La de los filipinos en Santiago es una colonia pequeña en comparación a la de los chinos o los coreanos. No superan los 200, según Emma Méndez, una de las socias del restaurante Delicias de Filipinas. "Somos pocos aquí", asegura esta mujer que nació en el norte de ese país, lejos de la zona afectada por el tifón Haiyan.

Escasa también es la oferta de lugares donde se pueden probar sus exóticas preparaciones. El único restaurante es el de Méndez, un sencillo local ubicado en la esquina de Av. Manuel Montt con Navarrete, en Providencia. Lo abrió en marzo de este año -junto a una socia chilena-, con la idea de suplir esa carencia y de desarrollar su amor por la cocina.

Esa idea la planeaba desde hace ocho años, cuando se instaló en Santiago con su marido, un chileno a quien conoció en Jordania. Y la concretó hace ocho meses, tras encontrar una socia.

¿En qué se diferencia de otra comida del sudeste asiático? Platos desconocidos para el paladar local y con énfasis en lo agridulce. Como el Marcán, un rollo de pulpa de cerdo, de 20 centímetros de largo, relleno con zanahorias, pimentón, queso y huevo, que se sirve con una salsa agridulce. O el Pinausukan Baboy, un lomo vetado de cerdo lechón, que se ahúma con finas hierbas y que se complementa con salsa de tamarindo. "La nuestra no se parece en nada a la comida china o tailandesa, que es más picante", explica Méndez.

"Aunque el local todavía no es popular, es un buen punto de partida para conocer la comida de ese país", afirma Ana Rivero, crítica gastronómica de la revista Wain.

De todos modos, su dueña asegura que al santiaguino la ha costado asimilar sus exóticos sabores. Por eso, su carta incluye también platos locales, como charquicán con huevo frito.