Son las 13.00 de un día invernal en el sector denominado El Caleuche, a unos 10 kilómetros al sur de Chañaral. Desde la carretera se puede observar una bella y extensa bahía. Unos metros más arriba, en una loma, se aprecian diversas casas prefabricadas de madera que han ido proliferando. Algunas ya muestran jardines y fachadas recién pintadas. Ninguna cuenta con agua potable y deben usar generadores para la energía eléctrica.
"Todos los que viven acá trabajan en Chañaral", dice el profesor Ernesto Tolmo, quien, a esa hora, llegó con su familia a almorzar a su nueva casa. "En marzo decidimos instalarnos acá, porque arrendábamos frente al río Salado, a metros de donde pasó el aluvión de 2015. Es un lugar peligroso, además, el medioambiente de la ciudad se contaminó más, así que buscamos un lugar limpio para vivir", agrega.
Asegura que su intención es regularizar el terreno, pero reconoce que "aún no hablamos con la autoridad, aunque con otras familias ya estamos en proceso de constituirnos. Yo no reniego de Chañaral, viví ahí 40 años, pero si se da la posibilidad de cambiar de aire, me parece bien".
El 25 de marzo de 2015, un aluvión -sin precedentes- arrasó con buena parte de cinco comunas de Atacama. Una de las más afectadas fue Chañaral. El río Salado se desbordó y su caudal de lodo y escombros se mezcló con las arenas de relaves mineros que, por años, han estado depositadas en la bahía. Esto removió un material que contiene diversos metales pesados, que con el viento se eleva y afecta a la población. En mayo pasado, los lugareños revivieron esta situación cuando el río se desbordó nuevamente, aunque con menos fuerza.
La ciudadanía, que por años ha reclamado por mejoras ambientales, aumentó su sensibilidad. Las autoridades también elevaron sus reclamos. Sin embargo, al no ver cambios, muchas familias decidieron irse de la ciudad y otras han optado por instalar sus viviendas en El Caleuche.
Las casas del "nuevo Chañaral", como algunos ya comienzan a llamar a este sector, no son las habituales tomas que Atacama exhibe en su costa y que, principalmente, obedecen a viviendas de veraneo. Estos "colonos" dicen que llegaron para "quedarse para siempre".
Tal es el caso de Cristián Urrutia, quien por años luchó para obtener una vivienda básica. Incluso, en 2014 formó parte de un comité de vivienda que no tuvo resultados. "Luego, con el aluvión, aumentó la polución, así que decidimos venirnos, principalmente por mis dos niños. Parte de este sector es considerado barrio industrial. Yo lo solicité para trabajar hace dos años. Me exigieron las condiciones básicas de habitabilidad para el cuidador, entonces decidí venirme yo, instalar mi casa y mi empresa en el mismo sitio", dice.
Explica que ya entregó sus antecedentes a Bienes Nacionales. "Hay mucha gente que se vino por la necesidad habitacional y por la contaminación, por lo tanto, debería regularizarse esta situación. Si viene el gobierno a decirme que me vaya, por lo menos deberían darme una solución habitacional", sostiene.
Desde Bienes Nacionales explican que "la última entrega de terrenos la realizó la ministra Nivia Palma en mayo pasado, destinada a empresarios afectados por el aluvión. En el sector mencionado no hay permisos recientes para uso habitacional, aunque no se descarta que puedan existir solicitudes vía oficina de partes. En estos casos hay protocolos que se deben respetar y sería irresponsable entregar respuestas por la prensa antes que a la persona que ingresó dicha solicitud".
En tanto, el alcalde Raúl Salas aclara que "tenemos proyectos turísticos en estudio para el sector y esto es preocupante, pero también entendemos que hay mucha gente que evade la contaminación y eso legitima, en cierta forma, la opción de buscar un nuevo lugar donde vivir. Esperamos que esta situación se regularice, que la autoridad respectiva tome cartas en el asunto y podamos hacer convivir las iniciativas de desarrollo de la zona con la posibilidad de darles a los vecinos una mejor calidad de vida".
Desde el año 2006, Sandra Cortés, investigadora del Departamento de Salud Pública de la Universidad Católica, ha monitoreado la condición de Chañaral. Hace 11 años demostró la existencia de niveles elevados de metales en la orina de las personas. No obstante, tras el aluvión de 2015, los análisis mostraron una caída de los compuestos evaluados. "Esto podría deberse a que los lodos conformados por la mezcla de residuos y aguas desde la cordillera, luego de depositarse sobre la ciudad, alcanzaron menores niveles de metales, simulando un efecto de lavado", sostiene un informe preliminar de la experta. Sin embargo, los resultados de pruebas más definitivas, efectuadas en 2016, se presentarán en agosto.
"Por ahora, no puedo decir si hay más o menos contaminación sin tener los resultados finales de los nuevos análisis, pero sí puedo señalar que en 2006 estudié la percepción de los riesgos ambientales y es muy alta. La gente se convence de eso, pues construye confianza dependiendo de la información que recibe, y en eso hay responsabilidades compartidas en quién, cómo y qué información llevamos desde la academia, autoridades y gobiernos locales. Eso es un gran desafío para quienes toman decisiones de políticas públicas", sostiene Cortés.