La rutina ya era conocida. Todos los martes y jueves, al atardecer, Julio César Falcioni estacionaba su auto en un garage ubicado en la calle Corrientes. Caminaba unos cincuenta metros, después recorría una cuadra, cruzaba Lavalle e ingresaba en un edificio situado a la derecha. Subía un piso por escalera y llegaba a destino: la Escuela de Periodismo Deportivo de los 2 Congresos.

Lejos del éxito que hoy ostenta como entrenador, el actual dueño de la banca de Universidad Católica estudió periodismo. Lo hizo en 1995, tras haberse retirado del fútbol. Atrás quedaban los títulos que había conseguido con América de Cali. En la aula, obviamente, la presencia del Emperador no pasaba inadvertida.

"Fue como ver el fútbol desde otro lugar, me parecía que podía ser una veta importante de conocimiento. Me recibí, pero no ejercí. Fue un poco complicado porque hablaba sobre hechos consumados y yo, generalmente, era el actor de los hechos", revela Falcioni.

Quienes lo tuvieron como alumno sostienen que el Facha era un alumno aplicado y humilde, pero marcaba distancias con un compañero de curso también singular: Carlos Salvador Bilardo. 

Vaya coincidencia: en la misma sala, Falcioni y Bilardo. Había una curiosidad que transformaba en imperdible a cada clase, a cada recreo, a cada escena: el Emperador y el Narigón no se cruzaban palabra alguna. No se hablaban. No se miraban. No dialogaban. Se ignoraban. 

A tal punto llegaba la frialdad en la relación, que el DT campeón del mundo con Argentina en México 86 se sentaba en el primer banco de la fila derecha, mientras que el por entonces reciente ex arquero elegía el último pupitre de la izquierda. Más opuestos los extremos, imposible. Falcioni nunca le perdonó a Bilardo que lo haya dejado afuera de la lista de la Selección que jugó el Mundial de Italia 90. Estuvo citado casi hasta último momento, pero luego Bilardo eligió a Sergio Goycochea. Lo que más le dolió a Falcioni, según cuentan desde su entorno, es que el Narigón no le comunicó la exclusión en la cara.

"Es verdad, no nos hablábamos, y era porque estaba aún reciente el recuerdo de mi exclusión de Italia 90. Pero actualmente tengo una buena relación con Bilardo. Hemos hablado harto", rememora Falcioni.

Lo cierto es que en cada intervalo entre clase y clase se armaban dos grupos bien claros para charlar sobre lo que había ocurrido en la fecha del fin de semana. En uno protagonizaba Falcioni, siempre con un cigarrillo encendido, y en otro, Bilardo. Cada uno con su estilo, por supuesto.

En aquellos tiempos, Falcioni no tenía claro qué haría con su futuro. Había desarrollado el curso de entrenador, pero no estaba decidido a ejercer. La de los 90 era una época dorada en Argentina (que más tarde se pagaría con una crisis total). En los programas deportivos de TV empezaban a imponerse panelistas con pasado de futbolista. Cobraban muy bien sus participaciones. Por eso, Falcioni quiso prepararse y saber desde adentro de qué se trataba. Si le ofrecían un lugar frente a las cámaras, no quería ser un paracaidista.

"Falcioni era un estudiante muy receptivo, con hartas inquietudes. Yo le hice el curso de periodismo radial y ahí se desenvolvía bien. Recuerdo que en las clases se formaban hartos debates", explica el periodista y relator argentino Juan Manuel Pons.

Bambino va más allá: "A Falcioni le sirvió mucho haber estudiado periodismo porque años después, ya como técnico, confrontaba a los periodistas en las conferencias. 'Yo también estuve de tu lado y sé tus intenciones', les decía".

Unos meses después de recibir el diploma de Periodista Deportivo, al Emperador le ofrecieron dirigir en las inferiores de Atlanta, aceptó y empezó como ayudante de campo. Luego, se hizo cargo de las divisiones inferiores de Vélez Sarsfield. Y más tarde, la trayectoria ya conocida en Banfield y Boca.

"Era mucho más tranquilo como alumno que como entrenador. La primera vez que lo dirigí era técnico de Vélez. Yo le expulsé a un volante que no recuerdo su nombre. Y luego del partido, Julio salió a declarar que lo expulsé porque era un chico que debutaba. Se olvidó de lo que había aprendido cuando estudió Periodismo. Era más tranquilo como alumno", sostiene, entre risas, el ex árbitro Roberto Ruscio, quien le impartió la cátedra de Reglamento deportivo.