Es un centenario y los centenarios se celebran. Haya o no haya basurillas bajo la alfombra, o esos lados de sombra tan invasivos en ciertas biografías artísticas. Mañana, 4 de abril, se cumplen 100 años del nacimiento de Marguerite Donnadieu, mejor conocida como Marguerite Duras, la autora superventas de El amante, figura del Nouveau roman francés y cineasta de los bordes. Y no se dirá que la han olvidado.

La radio belga le ofrenda una emisión de cinco capítulos, la ciudad normanda de Cerisy-la-Salle organiza un coloquio internacional y las bibliotecas parisinas le dedican, desde marzo a junio, encuentros, debates, lecturas y exposiciones. Eso sí, los festejos comenzaron en noviembre de 2013 cuando la más reputada biógrafa de la escritora, Laure Adler, publicó junto a Delphine Poplin un libro que reúne suvenires, fotos, manuscritos y correspondencia que dan cuenta, a lo largo de los casi 82 años vividos, "de una Duras compleja y entrañable".

Hay celebración, entonces, y un ánimo de revisitar y de descubrir. Algo que Adler tiene inventariado como pocos es lo que hay de ambiguo e incierto con Duras, quien se encargó sistemáticamente de dar pistas falsas sobre su vida. Y sabe que, como en tantos casos, lo que se ha impreso es la leyenda. De ahí que le advirtiera al lector en 1998, al publicar su biografía: "Con Duras hay que desconfiar siempre de las nociones de verdad y realidad".

ELLA Y SOLO ELLA

Marguerite Duras detestaba que husmearan en su historia personal. Odiaba que lo hiciera cualquiera que no fuese ella misma. Lo hacía a su manera y los resultados se plasmaron en obras literarias que tendieron a la parquedad y la desolación, a un estilo sosegado y a veces telegráfico, que por lo demás fue un emblema del movimiento de la nueva novela, que hiciera nata en los 60 con libros como los suyos (Moderato Cantabile, Hiroshima mi amor) y los de Alain Robbe Grillet.

Pasados los 70 años le llegó celebridad planetaria. El amante (1984) se convirtió en un taquillazo de cine arte hot a cargo de Jean-Jacques Annaud, con Jane March y Tony Leung. Imposible ver a Marguerite en la joven piel de una actriz y no preguntarse por estos y otros episodios que en varios casos explican por sí mismos las razones de Duras para mantenerlos en la oscuridad.

La historia arranca a principios del siglo pasado en Saigón, actual capital vietnamita y por entonces territorio colonial francés. Hasta ahí llega Marie Legrand, profesora que se enamora de un francés casado, que enviuda un par de años después. En medio de las habladurías de la comunidad blanca de Gia Dinh, próxima a Saigón, nacerá Marguerite, que toma su apellido literario del pueblo donde nació el padre y que hará de esta historia el material de Un barrage sur le Pacifique (1950), su tercera novela. Henri, el padre, murió en Francia cuando ella tenía siete años. Lo que quedó en casa fue la severidad materna y las voluptuosas imágenes del sudeste asiático (Hanoi, Phnom Penh, Prey Nop). También las pellejerías cotidianas: los colegas de su madre trataban a Marguerite y a su hermano como vagos, mientras ella hacía eternas gestiones para que el gobierno colonial le diera una pensión y le cediera un terreno. La satisfacción de estas inquietudes no inmunizó a la familia de la violencia y la drogadicción de su hermano. Por ahí nace el tórrido affaire con el chino que encarna Leung en El amante. "Esa no fue una historia de amor", ha declarado Adler. "Por así decirlo, la madre vendió su hija al amante, no porque necesitara dinero para ella, sino porque su hijo se drogaba". Eso sí, agrega, cuando le llevó la plata de este novio por conveniencia, Marguerite "tuvo por primera vez la impresión de existir ante los ojos de su madre".

Salir de este capítulo y pasar a la vida de Duras en París supone entrar en nuevas honduras.  Entró a estudiar derecho y no tuvo militancia conocida, salvo una membresía en el Ejército de Salvación. Conoce allí a Robert Antelme, con quien se casó en 1939 y tuvo un hijo muerto tempranamente. Gracias a Antelme conoció a Denys Mascolo, que se convertiría en el padre de otro hijo.

Era el período de la ocupación. ¿Fue Duras una "colaboradora"? Licenciada en ciencias políticas, en 1938 había entrado como auxiliar al Ministerio de Colonias, para el cual escribe El Imperio francés, obra destinada a exaltar las viejas glorias del país con territorios en ultramar. Fue un libro de encargo que Duras se encargó de borrar de su currículo. Asimismo, plantea Adler, minimizó su adhesión al Mariscal Philippe Pétain, autoridad máxima de la Francia ocupada, y su participación en la Comisión de Control de Papel de Edición, que fue una oficina de censura.

Por el contrario, más lustre se ha sacado al rol de la escritora como resistente, a partir de 1943, año en que publica su primera novela, La impudicia, y esconde de la Gestapo a gente como  François Mitterrand. Por entonces, igualmente, su esposo es enviado a un campo de concentración  y ella entra en negociaciones de tenor más bien íntimo con un colaborador, Carles Delval, que tras la retirada nazi es juzgado y fusilado. Duras testificó en contra en el juicio y se inspiró en Delval para su libro El dolor (1985).

Hay más, por supuesto. Su prolífica relación con el cine y su creación teatral, que ha vuelto a los escenarios de Francia. Lo que está al final del pasillo, en cualquier caso, es una obra de desolada belleza y un tremendo misterio.