Con Europa en el suelo, tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo buscaba un nuevo paradigma de sociedad moderna y exitosa, una potencia mundial que funcionara como faro y modelo a seguir para el resto del Globo: la respuesta fue EE.UU. y con él todo el continente americano. La construcción del imaginario de ese renovado hemisferio occidental vino del propio país del Norte, a través de la difusión cultural que hizo la Oficina de Coordinación de Asuntos Interamericanos (OCIAA) .
Una de las estrategias fue presentar la nueva arquitectura latinoamericana. Lo hizo a través del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Primero en 1943, con Brazil Builds, una exposición que ha sido internacionalmente reconocida como la primera celebración de la arquitectura moderna en América Latina. Y luego con la ambiciosa Arquitectura en Latinoamérica desde 1945, muestra que resaltó los logros urbanísticos de la región, como seguidora del llamado "estilo internacional".
Sesenta años más tarde, el MoMA vuelve a fijar la mirada en el sector con Latinoamérica en Construcción 1955-1980, que funciona como sucesora de la anterior exposición. Inaugurada el pasado 29 de marzo y abierta hasta el 19 de julio, la muestra reúne obras notables de 11 países: Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, México, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, a través de maquetas, planos, dibujos, fotografías y registros audiovisuales.
"América Latina fue escenario de algunos de los experimentos arquitectónicos más originales y significativos de la época de la posguerra, un socio en pleno derecho en el desarrollo de la arquitectura moderna, después de la II Guerra Mundial. Sin embargo, en Europa y EE.UU. su papel es generalmente disminuido frente a nombres de gran alcance como Le Corbusier, Mies van der Rohe, o Alvar Aalto", explica a La Tercera Barry Bergdoll, uno de los curadores de la muestra que reúne más de 500 obras originales.
UNA REGIÓN VARIADA
Entre las obras destacan, a fines de los años 40, las primeras "ciudades universitarias", como verdaderos laboratorios creativos: allí se encuentra la Universidad de Concepción, en Chile; de Tucumán, en Argentina, y la UNAM de Ciudad de México. Un lugar especial tiene Brasilia, ejemplo fundamental de planificación urbana moderna, diseñada entre 1956-1960, por Oscar Niemeyer y Lucio Costa. También resaltan edificios individuales como el Jockey Club de Río de Janeiro, el Museo Rufino Tamayo en México D.F., Las Torres del Parque en Bogotá y el edificio Atlas de Lima. Para Barry Bergdoll, en la variedad está la clave.
¿Cuáles son los edificios emblema de este periodo?
La Cepal (de Emilio Duhart en Santiago de Chile), es uno. Tiene una estructura moderna radical, permite que el paisaje continúe a través de él y se refleje en sus formas. El Banco de Londres de Buenos Aires define una nueva relación entre el interior y exterior de un edificio; las Escuelas de Arte de Cuba es un intento audaz de reflejar un nueva sociedad y los valores de la revolución a partir de la arquitectura, y, por último, el edificio SESC Pompeia en Sao Paulo, como la transformación de una planta industrial en un terreno de placer urbano.
¿Cómo definiría la arquitectura latinoamericana?
No existe tal cosa. Lo que hay son muchas respuestas a problemas comunes, desafíos compartidos y cambios, en este período, cuando el Estado promueve la modernización, pero al mismo tiempo tuvo que lidiar con sus consecuencias, sobre todo con la crisis de la vivienda y los desafíos de la rápida urbanización. Aquí se ve la variedad de respuestas a esos desafíos, que crea un sentido de la relación familiar entre las diversas arquitecturas producidas en este cuarto de siglo a través de una enorme región, y que las hacen relevantes de ver hoy.