El Papa Benedicto XVI visitará de viernes a domingo Líbano, un viaje difícil a un país limítrofe con Siria, por lo que sopesará cuidadosamente cada una de sus palabras sobre política y pluralismo religioso en Medio Oriente.
A sus 85 años, el Papa no quiso renunciar a este viaje, posiblemente el más complicado de su pontificado debido a la tragedia que sufren numerosos cristianos de Oriente en la cuna del cristianismo por la emergencia del islamismo radical.
"Mi viaje apostólico a Líbano, y por extensión a Medio Oriente en su conjunto, será bajo el signo de la paz", aseguró el domingo Benedicto XVI, apelando a la "comunidad internacional" a apoyar la "reconciliación".
El Papa pronunciará no menos de siete discursos en esta 24 visita al extranjero, desde su elección en 2005.
Entre las citas más destacadas figura una reunión el sábado en el palacio presidencial de Baabda con responsables políticos y religiosos, entre ellos los jefes de las comunidades musulmanas, y una misa solemne en el City Center Waterfront de Beyrouth, el último día de la visita.
Las expectativas son muy grandes entre las comunidades cristianas ante el creciente sentimiento de inseguridad motivado por el conflicto sirio. Entre 13 y 15 millones de cristianos viven en la conflictiva región de Medio Oriente.
Así, el patriarca melquita Gregorio III Laham pidió al Papa que reconozca al Estado palestino, porque este asunto tiene "una gran influencia" para los cristianos de la región.
Implícitamente, el patriarca de esta iglesia oriental católica de rito bizantino señala a Benedicto XVI que tal reconocimiento mejoraría la percepción que se tiene de los cristianos, y ayudaría por tanto a la convivencia interconfesional.
A su vez, para el patriarca de Antioquía de Siria, cabeza de la iglesia siria ortodoxa, Ignacio Yusif III Yunan, la visita del Papa permitirá pedir a las partes enfrentadas que se reúnan en torno a una mesa de negociaciones.
Sin embargo, el vocero de la Santa Sede, Federico Lombardi, advirtió hoy en el Vaticano que el Papa no viaja "como un poderoso jefe político" y que no hay que esperar "grandes intervenciones de naturaleza política" sobre Siria u otros temas.
Respecto a Siria, el Papa ya ha lanzado desde el Vaticano llamados a una solución pacífica y al fin de las matanzas, y por tanto le será difícil ir más lejos, recuerdan los observadores.
Con la firma de la "exhortación apostólica" el viernes por la noche en la Basílica de San Pablo de Harissa, al norte de Beirut, un documento fruto del sínodo de 2010 sobre Medio Oriente, Benedicto XVI simplemente quiere que "a través de su testimonio, la comunidad cristiana" ayude a la concordia, precisó el padre Lombardi, en un encuentro con la prensa.
No obstante, Benedicto XVI podría reiterar, según esos observadores, el mensaje de su muy popular predecesor, Juan Pablo II, quien afirmó que un Líbano multiconfesional, con su 34% de cristianos, constituye "un mensaje" para toda la región.
Pero la propia clase política libanesa y la comunidad maronita (cristiana) están divididas sobre el régimen sirio de Bashar Assad. Algunos lo apoyan, otros se oponen a él.
Al respecto, Lombardi, aludiendo a las divergencias de los maronitas sobre la crisis libia, aseguró: "Cada uno (de los cristianos en Líbano) asume sus propias responsabilidades", pero "el Papa y el Vaticano no tienen una indicación concreta para decirles a los cristianos lo que tienen que hacer".
Los musulmanes de Líbano se disponen a acoger al Papa con afecto, pese a que algunos imanes radicales del mundo árabe afirmaron que Benedicto XVI no era el bienvenido.