En 1994, en la Ciudad de la Eterna Primavera, Alfonso Neculñir Briones, el incombustible lateral izquierdo de la década de los 80; el primer jugador de ascendencia directa mapuche en vestir la casaquilla alba; el verdadero y recordado cacique de Colo Colo; jugó su último partido como futbolista profesional. Lo hizo en el extinto Deportes Arica, rebautizado más tarde como San Marcos, tan solo un año después de haber sido padre por cuarta vez.
Aquel vástago, de nombre Cristián, el menor de los cuatro hijos del ex zaguero, tiene hoy 23 años (los mismos transcurridos desde entonces) y desde este mismo semestre es también jugador de fútbol profesional. Y defensor, para más señas, del equipo que su padre defendió por última vez.
Pero poco o nada tienen que ver, más allá de su parentesco, los dos últimos portadores del apellido Neculñir. "Cristián es más hábil que yo. Y también mucho más grande. Mide 1,90, pero para el porte que tiene no es nada torpe", explica, de forma introductoria, Alfonso Neculñir, pentacampeón nacional con Colo Colo entre los años 1979 y 1989, y marcador aguerrido como pocos, pese a sus escasos 168 centímetros de estatura. "Las características en común yo creo que son la garra, el empuje y la entrega, el no darse por vencido dentro de la cancha, porque la contextura es muy distinta", corrobora Cristián.
Antes de que Alfonso Neculñir, oriundo de Cerro Navia (lugar a donde su padre llegó procedente de Nueva Imperial, a la edad de 15 años), se asentara en el plantel adulto de Colo Colo, el fútbol chileno había alumbrado a otros jugadores mapuches. Pero ninguno con tanta relevancia ni con tanto impacto como él. "Yo fui el primer mapuche en Colo Colo, pero creo que lo más importante que conseguí fue demostrar que los mapuches y los araucanos también podían llegar arriba. Le abrí un poco la puerta a mis coterráneos en ese sentido", reconoce el ex jugador, de 56 años, una suerte de pionero para su época, incluso en el modo de vestir.
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Foto: Archivo Grupo Copesa.[/caption]
Y es que Alfonso Neculñir fue el primer exponente del balompié chileno en usar zapatos blancos. Y en defender su postura hasta las últimas consecuencias. "A mí los zapatos que más me gustan son los blancos, pero ahora eso es algo normal. A mi papá le causó hartos problemas con el técnico en su momento, pero tuvo la pachorra de insistir. Él no lo hacía por cambiar el modismo, decía que le gustaba jugar con zapatos blancos porque como las medias eran negras, parecía como que jugaba a pie pelado y le gustaba cómo se veía así, como si fuera descalzo", confiesa Cristián. "Yo sentía como si jugara en el aire, me sentía más liviano, más rápido. Y también fue un poco por llevar la contraria, porque no entendía por qué teníamos que jugar todos con zapatos negros", confirma el ex defensor.
Pero no todos vieron con buenos ojos la modesta revolución de Neculñir. El actual presidente de la ANFP, Arturo Salah, técnico de Colo Colo a fines de los 80, puso fin a su travesura. Y al jugador, tras 16 años vistiendo la casaquilla alba, no le quedó más remedio que hacer las maletas y poner rumbo a Antofagasta, a comienzos de 1990. "En ese momento el que tenía que salir era yo y no el técnico. Y al final el técnico terminó yéndose también a los dos meses. Pero todo con el tiempo se olvida y se va pasando la rabia, la bronca", afirma el ex lateral, que con su partida del cuadro popular terminó por quedarse fuera del plantel que un año más tarde alzaría al cielo de Santiago la Copa Libertadores. "Si yo fuera adivino, estaría en el centro sacándole la suerte a la gente", se consuela hoy, con un punto de sarcasmo.
Formado también en las series menores de Colo Colo, el peregrinaje recorrido por Cristián Neculñir en el amateurismo fue mucho más largo e intricado que el de su padre. "Yo vengo de la Tercera División", proclama el espigado central, quien debió hacer escala en Rengo, Vallenar y Colchagua antes de aterrizar en su Arica natal de la mano de Fernando Díaz. Porque el apellido Neculñir, paseado por su padre por las canchas de medio país, lejos de representar una buena carta de presentación, terminó por jugar en su contra: "El apellido lo complicó más que ayudarlo. Y no sé por qué. Porque yo cuando lo llevaba a algún ex compañero mío sólo pedía que lo vieran. Pero ni siquiera eso me dieron. Con Nano Díaz fue diferente, y yo no lo conocía", revela el recordado jugador colocolino.
A mediados de 2014, Cristián Neculñir firmó por el Santo, pero no fue hasta julio de este mismo año que logró asentarse en el primer equipo. Emiliano Astorga, su actual DT, le dijo que "estaba en la lista de préstamos", pero tras un partido por Copa Chile ante Deportes Iquique, en el que el central debutó -ironías del destino- anotando un autogol, cambió de opinión. Ese día, su carrera volvió a comenzar. Con el apoyo de Diego Vargas, primero; y de la familia Benavides Rosales, una vez que llegó a firmar su primer contrato profesional; el nuevo toqui ariqueño, quien asegura sentirse "orgulloso" de su "sangre mapuche", terminó consolidándose en la oncena titular. "Estoy feliz, porque yo sé que él tiene condiciones y porque le tengo harta fe", manifiesta ahora, con evidente orgullo, su padre, que también ejerce el papel de mentor. "Siempre hablamos después de mis partidos. Y yo lo primero que hago es preguntarle en qué fallé", confiesa Cristián.
Porque la de su progenitor es, a fin de cuentas, una voz autorizada. La del mapuche rebelde que revolucionó el balompié criollo. La del futbolista sencillo que siempre soñó con jugar descalzo: "Creo que la gente me recuerda como un jugador luchador, que se entregó, que se lesionó muy poco, que defendió su camiseta, que siempre estuvo presente y que nunca abandonó el barco", sentencia.