En la plaza de San Pedro estalló el júbilo como si se tratara de un estadio de fútbol, un grito de alegría recorrió la multitud que esperaba bajo la lluvia: el papa 266 de la Iglesia católica apostólica romana había sido elegido.
Los cardenales en la Capilla Sixtina necesitaron cinco votaciones para elegir al argentino Jorge Mario Bergoglio como la persona que dirigiría a los más de 1.200 millones de fieles, sacaría a la Iglesia de la crisis y además, según la esperanza de muchos, la modernizaría para adaptarla al siglo XXI.
El pontífice que se asomó al balcón de la Plaza de San Pedro en la tarde del 13 de marzo de 2013 se puso de inmediato manos a la obra para dar un vuelco a la imagen de la Iglesia y lo hizo con un nuevo estilo y un nuevo tono. Con ello atrajo a las masas y creó un insospechado entusiasmo por el pontífice que en absoluto da la impresión de mojigato. No obstante, el primer papa latinoamericano no ha tocado en su primer año de pontificado ninguno de los numerosos dogmas controvertidos de la Iglesia.
El sucesor de Benedicto XVI, cuya renuncia sorprendió, está considerado como una persona sencilla y cercana, una persona que combate con determinación la corrupción y la pobreza. Jorge Mario Bergoglio, jesuita y arzobispo de Buenos Aires, tiene ante sí una montaña de problemas y además su Iglesia tiene varios asuntos pendientes. Por esa razón comienza por preparar una amplia reforma de la curia y se pone firme con el banco del Vaticano, salpicado durante décadas por negocios dudosos. Nombró además a "un ministro de finanzas" para que ponga orden.
Bergoglio inauguró su potificado encandilando a creyentes y escépticos tras pregonar y vivir de forma modesta, con humildad y cercanía a los fieles.
Exigió a los curas que salieran de sus iglesias para asistir a los más necesitados, a los pobres y desfavorecidos. Y él es el primero en dar ejemplo lavando y besando los pies de los pobres, invitando a sin techo a su cumpleaños o inaugurando la Cuaresma en un centro de ancianos.
Ahora millones de personas lo celebran como si de una estrella del pop se tratara. Así ocurrió el año pasado en Brasil, durante las jornadas del Día Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. Durante el vuelo de regreso dio, algo inusual, una "rueda de prensa en el aire", y sus declaraciones dieron la vuelta al mundo, pues en ellas dijo que él no era nadie para juzgar a alguien por su homosexualidad.
Con esas declaraciones generó esperanzas en las reformas venideras y también en el animado debate sobre el sacramento para los divorciados que se han vuelto a casar. Su "iglesia pobre para los pobres" se abre y renuncia a los fastos.
El Papa Francisco, de 77 años, predica la misericordia y la evangelización, se preocupa por los inmmigrantes y los marginados. Además se ha implicado de forma considerable en el fin del derramamiento de sangre en Siria.
Hizo evidente su renuncia al boato y el protocolo rechazando su traslado a la residencia oficial de los pontífices, el Palacio Apostólico, y quedándose a vivir en la casa de huéspedes del Vaticano, la residencia Santa Marta. Gran comunicador y campechano, son muchos los que se preguntan en Roma qué es lo que realmente quiere conseguir el pontífice. Pero fuera del Vaticano también se lo preguntan muchos obispos.
Su apariciones cálidas y desenfadadas en la plaza de San Pedro y en sus viajes ya han conducido a que se le acuse de un populismo irreflexivo. Pero en tanto ya ha comenzado a cambiar la imagen de la Iglesia. Tal vez haga como Juan Pablo II, que conquistó muchos corazones y dejaba al Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe difundir su ideario fuertemente conservador. Entonces estaba al frente de dicha institución el alemán Joseph Ratzinger, actualmente el papa emérito.
La primera encíclica de Francisco lleva una fuerte impronta de su predecesor, el teólogo Ratzinger. Su primer consistorio mostró un Papa con los brazos abiertos y demostró que tenía la mirada puesta en los "márgenes" del mundo con el nombramiento de cardenales, sobre todo latinoamericanos.
Y puede que dé muchas más sorpresas durante su pontificado, pues ya ha mostrado los dientes a los centinelas tras los muros del Vaticano y ha emprendido un nuevo rumbo. Y además, el Papa Franciso quiere saber qué es lo que piensan los fieles y para ello ha puesto en marcha una encuesta a nivel mundial, que parece mostrar sobre todo la gran brecha que existe entre la doctrina y el día a día.