Días después de la muerte de Sergio Larraín, en febrero de 2012, Agnès Siré recibió dos cartas suyas. En ellas el fotógrafo le agradecía a la directora de la fundación Henri Cartier Bresson de París y ex jefa de archivos de la agencia Magnum el libro que le había enviado para su cumpleaños. Ambos habían nacido un 5 de noviembre y durante 30 años de amistad intercambiaron regalos y más de 500 misivas.
Las cartas eran el único medio de comunicación de Larraín con el mundo desde que a fines de los 70, después de 20 años dedicado a la fotografía en distintas partes del mundo, se recluyera en una casa en Ovalle, y un campo en Tulahuén, en la precordillera de la IV región, para concentrarse en el yoga y la ecología, sin teléfono, vinculado al mundo sólo gracias a una casilla postal.
"Una buena fotografía viene de un estado de gracia", escribió Larraín en una de sus cartas a Agnès, "y la gracia viene del hecho de ser libre, y para ello las personas que quieran ser creativas deben aislarse. En mi pequeña casa de campo no paso hambre, hay verduras y árboles frutales, tengo todo para sobrevivir en paz, como en un convento".
Tras su muerte, Agnès Siré emprendió la tarea de organizar una exposición y editar un libro sobre su obra: "Antes de que falleciera, su hija Gregoria me contactó diciendo que su padre le había pedido hacerse cargo de sus obras, como si él sintiera que iba a morir. Yo le propuse una retrospectiva y un libro como quería hace tiempo, pero Larraín nos pidió que esperáramos a su muerte. El decía que este tipo de manifestaciones era alimento para el ego, pero al mismo tiempo tenía la contradicción de mandar pacientemente las tiras de contactos y los negativos de todo lo que hacía para que los guardáramos en Magnum, como si supiera que algún día tendrían valor. Incluso, hablábamos y elegíamos a la distancia las imágenes y textos que eventualmente podrían ir en una exposición suya", recuerda.
Siré montó una retrospectiva de Larraín que fue el plato fuerte del Festival de Fotografía de Arles, en el sur de Francia, la misma que llegará al Museo de Bellas Artes de Santiago en marzo. A su vez, con la Fundación Cartier Bresson inauguró Vagabundeos, exposición que estará abierta hasta diciembre en París, y junto a la editorial Xavier Barral editó el primer libro monográfico sobre su obra, con todas sus fotos, textos de Gonzalo Leiva y cinco de sus cartas dirigidas a su sobrino Sebastián Donoso, fotógrafo, a Agnès Siré y a Cartier Bresson, el fundador de Magnum. El libro ya está en Chile en la Feria del Libro.
"Es difícil hacer buena fotografía: he intentado adaptarme a vuestro grupo para aprender y ser publicado. Pero quiero regresar a lo serio nuevamente, es el problema de los mercados, del ganar dinero. Estoy desconcertado y quiero buscar un camino que me permita nuevamente moverme en un nivel más vital", le escribía Larraín a Cartier Bresson, en 1962, en una carta recogida en el libro. Larraín comenzaba a dar la espalda a la fotografía de prensa.
Años atrás, en 1958, esa misma manera de trabajar le había permitido ingresar a la agencia Magnum, gracias a su serie Vagabundos, un conjunto de fotografías tomadas casi por azar a los niños de la calle en Santiago.
Larraín se instaló en París y luego en Londres, y se consagraría con sus trabajos para las revistas Paris Match, Life y The New York Times.
Pero no se adaptó al trabajo periodístico. Regresó a Chile y se unió en una comunidad mística. Volvió a Valparaíso, donde había captado su célebre foto de dos niñas bajando una escalera, y antes de recluirse en el norte hizo una serie sobre personajes populares e historias del bar Los Siete Espejos: "Las casas de prostitutas, pobres e inocentes, intentan parecer más finas copiando a los ricos, colgando cuadros dorados y espejos en los muros, reflejándose los unos con los otros, transformando la pieza en un caleidoscopio", se lee en las notas del libro.
Desde su exilio voluntario, Larraín describía a Sebastián Donoso su forma de entender la fotografía: "Sal del mundo conocido, penetra en lo que no has visto y déjate llevar por las ganas de moverte, donde lo sientas y poco a poco encontrarás cosas y las imágenes vendrán a ti como apariciones. No te fuerces nunca a hacer fotos, porque la poesía se habrá perdido".