El nuevo primer ministro de China, Li Keqiang, es un liberal de orígenes humildes

Su padre era un funcionario local de bajo rango en Anhui, donde nació el 1 de julio de 1955, y su esposa es profesora de Economía en una universidad de Shanghai.




El nuevo primer ministro de China, Li Keqiang, nombrado hoy al frente del Gobierno del gigante asiático, es un político que combina unos humildes orígenes rurales con unas tendencias liberales que ya mostró durante su lustro como viceprimer ministro económico.

Li, desde noviembre de 2012 "número dos" del Comité Permanente del Partido Comunista, asume un cargo con ilustres antecesores (desde Zhou Enlai hasta Wen Jiabao, pasando por Zhao Ziyang, el líder que apoyó a los estudiantes de Tiananmen) y el que se ocupa del verdadero gobierno "día a día" del país, frente al puesto más ideológico y simbólico de presidente (desde ayer, Xi Jinping).

Pero a diferencia de su antecesor Wen, este político de 57 años carece por ahora de brillo mediático: su vida privada es apenas conocida, a lo que se le suma un origen humilde (es de la provincia de Anhui, de marcado carácter rural y origen de muchos emigrantes a las grandes ciudades chinas).

Su padre era un funcionario local de bajo rango en Anhui, donde nació el 1 de julio de 1955, y su esposa es profesora de Economía en una universidad de Shanghai.

Como su mentor, el desde ayer ex presidente Hu Jintao, empezó su formación política en la Liga de Juventudes Comunistas, donde entró durante la Revolución Cultural, época en la que, como muchos otros de su generación, fue enviado a curtirse en las duras labores del campo. 

Al final de esa turbulenta época, ya a finales de los años 70, llegó a la capital ávido de conocimientos y se matriculó en Derecho en la Universidad de Shanghai, licenciatura que terminó,rematando con un doctorado en Economía.

En su etapa como estudiante las autoridades universitarias lo destacaron como "moral e intelectualmente superior", una definición que le ayudaría a ascender en política y a conseguir la secretaría del Partido Comunista en una de las provincias más pobladas de China, Henan, con sólo 43 años.

Sin embargo, Henan fue un capítulo agridulce para Li. Su mandato estuvo plagado de problemas (desde graves incendios hasta un aumento de la criminalidad en la provincia) que, según sus críticos, afrontó con cierta "pasividad".

En Henan incluso llegó a adquirir, por la sucesión de desafortunados accidentes en la provincia, fama de "gafe", una reputación que no es baladí en un país con un arraigado apego a la superstición.

Li, además, lidió en Henan con otro grave asunto que se inició antes de su llegada al poder provincial, el contagio del virus VIH de miles de personas en negocios ilegales de compraventa de sangre que propagaron la enfermedad del sida, hasta entonces casi desconocida en el país, en zonas pobres y rurales.

No obstante, Li logró que el PIB de Henan adelantara 10 puestos en el ránking provincial, lo que le dio fama de buen gestor económico, algo que también consiguió en su siguiente destino provincial, Liaoning (noreste), donde atajó el problema del paro en una zona donde la reconversión industrial había hecho estragos.

Ya con sólidas credenciales, en 2007 consiguió entrar en el Comité Permanente del Partido, el selecto grupo de siete miembros que compone el máximo órgano de poder de la formación, y apenas un año después, ascender a viceprimer ministro responsable de las finanzas y la economía.

En ese cargo destacó por pertenecer al ala más liberal del gobierno e instar, desde hace dos años, a cambiar la estructura económica y fomentar la demanda interna, en la línea de su antecesor Wen.

Definido como "comprometido y bien informado" en uno de los cables filtrados por Wikileaks, una de las recetas de Li para combatir la acuciante desigualdad socioeconómica que padece el país es modernizar el modelo agrario y hacerlo "competitivo y eficaz". 

Así lo sostuvo también en el artículo "Trabajemos de la mano" que firmó para el diario español "El País" en enero de 2011, poco después de ser recibido a lo "Bienvenido Mr. Marshall" en España, donde prometió yuanes y acuerdos financieros a la maltrecha economía peninsular.

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