Después de los Emmy del domingo, en los foros de internet la pregunta era una sola: por qué un actor casi desconocido, Bryan Cranston (53), había ganado el premio a mejor actor de serie de drama, superando a reconocidas figuras como Hugh Laurie, el protagonista de la popular serie Dr. House (TVN y Universal).
Después de todo, Cranston aparece en una producción muy poco conocida, Breaking bad (la primera temporada se emitió en Chile por Sony, hace unos meses, y la segunda se dará en 2010) y su mayor crédito actoral es la comedia Malcom. Pero para este actor -casado dos veces y padre de una hija- Breaking bad es el punto cúlmine de su carrera y una oportunidad para lucirse. Antes era conocido por ser el padre de Malcom -actuación que le valió tres nominaciones a los Emmy- y como un actor de carácter televisivo, con un sinfín de actuaciones como invitado.
El mismo lo dijo en su discurso al aceptar la estatuilla el domingo: "Soy un pobre chico de barrio, no sé qué estoy haciendo aquí. Me siento como Ceniciento".
El material que tiene en Breaking bad se presta para que destaque. Allí interpreta a un profesor de química que vive una existencia triste y sin futuro. Pero su status quo cambia cuando descubre que sufre de cáncer al pulmón y que tiene dos años de vida. Entonces, decide utilizar sus conocimientos químicos para dedicarse a fabricar metanfetaminas con el objetivo de juntar dinero, cueste lo que cueste, para dejarle a su familia después de su muerte.
Todo eso permite que Cranston les dé a los Emmy lo que más les gusta premiar: actuaciones llenas de emociones extremas y momentos límite. Y los críticos lo avalan unánimemente.
En Entertainment weekly dijeron: "Las intenciones de la serie no funcionarían sin la divertida y feroz generosidad de Cranston como actor". Frente a eso, las más contenidas interpretaciones de Laurie o John Hamm (Mad Men, de HBO) no tenían mucho que hacer.