La última vez que el distribuidor chileno Alex Doll se enfrentó a las copias de las películas de Ingmar Bergman fue a través del viejo sistema de la lata de celuloide y el proyector. Es más, los históricos ciclos que el propietario de la sala Normandie ha organizado  durante toda su vida son con copias en 35 milímetros que acumuló  durante décadas. Albergando de Chaplin a Fellini o de Terry Gilliam a Ettore Scola, la pantalla de la antigua  sala de Alameda o de la más reciente de calle Tarapacá ha sido el hogar natural de aquellos documentos invaluables del circuito fílmico chileno.

Desde el próximo mes de julio, Doll nuevamente le dará oportunidad a películas clásicas, pero esta vez será en flamantes copias restauradas y en formato digital. Se trata del reestreno de dos obras de Ingmar Bergman, Fresas salvajes (1957) y Persona (1966), a las que se sumará el documental Liv & Ingmar (2012), de Dheeraj Akolkar. Las cintas del sueco pertenecen a su período de oro, entre los 50 y 60, y se darán en el Normandie, pero en su proyector digital.

Ganadora del Oso de Oro  en Berlín, Fresas salvajes es una de las películas más entrañables y accesibles de Bergman, especie de reverso de El séptimo sello (1957), la austera reflexión sobre la muerte  que el director hizo un año antes. De alguna manera, Fresas salvajes también se inspira en la muerte o la proximidad de ella, pero no para disparar cavilaciones existencialistas, sino para recordar qué cosas sucedieron, qué se pudo hacer mejor, dónde se ganó y dónde se perdió. La película toma prestado el recurso del viaje para contar la vida del profesor Isak Borg (Victor Sjöström), un solitario doctor de 78 años, viudo y algo cascarrabias.  Con motivo de un inminente homenaje por sus 50 años de trayectoria en una universidad cercana, Isak emprende un viaje junto a su nuera Marianne (Ingrid Thulin), una mujer infeliz y  a punto de divorciarse. En el camino se topan con un trío de adolescentes alegres y juguetones, pero también con una pareja de media edad que vive de recriminaciones mutuas. Los primeros le recuerdan su juventud y los segundos el desgraciado matrimonio con su fallecida esposa. También, en la jugada más nostálgica de Bergman, se introducen escenas de la vida  del viejo profesor: sus encuentros con su amor adolescente, una chica que luego optaría por su hermano; la relación con su amargada madre, de quien heredó el carácter.

Película de gran influencia en el cine de Woody Allen (la toma que muestra al doctor entrando como otro personaje a una escena de su propia niñez se repite en Crímenes y pecados), Fresas salvajes reúne además un casting magnífico de actores suecos, encabezados por el anciano Sjöstrom y escoltado por Max Von Sydow y Bibi Andersson.

La propia Andersson es una de las dos mujeres protagonistas de Persona, la otra cinta restaurada. Para algunos, entre ellos la escritora Susan Sontag, este trabajo fue un punto de inflexión en la carrera de Bergman y, por mucho, su mejor película. En términos formales llega lejos y privilegia en forma masiva el primer plano,  acumulando dramáticamente semblantes a la deriva emocional. Aquí, son los de la actriz Elisabet Vogler (Liv Ullmann) y la enfermera Alma (Bibi Andersson): la primera es una actriz de renombre que ha quedado muda tras una representación de Elektra y la segunda es la mujer que la cuida. Por orden médica ambas se trasladan desde el hospital a un idílico refugio en la costa. En ese territorio (que es la isla de Faro, en la que Bergman pasaría sus últimos días), la película se transforma en otra cosa y pasa del drama al suspenso, del thriller al horror, y del terror a una fantasía donde ambos personajes llegan a  ser uno solo.

La noruega Liv Ullmann, a quien Bergman conoció en la filmación de esta cinta, sería a la larga la gran pareja del realizador y madre de su hija escritora Linn. Sobre la relación entre cineasta y actriz trata Liv & Ingmar, del realizador indio Dheeraj Akolkar. Es un documental llamativo en la medida que Liv Ullmann va contando poco a poco episodios junto a Bergman. Parafraseando una de las cintas del director, con  escenas de la vida conyugal, aunque pasadas por el filtro de Ullmann: la cinta se hizo después de la muerte de Bergman y la verdad sólo la cuenta Liv. Nos enteramos, de esta manera, que el sueco no era sólo un genio, sino que además era un celópata y un obsesivo controlador. Que no dejaba salir a Liv de la casa de Faro, mientras él se encerraba a escribir. Que le decía, invocando su rol de musa, "tu eres mi Stradivarius".  A 12 meses de que se cumplan los 10 años de la muerte de Bergman  (ocurrida el 30 de julio del 2007), estas  dos películas y el documental sirven para cubrir en parte el espacio de una década sin el maestro escandinavo.