En 2003 en Indonesia, específicamente en la cueva Liang Bua en la isla de Flores, se descubrieron los restos de una nueva especie de homínido que habitó la Tierra hasta hace 20.000 años.

El hallazgo, un cráneo, fue catalogado como el descubrimiento de la década. Confirmaba la teoría de que nuestro planeta estuvo habitado en algún momento por varias especies de humanos. Richard Roberts, de la Universidad de Wollongong, Australia, investigador del equipo que lo descubrió, destacó que era el hallazgo de una especie que vivió hasta hace relativamente poco, “acabó de un solo golpe con la idea de una progresión lineal en la evolución”.

Se bautizó como Homo floresinsis. Por su baja estatura, de a penas un metro y su pequeño cerebro del porte de una mandarina, fue apodado como “hobbit”, por su similitud con la raza que el escritor John Ronald Reuel Tolkien crea y describe en sus libros.

El asombro de los científicos se  enfocaba en que, pese a su pequeño cerebro, había evidencias de que los “hobbits” eran inteligentes. En la cueva de Liang Bua se encontraron señales de fabricación de herramientas para carnicería de animales muertos, y uso del fuego.

“El descubrimiento del hobbit abrió la posibilidad de pensar que puede haber otras especies humanas sin descubrir ‘allá afuera’, quizá enterradas a varios metros bajo tierra como el hobbit, u olvidadas en un cajón de algún museo, erróneamente identificadas, o catalogadas como humano moderno inusual”, señaló Roberts a la BBC cuando se publicó el hallazgo.

Debate científico

Hoy el debate sobre su naturaleza se reanuda gracias a un estudio realizado por los investigadores franceses Antoine Balzeau, científico del Museo de Historia Natural de Francia y Philippe Charlier, de la Universidad Paris-Descartes, que concluye que estos diminutos homínidos no eran humanos.

La investigación, publicado en la revista Journal of Human Evolution, analizó los  huesos del cráneo de Liang Bua 1, especimen mejor conservado, denominado LB1 y determinó que el pueblo diminuto no eran Homo sapiens, es decir, no era humano. El examen de microtomografía de alta resolución del cráneo realizado en Japón, calculó los mapas de variación del espesor del hueso. Así se reveló que no posee ninguna patología conocida en el Homo Sapiens, ni las características que lo definen.

“Hay una gran cantidad de información contenida en las capas de hueso del cráneo. Los resultados, fueron muy claros, no tiene  características de nuestra especie”, señaló Balzeau, indica la agencia AFP.

Los hallazgos, dicen los investigadores, descartan las teorías de que el Homo floresiensis era en realidad un humano moderno cuya pequeño tamaño y cerebro fueron resultado de un  trastorno genético. Pero aún queda por resolver muchas interrogantes, entre ellas, si se trata de una especie  del Homo erectus o una totalmente diferente.

Teorías sobre origen 

¿De dónde provienen? Fue la pregunta que el mundo científico formuló cuando se conoció del descubrimiento. Al principio, se postuló que se trataría de náufragos descendientes de Homo erectus que llegaron a la isla. Luego, pensaban los expertos, por los limitados recursos disponibles en en la isla, la especie evolucionó y comenzaron a reducirse, proceso que se conoce como enanismo isleño.

Se sospecho además del cretinismo enano, a veces provocado por la falta de yodo. Otra causa potencial, se indicó, pudo ser la microcefalia, que no sólo encoge el cerebro, también su envoltura huesuda.

Desde hace doce años los expertos no logran acordar si se trataba de una nueva especie o un espécimen enfermo y deforme de una especie ya existente. Estudios posteriores entregaron nuevas pistas, y señalaron que se trataba de una mujer, que vivió en el lugar hace unos 18 mil años y tenía unos 30 años cuando murió.