Se llama Guy Scott, es blanco y hasta ayer era el vicepresidente de Zambia. Sin embargo, la repentina muerte del mandatario Michael Sata, el martes por la noche, lo convirtió en el presidente interino del país. Esto significa que Scott -aunque interino- será el primer presidente blanco que haya tenido nunca este país desde su independencia, hace 50 años. Desde que Frederik de Klerk abandonó la presidencia de Sudáfrica en 1994, poco después del apartheid, ningún otro blanco había ocupado el sillón presidencial en un país de Africa subsahariana.
Guy Scott, de 70 años, nació en Livingstone (Zambia), pero sus padres eran ciudadanos británicos que emigraron a la entonces colonia de Rodesia del Norte. Tras estudiar Matemáticas y Ciencias Económicas en la Universidad de Cambridge y obtener su doctorado en Oxford, Scott regresó a Zambia, donde ha desarrollado una larga carrera política. De hecho, es uno de los más veteranos miembros del Frente Patriótico (socialista), que en la actualidad domina la escena política del país.
Nada más asumir su nuevo cargo, Scott admitió al periódico británico The Telegraph que la llegada de un blanco a la presidencia podía representar "un pequeño shock para el sistema" en un país de mayoría negra. Ocupará el cargo durante 90 días, como marca la ley, hasta que se convoquen elecciones en las que no participará. El ahora mandatario interino no puede presidir Zambia, ya que la Constitución marca que sólo pueden serlo ciudadanos cuyos padres y abuelos hayan nacido también en Zambia.
Sata, de 77 años -conocido como Rey Cobra por su agresividad verbal durante su época como líder de la oposición en la década pasada-, se había trasladado a Londres hace dos semanas para tratarse en el hospital King Edward VII. Ahora todo apunta a que Edga Lungu, ministro de Defensa y que durante las dos semanas de ausencia de Sata había desempeñado las funciones presidenciales, es uno de los máximos favoritos a ser el candidato del Frente Patriótico en los próximos comicios.
Zambia es un país considerado emergente. Tiene una economía relativamente saneada que crece a ritmos cercanos al 6% y que basa sus ingresos, sobre todo, en la producción de cobre, del que es uno de los primeros productores mundiales. Sin embargo, mantiene importantes bolsas de pobreza, sobre todo en las zonas rurales.