LO PRIMERO: para los adolescentes de 10 a 12 años, pololear es ser "muy buenos" amigos y demasiadas veces se pide por escrito (WhatsApp, Facebook); para los de 13 a 15, pololear implica "gustarse" y "darse besos" y se pide cara a cara, sin redes sociales de por medio. Para los mayores de 15, en cambio, es "algo más serio", que implica "compromiso", "fidelidad" y "presentar a los padres".
Es decir, hasta tipo 13, estar con alguien es una cosa de niños. De ahí en adelante, la relación va progresivamente ajustándose a lo que todos entendemos por pololeo. Así las cosas, pareciera estar todo en orden ¿no? De hecho, da la impresión de que los adolescentes como que tienen una especie de autorregulación de lo más acertada...
Y es así, de alguna manera. Pero como no todos siguen el mismo patrón, y siempre hay mejores y peores momentos, un nuevo estudio de la U. de York, Canadá, identificó los tramos de edad adecuados en el desarrollo de las relaciones de pareja de los niños entre 10 y 17 años.
La investigación, que será publicada en la edición de diciembre de la revista Journal of Adolescence, recopiló datos de 698 estudiantes desde 1996 hasta 2003. Los escolares, que al partir el estudio tenían un promedio de edad de 12 años, reportaron sus actividades románticas en cuestionarios con ocho fases. Además, se evaluaron sus rasgos de personalidad, la depresión y comportamientos anormales. Sobre esta base, especialistas canadienses separaron a los adolescentes en tres grupos, según cuando comenzaron sus actividades con el sexo opuesto: precoces, que empezaron con relaciones y citas entre los 10 y 12 años; los medios, que lo hicieron entre los 13 a 15, y tardíos, que tenían entre 15 y 17 años.
Bajo esos parámetros, lo aconsejable, de acuerdo a la investigación, es que las relaciones amorosas no comiencen antes de los 13 años, porque ser precoz acá arrastra consecuencias en el desarrollo. Tardío, en cambio, tiene una implicancia negativa en términos de aislamiento social y ansiedad.
No hay que llegar primero…
Miguel (15) pololeó a los 10. Fue su primer pololeo y no tenía amigos que lo aconsejaran en la gran discusión que tenía con la niña en cuestión (de edad similar): el tiempo que él pasaba jugando Play Station. "No tenía con quien hablar esos temas y le termine preguntando a un profesor", recuerda.
Según el estudio canadiense, ese es el gran problema de estas experiencias precoces: los niños comienzan a tener relaciones más íntimas cuando no están preparados para enfrentar los típicos problemas de pareja y tampoco cuentan con el apoyo de sus compañeros que atraviesan por otras etapas de desarrollo. "Según nuestros datos, yo recomendaría que si el adolescente está 'corriendo rápido', se haga lo posible por acompañarlo", dice a Tendencias Jennifer Connolly, investigadora líder del estudio.
¿Cuándo se recomienda que empiecen? Los investigadores dicen que las relaciones de los jóvenes son una secuencia de etapas que parten con la pubertad (entre los 10 y 11 años) con el inicio del interés en el sexo opuesto y su expresión en los primeros grupos mixtos donde los adolescentes empiezan a explorar la relación con el otro sexo.
Un par de años después parten las salidas con parejas de forma exclusiva y breves "pololeos" para, recién entre los 15 o 17 años, comenzar a comprometerse en relaciones más estables y serias. Los investigadores, acá, ponen el acento en la importancia de no saltarse fases. "No sólo es tener una polola, sino que participar de actividades que sientan las bases del intercambio con el otro género", dice Connolly, y agrega que en ese sentido, "las actividades previas al pololeo son muy importantes, no importando tanto la edad en que se experimenten, pero sí su desarrollo a lo largo de la adolescencia".
¿Consecuencias de comenzar tan temprano y, por ende, saltarse etapas? Los adolescentes que entraron muy pronto en este período reportaron el doble de actos de comportamiento inadecuado que los adolescentes a tiempo o tardíos. Esos comportamientos incluían mentir y engañar, buscar pelea, mayor ausentismo escolar, desobediencia y evadir responsabilidades.
Para Raúl Carvajal, sicólogo de la Clínica Santa María, lo que ocurre es que a esta edad "no hay referentes respecto a cómo enfrentar los conflictos de una relación, por eso, frente a cualquier problema la tendencia natural de ellos es el escape", explica Carvajal. ¿Dónde se refugian? En los juegos, la forma que conocen para acercarse a sus pares.
Están en una etapa exploratoria que no se debiera apurar, porque, de acuerdo a Rodrigo de la Fabián, sicoanalista experto en adolescencia de la UDP, "de los 10 a 12 años se ven los primeros flirteos que consisten en juegos o desafíos. Pasa todo en torno al juego. A esa edad se desdemoniza al otro sexo".
Carvajal explica, además, que antes de los 12 años se trata de relaciones entre grupos cerrados, como compañeros de colegio, y que se limitan a los recreos y salidas controladas por los padres. "El chat puede hacer que una relación a esa edad se mantenga un poco más por Facebook y WhatsApp", agrega. ¿La ventaja de estos medios? No son cara a cara, situación de la que los niños tienden a escapar en este período. Avergonzados. También en esta etapa los adolescentes comienzan a elegir compañeros y a buscar cierta intimidad.
En la investigación el 55% de los jóvenes fueron clasificados entre quienes maduraron dentro de los tiempos de actividad romántica gradualmente "normal". Los precoces representaron 20% y los tardíos 25%.
Eso que pasa entre los 10 y los 13
Son chicos. Pero cambian rápido. De hecho, al llegar a los 13 los adolescentes viven procesos que hacen que algunos meses marquen claras diferencias. Aquí es cuando maduran sicológicamente y aprenden a convivir con el sexo opuesto.
Un buen ejemplo de esa rápida transición es el de Joaquín (12), quien recuerda pocos detalles de cuando le pidió pololeó a su compañera Laura el año pasado: "Me dijo que sí y me fui a jugar fútbol… yo me iba a jugar fútbol". Sobre lo que hacían juntos, tampoco retiene muchos detalles, sólo que su pololeo tal vez no lo fue tanto porque le faltó un componente esencial. "Cuando se pololea se dan besos de grandes", explica con propiedad sobre un tema que lo complica. Su opinión es la misma de sus compañeros de sexto básico: los besos dan asco.
Pero en séptimo todo cambia: los besos ya no dan asco y son algo normal.
¿Qué pasa entre medio? Ramiro Molina, profesor de la Facultad de Medicina y la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, dice que las grandes diferencias se ven desde el punto de vista fisiológico y mental entre los 10 y 13 años: "Al inicio de la adolescencia son niños con cuerpos de grandes, pero comportamientos muy infantiles, pero en la adolescencia intermedia ya están más maduros en lo social y sicológico”.
La clave parece estar en desarrollar el aparataje sicológico para enfrentar al sexo opuesto. "Antes de los 13 años no hay madurez neurofisiológica (desarrollo cerebral y corporal). Además, su entorno no está preparado y ellos pueden sentirse extraños frente a sentimientos que no pueden asimilar", dice a Tendencias Rosario Ortega, doctora en sicología de la U. de Córdoba, España. "A los 11 o 12 años algunos jóvenes agregan a su vida la presencia de un punto de elección que se generaliza a partir de los 13 o 14 años", agrega Ortega.
Joaquín Sepúlveda (13), alumno de séptimo básico, marca diferencias con los niños de sexto. Dice que el año pasado no estaba interesado en pololear, pero ahora sí. "Antes éramos muy chicos. Ahora sí estoy interesado porque me gusta alguien. Primero da vergüenza y uno se empieza a alejar, pero después agarras vuelo y empiezas de a poco a hablarle…".
El karma de los tardíos
Entre los 13 y los 15 años los jóvenes ya aprendieron, en parte, lo que es salir y están más preparados para iniciar relaciones. El problema es que hay algunos que se quedan en el camino.
De hecho, cuando se les pregunta a los jóvenes de Educación Media cuándo empiezan los pololeos "en serio", no hay dos visiones: en Primero Medio. En ese momento están terminando un período en el que se consolida el proceso de descubrimiento que tuvieron entre los 13 a los 15, entrando plenamente en la adolescencia, ganan autonomía y empiezan a buscar intimidad de su grupo.
Para De la Fabián, durante ese período "la sexualidad está cada vez más presente, llegan las primeras relaciones de pareja (aunque no necesariamente sexuales), cambian sus intereses y aparecen las culturas juveniles, como los grupos, la ropa o la música".
Esta progresión también se ve en la duración de las relaciones. Un estudio hecho por Inge Seiffge-Krenke (investigadora de la U. de Mainz, Alemania) mostró que a los 13 años los jóvenes reportaban tener pololeos en promedio de tres meses; a los 15, de cinco meses; a los 17, de 11 meses, y a los 21 años, de 21 meses.
Y ya hablamos de relaciones más serias. "Para pololear te lo tienen que pedir en persona, esa es la diferencia con lo de los niños chicos. Significa formalidad, conocer a la familia, salir", dice María Jose Wenz (15), que hace seis meses tiene su primer pololeo. Y está en la edad: otros estudios de Connolly han revelado que si a los 12 años 25% de los jóvenes reporta haber pololeado, la cifra aumenta a 50% a los 15 años. Es la edad cuando se pasa la media y se marcan otros hitos. "Estadísticamente, hasta que no se tiene 15 o 16 años no es masiva la iniciación sexual", agrega Ortega.
Pero ¿qué pasa cuando a esa edad aún ni siquiera parten las salidas con el sexo opuesto? Esto es lo que le pasa al grupo que el estudio definió como tardío. En la investigación se referían a jóvenes que a los 15 años recién estaban saliendo en grupos mixtos y conociendo al sexo opuesto. "Estas experiencias se cree que incrementan el riesgo de aislamiento social, ansiedad y depresión", consigna el paper que registró en este grupo a más mujeres (iniciaban este proceso en promedio a los 15 años) que hombres (14).
A ellos les pasa algo parecido a los jóvenes precoces: por estar en distinta etapa de desarrollo se aíslan. "Quedan muy solos porque las experiencias que están viviendo no tienen con quién compartirlas. Da vergüenza tener 17 años y no haber dado un beso", dice De la Fabián. Y claro, eso los hace sentirse disminuidos y encerrarse en su mundo.
Carvajal reconoce que jóvenes de este tipo han pasado por su consulta: "Ellos evaden el tema porque tienen problemas de autoestima. Sienten que no tienen los elementos para esto y dicen que no les interesa". Un relato casi calcado al de otros de los adolescentes entrevistados para este reportaje. Uno de ellos, con 16 años, cumple con el perfil. El explica, con un vocabulario mucho más amplio y cuidado que sus compañeros, que nunca ha pololeado porque, en realidad, no le interesa. "No me siento calificado para tener una relación duradera. Al mes me aburriría, no sirvo para hacer esas cosas. Cuando veo a mis amigos que pololean digo 'yo no lo podría hacer'".
Aunque el estudio aclara que finalmente los tardíos logran alcanzar el pelotón. Después, cuando crecen y se integran, suelen sentir que se preocuparon tontamente y no tienen para nada malas secuelas", dice Ortega. ¿Qué hacen? Sencillo: parten tarde, pero avanzan rápidamente las otras etapas hasta alcanzar el desarrollo normal. "Más importante que la edad es la progresión de la trayectoria romántica y que se acompañe de actividades acordes", complementa Connolly.