Como en la Edad Media, los 70 miembros de una secta en Rusia vivían sin contacto con el mundo exterior a las afueras de Kazan, capital de la república federada rusa de Tartaristán, a unos 800 kilómetros al este de Moscú. Una casualidad hizo que las autoridades se toparan con un gran búnker subterráneo, donde vivían sin luz ni electricidad. Entre ellos había más de 20 niños.
Pero quién estaba detrás de esta secta: El predicador musulmán Faizrajman Satarov (83), quien en 1964 se autoproclamó profeta de Mahoma. Este hombre impuso a los miembros de la secta una vida reclusa, prohibiéndoles salir del refugio salvo urgencias, enviar los niños a la escuela o recibir tratamiento en un hospital, informó el ministerio del Interior.
El refugio, construido en forma de un laberinto, incluía pequeñas células de 2x3 metros, donde los niños vivían en condiciones insalubres, sin ventilación. El anciano Satarov levantó muros para proteger el recinto de las miradas del exterior, y así se mantuvo por una década hasta que fue descubierto. La casa, que se sitúa en una parcela de 700 metros cuadrados de terreno, se construyó de manera ilegal y será demolida, dijo la policía.
Según el diario The Guardian Satarov tenía seguidores en varias otras ciudades de Tartaristán y otras provincias del río Volga, citando a la prensa local. En una entrevista en 2008 con el diario Komsomolskaya Pravda, el anciano profeta manifestó que se había peleado con otros clérigos y autoridades de la época comunista, cuando mencionó que la KGB lo envió a las naciones musulmanas con historias sobre la libertad religiosa en la oficialmente atea Unión Soviética.
"Para los denominados Faizrachmanistas cualquiera que no vive según el Corán es un enemigo", dijo a su vez un vocero del gobierno de Tartaristán en declaraciones al diario Kommersant. "La comunidad tenía su propia jerarquía", agregó. Las clases las daba el "profeta" personalmente y algunas madres incluso llegaron a dar a luz bajo tierra. Las tumbas estaban escondidas, apunta Dpa.