Cuando Yuri Gagarin se convirtió en la primera persona en viajar al espacio el 12 de abril de 1961, millones de personas quedaron maravilladas.
Pero una adolescente, contemplando el cielo desde una ventana de una escuela rusa, se quedó petrificada.
Era la sobrina de Yuri, Tamara Filatova, quien por entonces tenía 14 años.
"Estaba muy preocupada por él", dice, sentada en el pequeño museo dedicado a Gagarin, en la ciudad donde creció el primero de los cosmonautas.
"Recuerdo ese día. Estaba en la escuela y el profesor de repente preguntó: 'Tamara, tu tío es piloto, ¿verdad?'. Asentí. '¿Yuri Gagarin?' Respondí que sí. '¿Sabes que está en el espacio?'".
Tamara sólo quería que su tío regresara a la Tierra, y no fue hasta que el maestro anunció más tarde la duración de su viaje, 108 minutos, y que había regresado sano y salvo, que la adolescente pudo respirar con alivio.
"Aunque en esa época ya se habían puesto satélites en órbita y se habían enviado animales fuera del planeta, que regresaron más tarde con vida, el espacio era visto todavía como algo temible, muy peligroso, como un abismo negro que fácilmente podía tragarse a alguien", dice Tamara.
En consecuencia, "lo primero que sentí fue una preocupación extrema por alguien a quien quería mucho".
PRIMER CIUDADANO
Filatova es una de las pocas personas del círculo íntimo de Gagarin que está dispuesta a hablar abiertamente sobre la corta pero intensa vida del cosmonauta.
El carismático ruso se transformó en un héroe cuando regresó de su breve viaje al espacio.
Descrito como el primer "ciudadano del mundo", Gagarin fue recibido por igual en el capitalista Estados Unidos y la socialista Francia; fue abrazado por Fidel Castro y presentado a la reina Isabel II.
Pese a todo, pocos son los detalles que se conocen de los primeros años de Gagarin, sobre todo los de su infancia en un área rural, eclipsada por la Segunda Guerra Mundial.
NIÑO DE CAMPO
El pequeño pueblo de Klushino, rodeado de extensos campos, se encuentra a unos 200 kilómetros de Moscú.
Se pueden ver gallinas cacareando alrededor de casas de madera y tractores desplazándose como en muchos otros poblados de Rusia. Pero aquí, en medio de una calle de asfalto maltrecho, un cartel anuncia: "Hogar del primer cosmonauta".
Klushino no parece exactamente el lugar de nacimiento de una leyenda.
Lo único que nos hace recordar que en este pueblo creció el cosmonauta es ese letrero descuidado, con la pintura descolorida, y una vieja casa de una planta, que es la réplica exacta de donde vivía la familia de Yuri antes de trasladarse a la cercana ciudad de Gzhatsk, ahora llamada Gagarin.
No sólo la familia se llevó consigo todas sus pertenencias, sino también las paredes y los techos de la vivienda. El padre de Gagarin desmanteló completamente la casa y la reconstruyó en Gzhatsk.
Una réplica de la vivienda original fue construida en Klushino en 1971 y se convirtió en un museo, que es atendido por Nadezhda Yakovleva desde hace más de 30 años.
El museo en Klushino nunca ha sido financiado por el gobierno, dice ella.
La familia y los amigos del cosmonauta, así como un puñado de vecinos, han hecho lo mejor que han podido para conservar el edificio, explica Yakovleva.
La falta de apoyo tal vez explique la ausencia de turistas. Llegar a Klushino es difícil: no hay caminos adecuados ni infraestructura para recibir a los visitantes, y nunca se ha hecho campaña publicitaria para llamar la atención sobre el pueblo.
"Yuri era un chico alegre, amante de la diversión", comenta Yakovleva, quien ha pasado muchos años estudiando la vida del cosmonauta y su familia, incluso a través de testimonios.
"La familia vivió aquí desde 1933 hasta 1945. Su padre era carpintero y su madre, lechera".
"CHOZA DE BARRO"
La familia -como muchas de la época- se vio conmocionada por la Segunda Guerra Mundial.
Yuri había comenzado la escuela cuando el ejército alemán invadió Klushino en noviembre de 1941.
Muchos pobladores fueron obligados a abandonar sus hogares y la familia Gagarin tuvo que cederle la vivienda a un oficial bávaro.
"Se les permitió quedarse pero detrás de la casa, donde cultivaban verduras", explica Yakovleva, mientras señala un pedazo de tierra que ahora está vallado.
"Construyeron una pequeña choza de barro, donde vivieron toda la ocupación alemana: un año y nueve meses".
La réplica de esta vivienda precaria no tiene más de tres por tres metros; contiene una pequeña mesa, dos literas estrechas donde dormían los padres y sus dos hijos mayores, y un calentador que también podría ser utilizado como cama.
Incluso después de la invasión nazi, los escolares utilizaban cartuchos de municiones para aprender a sumar y restar por falta de suministros básicos.
CAMINO AL ESPACIO
A principios de 1946, cuando el futuro cosmonauta tenía 13 años, la familia se trasladó a Gzhatsk.
Allí Elena Kozlova le enseñó botánica a Gagarin. "No era su asignatura favorita, pero se la tomó tan en serio como la física y la matemática, sus preferidas", comenta su ex maestra de 91 años.
A Gagarin le gustaba hacer bromas, añade, pero siempre lograba que le perdonaran sus travesuras.
"Nadie era capaz de resistir su sonrisa. Y le gustaba mucho a las chicas".
Kozlova explica que fue en sexto grado cuando Yuri ingreso a un club de una escuela de aviación y comenzó a soñar con volar.
Aunque su primer trabajo fue como fundidor, consiguió matricularse en el Colegio Técnico de Saratov, donde aprendió a pilotar un avión ligero.
Como manifiesta Filatova, la sobrina de Gagarin, "cuando era estudiante (de Saratov) no tenía mucho dinero y debió trabajar a medio tiempo como estibador en el río Volga. El dinero lo usaba para comprar obsequios a su familia".
"Mi primer regalo importante, una bicicleta, me lo hizo él".
CON LOS PIES EN LA TIERRA
En 1955, Yuri Gagarin entró en la Escuela de Pilotos de Oremburgo y, al graduarse, ingresó a la Fuerza Aérea Soviética como teniente.
Era en el grupo de los mejores pilotos que se seleccionaba a los potenciales cosmonautas.
Yuri tenía apenas 27 años cuando despegó en el primer vuelo espacial tripulado.
"Fue un día muy importante para todos", recuerda Kozlova, su maestra.
"Cerraron la escuela durante tres días; hubo celebraciones en todas partes".
En una visita a su ex escuela, "se acercó a mí y su primera pregunta fue: '¿Cómo están tus niñas?'. Esto me conmovió profundamente. Pensé: 'Dios mío, es mundialmente famoso pero se acordó de preguntar por mis hijos'".
En esa ocasión, "los profesores no sabían cómo dirigirse a él hasta que uno dijo: 'Ven por favor, señor Gagarin".
Al oír esto, "él se rió y respondió: '¿Señor Gagarin? Para todos ustedes, siempre voy a ser simplemente Yuri'".
Pero aunque se empeñara en demostrar que seguía con los pies en la tierra, la vida de Gagarin había cambiado para siempre.
VUELO FINAL
Después de su hazaña, el cosmonauta continuó con su formación. Le interesaba mejorar sus habilidades como piloto para, al final, embarcarse en un vuelo fatídico del que nunca regresaría.
"Se suponía que debía volver (a Ghatsk) para el cumpleaños de su padre, el 30 marzo de 1968. Él solía venir a celebrar los cumpleaños de sus padres", recuerda Tamara Filatova.
Sin embargo, "tres días antes del festejo, el 27 de marzo, murió en un accidente aéreo".
No está claro lo que salió mal en el vuelo y por qué Gagarin y su copiloto, Vladimir Seregin, no fueron eyectados del MiG-15 antes de que la nave golpeara el suelo a 600 kilómetros por hora.
Las teorías abundan. Una sostiene que otro avión -volando por debajo de su altitud mínima- provocó una turbulencia que hizo que los pilotos perdieran el control de su aparato.
El accidente también dio lugar a otras teorías conspirativas que van desde las acusaciones de que Gagarin estaba borracho hasta las sugerencias de que lo mataron deliberadamente, a raíz de una disputa con el líder soviético Leonid Brezhnev.
Para Tamara Filatova, estas versiones tienen poco significado. Para ella, lo único que importa es que alguien muy querido falleció el 27 de marzo de 1968.
"Han pasado muchos años desde que murió, pero todavía no puedo aceptarlo", asegura.
"Y hay algo que me pone muy triste: que no lo veo en mis sueños".