El papa Francisco recibirá por primera vez el lunes en el Vaticano a víctimas de curas pedófilos, un gesto emblemático de condena de décadas de encubrimiento de abusos sexuales dentro de la Iglesia católica.

El papa argentino recibirá a un grupo de seis víctimas en su residencia privada del Vaticano, la sencilla Casa Santa Marta, donde se aloja desde su elección como pontífice en marzo del 2013.

Se trata de dos británicos, dos alemanes y dos irlandeses, los cuales sufrieron abusos sexuales por parte de religiosos.

La reunión fue anunciada por el mismo pontífice el pasado 26 de mayo durante el vuelo de regreso a Roma de su viaje en Medio Oriente. 

Las víctimas asistirán primero a la misa matutina que el obispo de Roma suele oficiar en la capilla de su residencia, tras lo cual se reunirán en  privado.

Los nombres de las personas no serán divulgados a la prensa, precisaron fuentes del Vaticano.

Francisco se comprometió desde su llegada al trono de Pedro a luchar contra la pederastia y puso en marcha una comisión para la protección de la infancia  de la que forma parte una víctima, la irlandesa Mary Collins. 

El hecho de que incluya en el primer grupo que recibe dentro del Vaticano a víctimas de nacionalidad irlandesa es una manera de comunicar su cercanía y solidaridad a uno de los países más afectados por el fenómeno de los curas pedófilos, que tanto ha desprestigiado a la Iglesia en los últimos años.

El tema de los abusos sexuales a menores cometidos por décadas por curas es el más delicado y complejo para la jerarquía de la Iglesia católica.

La comisión para la protección de los menores, creada en marzo pasado por Francisco, se reunirá la víspera, el domingo, para evaluar las medidas a tomar.

El cardenal estadounidense Sean O'Malley, que preside la comisión, subrayó en mayo pasado la voluntad de elaborar "procedimientos claros" para que todos los culpables, a todos los niveles, "respondan por sus actos".

Respetando la línea de su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI, Francisco ratificó la orden de "tolerancia cero" de cara al fenómeno. 

VÍCTIMAS PIDEN JUSTICIA 

En octubre del 2013, el santo padre destituyó a un obispo irlandés, William Lee, que en 2010 reconoció haber protegido a un sacerdote pedófilo.

Pese a esos gestos, las asociaciones de víctimas consideran que la Iglesia no está haciendo todo lo posible para impedir que sacerdotes abusen sexualmente  de menores de edad en todo el mundo.

Un grupo de activistas mexicanos envió el jueves una carta al papa Francisco en la que pide "decisiones estructurales" para acabar con los curas "abusadores". 

La carta denuncia los "espacios de protección e impunidad que permite a los abusadores seguir cometiendo delitos", pues sus casos son procesados únicamente  en el interior del Vaticano, bajo extremo hermetismo y con una pena máxima que "se limita al cese de sus funciones".

El objetivo de la carta al papa es que las buenas intenciones que ha expresado se "coagulen" en normas específicas, explicó en México José Barba, un  exlegionario de Cristo de 75 años, víctima del abusador Marcial Maciel, el fallecido fundador de la poderosa congregación, protagonista del mayor  escándalo de pedofilia de la institución, quien gozó por décadas de la protección de Juan Pablo II.

En mayo pasado Francisco advirtió que los obispos "no tendrán privilegios" con respecto a los crímenes de abuso sexual. 

El pasado 27 de junio, el exnuncio apostólico en República Dominicana, el polaco Jozef Wesolowski, fue sancionado de manera ejemplar al perder su condición de religioso después de que fuera condenado por pederastia por un tribunal eclesiástico.

Se trata de la primera vez que el Vaticano expulsa por pederastía del sacerdocio a uno de sus embajadores, tras los cual un tribunal va a procesarlo por lo que podría ser condenado como ciudadano de la Santa Sede a pagar su delito en una cárcel.

Las autoridades del Vaticano informaron a principios de este año a la ONU que los fiscales de la Santa Sede han examinado 3.420 casos de abusos sexuales a menores cometidos en la última década. 

Por esos casos, 848 curas fueron obligados a colgar los hábitos y a los 2.572 restantes se les obligó a "vivir una vida de rezo y penitencia" en un monasterio, un castigo que para las asociaciones de víctimas resulta insuficiente.