese curso a la formación profesional elimina la posibilidad de que las escuelas y los docentes deriven a los estudiantes procedentes de entornos sociales desfavorecidos en la vía 'más débil", explicó la Fundación Pearson, de tal forma que obligaba a ofrecer las mismas oportunidades de aprendizaje para todos los estudiantes del primer ciclo de secundaria.
También se añadió un nuevo sistema de exámenes externos que se aplica al final de cada uno de esos tres ciclos, para certificar que los centros educativos estaban aplicando los currículos y las metodologías de manera apropiada, con tal de alcanzar el objetivo propuesto. Esto fue fundamental para elevar el nivel de los niños y jóvenes especialmente en zonas rurales, donde las escuelas eran pequeñas y a partir de ese momento contaron con más años de secundaria.
El tercer punto apuntó a los profesores, algo que comenzó a introducirse en 2007. Antes de eso, a los profesores se les remuneraba en función del número de horas que daban clases y los años de antigüedad en el ejercicio de la profesión. El nuevo sistema vinculó, además de la cualificación profesional y la experiencia, las tareas que se les exigía a los profesores, qué tenían que hacer para llevarlas a cabo y los resultados que obtenían. El nuevo sistema ofrece flexibilidad en cuanto a ubicación se refiere e incentivos o gratificaciones si el colegio obtiene excelentes resultados en los exámenes y rankings.