La elección argentina corre por un doble carril. Por un lado, la opinión sobre la política nacional es una cuestión que divide aguas: apoyar o rechazar al gobierno de Cristina y Néstor Kirchner define a los candidatos. Pero simultáneamente, al ritmo de este debate, en cada distrito se juega un partido local. Desde la crisis de 2001, la política argentina se ha desnacionalizado y el 28 ello se verá en forma clara. La elección de Kirchner se juega en la provincia de Buenos Aires, el gran hermano del federalismo argentino. Se mudó a este distrito, el más populoso y grande del país -allí vota el 40% de los argentinos, contra el 0,5% de su Santa Cruz natal-, porque sólo desde allí puede probar su superioridad política a nivel nacional.

En Argentina ya no se cuentan los votos a nivel país. Por una razón sencilla: los partidos nacionales ya no existen. Si Kirchner se hubiera presentado como candidato a diputado por Santa Cruz, su victoria no hubiera tenido impacto; el vencedor bonaerense, en la cultura política argentina, hubiera sido el auténtico pretendiente  de ese respaldo electoral.

Entonces, para Kirchner la provincia de Buenos Aires representa una base de poder. No era el mejor candidato: hoy, Scioli es el más popular de los oficialistas. Pero, como decíamos, Kirchner no podría especular con que los votos de un candidato oficialista fueran suyos. El jefe político del oficialismo encabeza la lista bonaerense para capitalizar para sí los votos de la maquinaria electoral del peronismo.

Las especulaciones acerca del futuro político de Néstor Kirchner en el territorio bonaerense deben leerse en esta clave. A él no le interesa ser gobernador. Algo que, cabe agregar, no sería fácilmente aceptado por los habitantes de la provincia. Kirchner desembarca en Buenos Aires porque no renuncia a jugar un rol determinante en la política, ahora sí, nacional.