Creado en 1974, el Premio Nacional de Historia se entrega cada dos años a un "investigador de historia patria o a quien, divulgándola con continuidad y nobleza de estilo a juicio del jurado, la mereciere". En principio, no hacen falta carpetas de postulación: basta que un nombre se ponga sobre la mesa para que su mérito sea discutido por un jurado que esta vez integran Adriana Delpiano, ministra de Educación; Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile; Patricio Sanhueza, rector de la UPLA, por el Consejo de Rectores; Santiago Lorenzo Schiaffino, por la Academia Chilena de Historia, y el premio Nacional 2014, Sergio González.
Eso sí, la tradición sugiere "moverse". Hacer campaña. Y hay campañas en 2016, aunque sin estrépito y sin grandes prisas. Las postulaciones cierran el próximo jueves y en el Mineduc prefieren no decir cuántos postulantes hay hasta el momento (nunca informan quiénes compiten, por lo demás, amparados en la ley de los premios). El jurado se constituirá en julio.
Cada dos años, igualmente, arrecian las críticas al procedimiento que concede el galardón, partiendo por la composición del jurado (para no mencionar los cuestionamientos a su propia existencia).
Sin embargo, cuando llega el momento, todo sigue más o menos como estaba y sólo queda esperar el momento de la verdad. Por lo pronto, hay cuatro aspirantes a un galardón que valida y da visibilidad al ganador y a su producción intelectual. Y que, de paso, confiere más de $13 millones y una pensión vitalicia equivalente a 20 UTM.
Favoritos y más
Aunque hasta arbitrarios llegan a ser, los favoritismos le dan sabor a la espera, incluso si obedecen a factores de fiabilidad muy diversa. Y en el caso de este premio, no han sido muy orientadores últimamente.
En la edición 2014, cuando tres de los postulantes fueron mujeres, hubo una que pareció correr con ventaja. Se dijo, en este y otros medios, que aquél podía ser "el momento" de Sol Serrano. La académica -y hoy vicerrectora de investigación- de la Universidad Católica llevaba ya dos tomos publicados de su Historia de la educación en Chile (junto a Macarena Ponce de León). Representaba, adicionalmente, a una casa de estudios que no toca el galardón desde 1998, lo que ha alimentado variadas acusaciones de "ninguneo" entre sus docentes. Por último, se podía convertir en la primera mujer en recibir el premio.
Favorita se veía Serrano de afuera, entonces. Pero a la hora de las decisiones, no se notó: la votación en favor de Sergio González fue de 4 a 1 y en ella, por lo que se sabe, primó la producción del iquiqueño -proyectos ejecutados, publicaciones indexadas- antes que otros factores. Pero pudo resolverse, y se ha resuelto, de otros modos.
En esta pasada, la autora de ¿Qué hacer con Dios en la República? vuelve a ser candidata, pero prefiere no hablar de favoritismos (ni hablar sobre el premio, en general). Vuelve a postularla la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política, que generó una carta donde se destaca que su obra "aborda temas de actualidad indispensables para comprender la historia, nuestro presente y, sobre todo, para delinear el futuro de nuestra sociedad". Ha publicado, agrega, "estudios emblemáticos sobre educación, política, historia de las ideas y de la religión en Chile, en los siglos XIX y XX". Y subraya "la originalidad de sus investigaciones, el talento metodológico, su creatividad intuitiva y rigurosa a la vez".
Consultado por La Tercera, Patricio Bernedo, decano de la facultad, pone sobre la mesa los méritos de la candidata, sin descartar el que el "factor género" tenga o pueda tener incidencia: "Pienso que ha llegado el momento de reconocer a una historiadora de indiscutibles méritos y, a través de ella, a un segmento crecientemente importante de la actual comunidad chilena de historiadores". Y cree que su perfil "políticamente conectado" -Patricio Aylwin firmó por ella en 2014- habla ante todo de "una trayectoria sobresaliente en el espacio público", descartando que sus opiniones sobre la reforma educacional, por ejemplo, sean leídas políticamente en el jurado.
Otro historiador que ha valorado las candidaturas femeninas es uno que ahora está en carrera. Profesor de la Usach, editor de historia en Lom y coautor de Historia Contemporánea de Chile (con Gabriel Salazar, premiado el 2006), Julio Pinto dice que "hay varias historiadoras con obra y méritos más que suficientes para ser reconocidas", entre ellas la propia Sol Serrano. Pero, agrega, "porque su obra y sus méritos se sostienen por sí solos, sería complejo que el reconocimiento pudiese interpretarse como fruto de una suerte de 'dispensa especial' por el solo hecho de ser mujeres. En otras palabras, estimo que el criterio determinante en todos estos casos debiera ser la obra y no el género".
En cuanto a su postulación, Pinto ha generado variedad de adhesiones. Si en la UC están "cuadrados" con Serrano (aunque también hay de otras entidades, como el premio Nacional 2000, Mateo Martinic), seis rectores del Cruch, encabezados por el de la Usach, además de una decena de escuelas y departamentos chilenos y extranjeros, y dos premios nacionales de la disciplina -Gabriel Salazar y Jorge Pinto- han firmado en apoyo al autor de una reciente biografía de Luis Emilio Recabarren.
En la carta de presentación de la candidatura, el director del Departamento de Historia de la Usach, Igor Goicovic, habla de "uno de los historiadores que más contribuciones han realizado a la disciplina en estos últimos años", y destaca sus "investigaciones sobre la construcción de Estado en Chile, la formación y desarrollo del movimiento obrero y popular, y las tensiones y crisis políticas que acompañaron a la sociedad chilena en el siglo XX". Eso, además de su colaboración a "la construcción de un diálogo transnacional" y a su participación en la reforma curricular de los años 90.
Más allá de la historiografía, pero siempre en el marco del pasado chileno, asoma nuevamente la candidatura de Victoria Castro. La arqueóloga, profesora en los departamentos de antropología de las universidades de Chile y Alberto Hurtado, es apoyada por la Facultad de Ciencias Sociales de la "U".
"Ha innovado en la práctica arqueológica", plantea Sergio Flores, director académico de la señalada facultad. Y agrega que Victoria Castro "cambió las perspectivas teóricas y metodológicas para comprender y explicar los procesos históricos de las sociedades indígenas prehispánicas, coloniales y actuales". Por su parte, la autora de Artífices del barro dice que "la arqueología es historia y ciencia social. Hoy, la interdisciplinariedad e incluso la transdisciplinariedad, son valores positivos en nuestra disciplina".
También entra en carrera el antropólogo Bernardo Arriaza. Académico del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá, su candidatura es respaldada por esta institución y por la Sociedad Chilena de Antropología Biológica. Estudioso de los cuerpos de hombres y mujeres que habitaron el norte hace miles de años (sus formas de vida, sus enfermedades, etc.), es reconocido por sus investigaciones de la Cultura Chinchorro. Quienes lo postulan destacan que "sus estudios contribuyen significativamente a la nominación de Chinchorro como patrimonio cultural universal"
Quiénes son
Julio Pinto. Doctorado en la U. de Yale (EEUU), profesor de la Usach, autor de "Historia contemporánea de Chile" (con Gabriel Salazar) y "¿Chilenos todos?" (con Verónica Valdivia).
Sol Serrano. Doctorada en historia UC, donde hoy es vicerrectora de investigación. Autora de "¿Qué hacer con Dios en la República?" e "Historia de la Educación en Chile".
Bernardo Arriaza.
Doctor en antropología por la U. del Estado de Arizona. Académica de la U. de Tarapacá. Coautor de "La cultura Chinchorro: Pasado y presente".
Victoria Castro.
Arqueóloga, etnohistoriadora y académica de la U. de Chile. Es autora de "De ídolos a santos. Evangelización y religión andina de los Andes del sur".