Muchos futbolistas sufrieron el horror del terremoto y el tsunami. Unos robaron por necesidad, otros perdieron su hogar. Aquí el relato in situ de varios de ellos.

Los recuerdos que vuelven ahora sacudieron a todos los penquistas, a quien escribe este reportaje y también a los futbolistas de la Octava Región. Entre ellos, Óscar Herrera, legendario atacante de Naval de Talcahuano. El alero derecho asegura que para el 27F tuvo suerte. Carla, su hija mayor, se encontraba en una despedida de soltera y, como habían acordado, pasaría a buscarla pasadas las tres de la mañana.

Todo bien, pero cuando regresaban comenzó a sacudirse la tierra con ellos saliendo, por fortuna, del puente Llacolén (que une las comunas de Concepción y San Pedro de La Paz). "Fue terrible. Trataba de calmar a mi hija y el auto se movía de un lado a otro. Fue algo muy fuerte", recuerda Jurel, apodado así por su habilidad, similar al escurridizo pez.

El 27 en el día fue a ver la indumentaria de su club. En esa época, Naval guardaba sus materiales en el estadio El Morro, al lado del mar. Óscar aún no borra de su cabeza el surrealista paisaje que encontró: "Estar ahí fue algo impresionante. Ver lanchas en las calles, peces inmensos sobre la cancha... Fue terrible. Gracias a Dios que a nuestras cosas no les pasó nada". Por suerte la ola sólo bañó el conteiner que guardaba la humilde indumentaria de Los del Ancla, no así gran parte de la ciudad.

En aquella época, Leonel Mena defendía a Universidad Católica. Se afirmaba en el mediocampo y se ilusionaba con disputar ese semestre la Copa Libertadores junto a los cruzados. El fin de semana del 27F, Marco Antonio Figueroa -DT en esa temporada- decidió darle libre, lo que Mena aprovechó para visitar a su familia en Boca Sur, San Pedro de La Paz.

"Esa noche salimos a comer al casino con mi señora y amigos, allí nos encontró el terremoto. Fue algo terrible, las máquinas del casino se le caían encima a la gente, había mucho caos, personas sangrando. Fue horrible".

El casino Marina del Sol se encuentra en la entrada sureste de la comuna puerto, por lo que el éxodo del ex Palestino hasta el hogar de sus padres fue durísimo. "Arrancamos en auto hasta la altura del edificio que se cayó (Alto Río) y ahí tuve que dejarlo, porque todos los puentes se habían caído, la única manera de cruzar era a pie". A pie y soportando sobre un maltrecho puente las fuertes réplicas, se le olvidó acotar.  Del regreso a su casa, recuerda: "Encontré todo en el suelo. Una pared se agrietó y la gente había arrancado al cerro por temor al tsunami".

Allí, junto a sus padres, estuvo durante dos semanas. Buscó comida, defendió su casa de la temida "turba enardecida" (con fierro en mano incluido) y buscó la manera de regresar a Santiago.

"Iba a buscar bencina todos los días y no había; estaban abandonadas, llegué a dejar mi auto en el servicentro. Un día conseguimos y tuve que tomarla no más, sin pagar, para viajar a Santiago. Salí a las 6 de la tarde de Concepción  y llegué casi a las 6 de la mañana a Santiago", confiesa.

A cinco años de la catástrofe, el ahora lateral de Deportes Concepción sólo agradece a quienes le tendieron una mano: "En Católica se portaron muy bien conmigo. Le agradezco a Jorge Ormeño, al profe Fantasma que siempre estuvieron preocupados".

Incluso recuerda que la UC le ofreció traer a su familia a Santiago para que estuviese más tranquilo: "Era traerlos a una casa totalmente gratis. No los traje sólo porque mis papás no quisieron".

En 2010, Patricio Almendra comenzaba a escribir el epílogo de su carrera. Llevaba defendiendo a Deportes Concepción un par de años y vivió el terremoto en casa, junto a sus hijas y esposa. El capitán lila era uno de los que mantenía constante comunicación con los dirigentes del Sifup, en Santiago, quienes realizaron una campaña con Iván Zamorano para ir en ayuda de los futbolistas afectados.

A la Región del Bío Bío llegó Carlos Soto, presidente del sindicato, con un camión lleno de alimentos y ropa. Tuvo problemas para ingresar, pues lo detuvieron por horas en el peaje, pero al final pudo llegar con la carga.

"Ese día fuimos a la Radio Bío Bío para avisarles a todos los futbolistas que había llegado ayuda del Sifup y todos fueron a buscarla", recuerda Almendra. "Vi jugadores que no veía hace mucho tiempo. Gente que normalmente no tiene mayores necesidades, pero que sí se vieron muy afectadas por el terremoto", asegura.

Sin embargo, a uno no vio: "El único que no llegó fue Michael Lepe". Después del terremoto, el zaguero de la U. de Concepción e hijo de pescador partió junto a su señora a la caleta Tumbes, donde estaba su familia.

Los encontró en Los Cerros, donde no llegó la ola del maremoto que destruyó más del 90% de la caleta, incluida la casa y el bote de sus padres. Con ellos, acampando incomunicado, sin luz ni agua potable, estuvo durante más de una semana.

Otro que quedó sin casa fue el actual ariete cruzado David Llanos. Esa temporada,  el chorero hacía goles por el León de Collao y vivía en el sector Las Salinas, en Talcahuano. Salvó algunas pertenencias, su preciada medalla del campeonato promesas de Toulon y su auto… Del resto ni hablar. Incluso, tuvo que tomarse el Liceo Industrial de la comuna puerto para abrigarse junto a sus vecinos los días venideros.

El temor de los argentinos

Conocida es la historia del arquero Cristián Muñoz. El Tigre, que en 2010 defendía los tres tubos de Huachipato, vivía en un piso 17 en el sector de Huertos Familiares, en San Pedro de la Paz.

Su hogar no sufrió daños, pero el temor de otro movimiento fuerte lo tuvo acampando con su familia y vecinos afuera del condominio. "Fue un momento de mucho miedo. Nadie está acostumbrado a algo de esa magnitud", recuerda el arquero de la U. de Concepción, quien incluso pensó en volver a Argentina.

Si algo sacó en limpio es que esta experiencia le ayudó a entender qué hacer en caso de emergencias. Además, se cambió de  hogar: "Ahora vivo en casa, no en departamento", confiesa.

Los que no soportaron el horror fueron los transandinos Federico Loza, Ezequiel Echeverría, Jorge Detona y Andrés Navarro. Al momento del terremoto, los en ese momento jugadores navalinos se encontraban en su hogar, en el edificio Prat de Talcahuano. Los argentinos vieron la cara más cruda del 27F. A los días firmaron sus finiquitos con los del Ancla, aduciendo problemas familiares.

Hoy se cumplen cinco años del terremoto y las conclusiones aún no llegan. Fueron (fuimos) testigos del pillaje y el caos, de dormir fuera de casa abrazados a un palo por temor a los robos, vivieron escasez y  necesidad: pero aquí siguen, inmutables, dando vuelta a la página.

De todas las lecciones, la que más invita a la reflexión es la de Herrera. Dice El Jurel: justificó los saqueos, pues la incertidumbre por la ayuda fue mucha, y dio gracias a Dios porque en su núcleo familiar no lamentó pérdidas. Su crítica conmueve: "Lo peor fue que no se avisó a tiempo que venía el tsunami. Ojalá que nunca más se repita".