Siguiendo una ancestral ruta trazada por los faraones, en el siglo XIX se construyó en el istmo de Suez una vía marítima artificial que unió el Mediterráneo con el Mar Rojo. Su inauguración en 1869 agilizó el intercambio comercial entre Oriente y Occidente. Coincidiendo con el aniversario 145 de aquella hazaña de la ingeniería, concretada en su mayor parte con trabajadores casi en régimen de semiesclavitud, Egipto ha emprendido la titánica tarea de construir un nuevo Canal de Suez, paralelo al actual, cuya longitud total es de 192 kilómetros.

Con bombos y platillos, en agosto pasado el Presidente egipcio, el mariscal Abdel Fattah al Sisi, dio el vamos al megaproyecto, que tendrá un costo de unos US$ 4 mil millones en cinco años. La inversión, según El Cairo, no contará con aportes extranjeros, pues se espera sea financiada en un 100% por los egipcios. El objetivo es impulsar la capacidad de transporte de la ruta, acortar los tiempos de espera de las naves y estimular a la economía local, que aún no logra reponerse de las repercusiones de la crisis que siguió a la caída de Hosni Mubarak en 2011 y que se profundizó con el golpe de Estado contra Mohamed Morsi, en julio de 2013.

La nueva construcción es parte de un plan mayor, tendiente a crear un polo de desarrollo comercial en una superficie de 76.000 kilómetros cuadrados, adyacente al Canal de Suez y ubicado en un área geoestratégica clave entre Europa y Asia. De acuerdo a la agencia Reuters, el proyecto global también incluye ampliar las actuales instalaciones portuarias y navieras alrededor del paso fluvial nacionalizado en 1956 por Gamal Abdel Nasser. Su acción aún es considerada un símbolo de la independencia egipcia.

Tal como explicó en agosto Mohad Mamish, titular de la autoridad del Canal de Suez, la longitud del nuevo paso será de 72 kilómetros, 35 kilómetros de los cuales serán excavados en seco, mientras que los restantes 37 kilómetros serían de "expansión de profundidad", lo que implica que el tramo existente también podría ampliarse como parte de la obra, consignó Reuters.

Al mando de las obras que desarrollarán al menos 20 compañías locales, Al Sisi ha colocado al Ejército egipcio, cuyos intereses económicos englobarían al 40% de toda la economía egipcia, según el diario británico The Guardian. El presidente ha esgrimido razones de seguridad para tal decisión. Tras el derrocamiento de Morsi, en la adyacente península del Sinaí se ha incrementado la violencia islamista, que está siendo combatida por los militares.

El Cairo espera que un millón de empleos se creen con la construcción del nuevo canal, que debiera reportar un alza de los beneficios monetarios desde los actuales US$ 5.000 millones anuales por concepto de peaje a unos US$ 13.200 millones en 2023. Además, una vez listo, la capacidad de navegación simultánea pasará de 23 a 97 buques, según el canal de televisión emiratí Al Arabiya, que cifra en unos US$ 1,25 millones la tarifa exigida para un viaje de ida y vuelta. Aunque alto, en la práctica es un precio menor si se consideran el combustible y el tiempo extras que implica navegar hasta el Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica.

Los expertos han alertado que las empresas navieras serían reacias a pagar más por el uso del remozado paso marítimo. "La gran fortaleza del canal es que es un atajo. La pregunta para las autoridades del canal es hasta dónde puede elevar los precios y aun así seguir siendo un atajo atractivo", dijo a Al Arabiya Neil Davidson, asesor principal para puertos y terminales del grupo Drewny Maritime Research.