Con la conmemoración en junio pasado del centenario del asesinato del heredero del Imperio Austrohúngaro, Francisco Fernando, en Sarajevo, Europa dio curso a las conmemoraciones del inicio de la Primera Guerra Mundial, conflicto que, al término de cuatro años, dejó más de 16 millones de víctimas fatales entre militares y civiles.

Entre las postales más representativas de esta conflagración figuran la táctica de las trincheras fortificadas que ambos bandos construyeron cuando la lucha se estancó en el Frente Occidental apenas iniciados los combates. Se trataba de una secuencia de trazos zigzagueantes excavados en la tierra e intercomunicados entre sí, y con metros y metros de alambres de espino resguardando el frente. A 100 años del conflicto que se extendió entre el 2 de agosto de 1914 y el 11 de noviembre de 1918, surgen detalles de una lucha poco conocida que paralelamente se desarrolló bajo esta línea que se extendía desde el mar del Norte hasta la frontera de Suiza y Francia y donde por años no hubo avances significativos, ni para los Imperios Centrales ni para la Triple Entente.

The Hidden World of WWI (El mundo oculto de la Primera Guerra Mundial), recopila el trabajo del médico, explorador y fotógrafo estadounidense Jeffrey Gusky. "Hay cientos de antiguas canteras que se transformaron en modernas ciudades subterráneas durante la Primera Guerra Mundial. Estaban equipadas con luz eléctrica, teléfonos, ferrocarriles, centrales eléctricas, hospitales, teatros, oficinas, viviendas, señalización vial, capillas, alimentos y sistemas de agua... algunos (de estos espacios) son enormes... fotografié una ciudad subterránea donde más de 20.000 soldados vivieron y que tenía un hospital con 700 camas", comentó el autor a La Tercera. Según la revista National Geographic, estos túneles fueron construidos evocando tácticas medievales de sitio y su objetivo fue romper con la inercia en este frente de combate.

"El hallazgo más impresionante es el bello arte y el grafiti con carga emocional que los soldados en ambos lados dejaron en las paredes de piedra de estas ciudades... los soldados dejaron en sus inscripciones sus nombres, direcciones, notas para los seres queridos, oraciones y mensajes para el futuro", agregó Gusky, quien dijo sentirse siempre tranquilo al visitar estos lugares, que son "silenciosos. El aire es limpio. La temperatura siempre es la misma... unos cómodos 12 grados Celsius y, por lo general, son secos. Y (en ellos) hay la más completa oscuridad. No se puede ver la mano ni a dos centímetros de la cara".

En esta ventana al pasado, por ejemplo, se puede apreciar tanto el busto tallado del mariscal de campo del Imperio Alemán y segundo presidente de la República de Weimar, Paul von Hindenburg, como un relieve de la bandera estadounidense flameando o el símbolo de la Asociación Cristiana de Jóvenes, más conocida a nivel mundial por sus siglas en inglés: YMCA. Además, Gusky se encontró con artefactos olvidados al paso por sus usuarios, tales como cantimploras, zapatos, botellas, máscaras de gas, uniformes, platos, ollas, sartenes y camas. Hoy son decenas los voluntarios que, junto a los dueños de los predios donde se ubican estos túneles, protegen este legado. Actualmente, Gusky está en conversaciones para publicar varios libros sobre sus descubrimientos.